JUICIO POR VIOLENCIA MACHISTA EN BARCELONA

Las 102 puñaladas con las que Manel mató a la doctora Abad: "Yo estaba cortando queso y tenía un cuchillo..."

Manel Pérez, agente de seguros, asesinó a su mujer Eva Abad, una médica de cabecera de Terrassa

Le piden 25 años de prisión en un juicio que esta semana quedará visto para sentencia

102 puñaladas para matar a la Dra. Abad

102 puñaladas para matar a la Dra. Abad / EPE

David López Frías

David López Frías

“Mi esposa Eva y yo estábamos desayunando en casa. Ella [era doctora] me había recetado unas pastillas para mi depresión. Le dije que ya las tenía, que cuántas me tenía que tomar. Me contestó que, por ella, como si me las tomaba todas y me moría. Yo estaba cortando queso y tenía el cuchillo en la mano. Si hubiera estado comiendo quesitos, pues igual no hubiera pasado nada. Pero como yo tenía el cuchillo…”.

Como él tenía el cuchillo, le asestó a su mujer un total de 102 puñaladas entre el cráneo, el cuello y la parte superior del tórax. Así murió Eva Abad, la doctora de cabecera del centro de salud Cap Est de Terrassa que fue brutalmente asesinada sobre las nueve de la mañana del 24 de julio de 2019, en la cocina de su casa.

Y así ha contado Manel Pérez Sucarrats cómo mató a su mujer. Con la misma frialdad que ha empleado durante el resto de su declaración en el juicio. Frío, serio, calculador, sin manifestar ni una sola emoción, sin soltar una sola lágrima. Ni al recordar a su mujer muerta, ni al hablar de sus hijos menores de edad a los que dejó huérfanos, ni al hacerlo del crimen que horrorizó a Terrassa y que se está juzgando estos días en Barcelona.

La médica de todos

El crimen de la Dra. Abad es uno más de los centenares que conforman la lacra de la violencia machista en nuestro país. ¿Por qué contar este juicio en concreto? Valga este breve apunte personal como explicación: llevo seis años cubriendo, entre otras historias, asesinatos por violencia machista. En verano de 2019, trabajando para El Español, me tocó cubrir uno de ellos en mi Terrassa natal.

De las decenas de casos que he tenido que contar, ninguno me ha impactado tanto como este. En primer lugar, por la brutalidad de un suceso por el que tanto Fiscalía como acusación particular piden 25 años de prisión. Jamás antes me había encontrado con un crimen en el ámbito familiar con tal nivel de ensañamiento. El juez decidirá si en realidad lo hubo, pero valore usted al leer el relato.

En segundo lugar, porque es el primero que me afecta de forma directa: la víctima era mi doctora de cabecera desde hacía 10 años. Amiga personal y uno de los personajes más queridos de mi barrio; una zona deprimida a las afueras de la ciudad y con un público difícil. Allí se ganó el respeto y la admiración de los vecinos, porque no le importaba alargar la jornada para atender a más pacientes, o hacer lo mismo de médico de familia que de psicóloga. Era algo así como ‘la médica del pueblo’.

Por ese motivo pedí permiso para viajar desde Madrid a Barcelona sólo para asistir al juicio. Nunca habían asesinado a una persona de mi entorno. Necesitaba escuchar de boca del asesino confeso los motivos que le llevaron a cometer tal atrocidad. El proceso se ha celebrado en el TSJC de Barcelona durante ocho días y se espera que en los próximos días quede visto para sentencia.

Vida ideal

El lunes 31 llegaba el momento más esperado: la declaración del acusado. Manel Pérez Sucarrats, un corredor de seguros egarense, licenciado en derecho y pareja de la asesinada de toda la vida. Ella, médica y jugadora aficionada de baloncesto, tenía 47 años en el momento del crimen. Dos hijos en común (12 y 14 años en el momento del crimen) y una relación marital que se había deteriorado en los últimos años. Aunque, a ojos de la gente, todo iba bien. Un piso en la zona más cara de Terrassa y un apartamento en la Costa Dorada.

El tipo llega al juicio esposado. Siempre fue corpulento, pero ahora ha engordado mucho. Tiene el pelo cano. Añora tiempos mejores y en sus redes sociales sigue teniendo una foto de perfil de cuando era joven. Es pijo y lo aparenta. Viste de marca, buena camisa, zapatillas Nike. Igual que cuando estaba en libertad: una de las periciales que se mostró durante la vista fue una foto de sus vaqueros Hilfiger ensangrentados después del crimen.

Siempre tuvo dinero y buena posición social. Era un habitual de los partidos del Barça y de los campos de golf de la provincia. Todo lo contrario a Eva, una mujer físicamente muy llamativa, pero que acostumbraba a vestir con un look hippy nada pretencioso.

El crimen tuvo lugar en Terrassa el 24 de julio de 2019

El crimen tuvo lugar en Terrassa el 24 de julio de 2019 / DLF

Manel, según su entorno, es un tipo encantado de haberse conocido. "Un fanfarrón; todo ínfulas, todo fachada", me contaban conocidos en 2019 tras el crimen. "Yo llevo 5 años viviendo en su bloque y todavía estoy esperando a que me salude", explicaban los vecinos. Y un machista, según han declarado en sede judicial todos los testigos durante sus declaraciones.

Familiares y amigos íntimos han coincidido en ese punto. Que tenía actitudes machistas muy evidentes, especialmente con la doctora. Sobre ello le ha preguntado la juez, negándolo él. "Entonces, ¿todos los que han declarado esto aquí mienten? ¿Es una conspiración contra usted?", le ha acabado espetando el Fiscal. Él acabó diciendo que en su casa "hasta hacía la cena".

Manel, licenciado en Derecho, divaga durante su declaración. Da vueltas y vueltas. Ha tenido más de dos años para preparársela, pero se va por las ramas. Cambia constantemente de tema y la jueza tiene que llamarle la atención en varias ocasiones para que se ciña a las preguntas del Fiscal. Entre esas salidas por la tangente, la mascarilla y la mala acústica de la Sala 2 del Jurado del TSJC de Barcelona, su declaración se hace casi imposible de apuntar.

Los hechos

El 23 de julio de 2019, día de su 50 cumpleaños, Manel viaja desde Terrassa hasta La Mora, un pueblo de la costa de Tarragona donde tiene un apartamento. Allí están de vacaciones sus suegros y sus hijos. Él se los lleva aparte a una habitación y habla con ellos en un tono que suena a despedida. Les explica que ha estado deprimido todo este tiempo, que ha tenido una vida difícil, pero que los quiere mucho.

Tras eso, se vuelve a Terrassa. Él asegura que había ido al apartamento porque había adelantado sus vacaciones y que su idea era quedarse, pero que fue Eva la que le llamó desde Terrassa para pedirle que volviese. Desde la acusación particular, en cambio, creen que fue a La Mora para despedirse de sus hijos y que regresó a su casa con la idea de matar a su mujer.

Cuenta Manel en su relato que él estaba atravesando una mala racha y que apenas podía dormir. Que estaba pensando incluso en quitarse la vida. Que se lo dijo a Eva y ella le recetó unas pastillas. Sostiene el asesino confeso que vagó esa noche por Terrassa un buen rato, buscando una farmacia de guardia. Que acabó visitando cinco o seis antes de conseguir comprar las pastillas. Y con esas se volvió a casa.

El desayuno

A grandes rasgos, Manel cuenta que esa noche no durmió más de dos horas. Se levantó y en la cocina se encontró con Eva. Él le ofreció un café y se puso a cortar queso. En ese momento él, presuntamente, le preguntó a Eva cuántas pastillas tenía que tomarse. Ella (siempre según su versión) le habría contestado que se las podía tomar todas y morirse.

Es ahí cuando él asegura que se pierden sus recuerdos. “Es como si te sumerges en el agua. Cuando sales lo ves todo claro. Pues cuando yo acabé de ‘hacer lo que hice’ fue cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer”, se disculpa, sin un atisbo de emoción ni arrepentimiento en su voz. Y remata con una especie de disculpa que suena a mofa: “Yo estaba cortando queso y tenía el cuchillo en las manos. Si me lo hubiera dicho cuando estaba comiendo quesitos...”

La acusación del fiscal sostiene que Manel Pérez se abalanzó sobre su mujer; con una mano agarró un cuchillo de grandes dimensiones y con la otra unas tijeras, apuñalándola a dos manos. Todos y cada uno de los cortes se produjeron en las partes vitales, entre la cabeza, el cuello y la parte superior del pecho.

Rompió el cuchillo

Cuenta el informe forense que empleó tal grado de violencia que llegó un momento en el que el cuchillo se rompió y saltó por los aires. Manel agarró entonces otro de similares proporciones de la cocina y siguió apuñalando a su mujer. En total fueron 102 las incisiones halladas en el cuerpo de la doctora. Curiosamente, y a pesar de que dice no recordar nada del momento del apuñalamiento, Manel ha sacado a colación: "Después me contaron que es normal que el cuchillo se hubiera roto, porque los de ese tipo son para cortar otras cosas y no para apuñalar".

Pancartas de rechazo tras el crimen en el CAP Est de Terrassa

Pancartas de rechazo tras el crimen en el CAP Est de Terrassa / DLF

Su defensa ha intentado hacer valer la versión del ‘acting out’. Una pérdida de control producida por una merma en sus capacidades. Mantiene la defensa que eso fue producido por la frase de la doctora, que le habría dicho que por ella como si se tomaba todas las pastillas. Una tesis que no sostienen los forenses que han participado en el caso, que aseguran que no el sujeto no tiene ningún tipo de trastorno y que no hubo ningún detonante para que se produjese dicha merma de capacidades. Él mismo reconoció en el juicio que el día de antes le habría dicho a ella que pensaba en suicidarse. No era una frase fuera de contexto.

Lo que sí que apuntó uno de ellos es que una reacción tan desmesurada pudo estar provocada por un ataque de celos. Un punto que él también ha evitado durante su declaración, pero que podría ser una de las claves del caso. Es una cuestión en la que no se ha entrado a fondo en la declaración, pero se desliza que Manel sospechaba que Eva mantenía una relación con otro hombre. Pretendía explicarlo a la policía con unos extractos bancarios y así justificar de algún modo su comportamiento.

Whatsapp y los extractos

Tras matar a su mujer, Manel reconoce haberse lavado las manos y haber adecentado un poco la escena del crimen. También, haciendo gala de una evidente sangre fría, haber contestado a varias conversaciones de WhatsApp. Una de ellas a un grupo de amigos, para avisarles de que no iba a ir a cenar. Otra a una compañera de trabajo. Y una última a un amigo íntimo al que le podría haber insinuado lo que había hecho. No obstante, no se ha podido comprobar, porque Manel no ha colaborado con la investigación y no ha facilitado los códigos de desbloqueo del terminal. Por ello la acusación acabó desestimando presentar la prueba telefónica.

Así, el asesino confeso se acicaló y se dirigió a entregarse a la comisaría. Agarró una mochila de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) en la que introdujo una carpeta con documentos que él consideraba importantes. Entre ellos, unos extractos bancarios con los que pretendería explicar a los agentes presuntos gastos de hoteles que probarían infidelidades de su mujer.

Se personó en la comisaría de la Policía Nacional (calle Baldrich) donde ya sólo se expiden carnets y pasaportes, porque era la más próxima a su casa. El agente de la entrada le fue a prohibir la entrada si no venía con cita previa y él contó que venía a denunciar que acababa de matar a su mujer. Fue retenido hasta que llegó a policía judicial, entró en el domicilio y confirmó el crimen.

Este mes quedará visto para sentencia. La defensa pedía que fuese condenado solamente a cinco años, frente a los 25 que solicita la Fiscalía y la acusación particular. Un crimen que desmonta el tópico de que la violencia machista sólo se da entre las clases bajas. En esta historia, la única clase baja estaba entre los pacientes que Eva visitaba, en un barrio obrero que se quedó sin su doctora.

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