INMIGRACIÓN

España pierde 277.560 rumanos en diez años, la diáspora huye del país: "Ya no compensa vivir aquí"

Desde el año 2012, la comunidad rumana ha emigrado paulatinamente de vuelta a su país o a otros con mejor situación económica, como Alemania, Reino Unido, Hungría o Italia

Los sectores de la construcción y la agricultura notan la falta de una mano de obra "muy trabajadora": "Estamos trayendo gente de zonas rurales de Ecuador y Colombia"

Ica Tomi, presidenta de la asociación hispano-rumana Salva, en su local de Vallecas.

Ica Tomi, presidenta de la asociación hispano-rumana Salva, en su local de Vallecas. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Daniela, unos 40 años, estatura media, pelo negro azabache a la altura de los hombros, acaba de facturar su maleta para el vuelo a Bucarest (Rumanía) de la compañía Tarom en la T-1 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. Dice que se va por un "tema personal", que volverá "en un tiempo", aunque enarca las cejas y ladea la cabeza al decirlo, como si no las tuviera todas consigo. 

Ni ella ni la amiga que la acompaña, Daniela, tienen claro el futuro en nuestro país: "Es que se ha vuelto muy caro vivir aquí, ya no compensa". 

"Antes era más fácil encontrar trabajo, y ahora con los ERTE te contratan unos meses en hostelería, te dan 800 euros por jornada completa, y luego te mandan a freír espárragos. Eso, si te hacen contrato. Con los ERTE se aprovechan muchísimo", explica Daniela, que no descarta seguir los pasos de su hermana Adina.

Con 41 años recién cumplidos ella se volvió a vivir a Rumanía con su novio tras trabajar 14 años de empleada del hogar en Madrid: "Con lo que ha ganado se va a comprar una casa y a montar una empresa. Ella siempre tuvo claro que quería volver". 

"Además, es que ya no hay tanta diferencia entre aquí y allá", tercia su amiga, la que se marcha: "Allí, por ejemplo, no se paga calefacción porque en muchas de las casas usamos leña [Casi la mitad de la población vive en zonas rurales, donde el sistema de calefacción funciona mayoritariamente por tuberías que se alimentan del calor de una estufa tipo salamandra donde se quema la madera]".

La diáspora de 2002

El viaje de retorno de Adina no es algo excepcional, sino habitual en los últimos años entre la población rumana, que llegó a ser la mayor comunidad extranjera en nuestro país en el año 2012. 

Aquel año había 833.764 rumanos censados, aunque su número seguramente que superaba el millón, ya que había cientos de miles más que no estaban registrados y trabajaban en negro. 

Desde aquel año, sin embargo, la población ha ido disminuyendo paulatinamente. Según los datos del

INE

, quedan en nuestro país poco más de medio millón (556.204 en concreto) de rumanos: es decir, hay 277.560 menos una década después.

"Nosotros vivimos aquí, pero todos tenemos siempre un pie en Rumanía", explica Ica Tomi, presidenta de la asociación hispano-rumana Salva en su acogedora sede situada en un local alquilado al IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid) de Vallecas. 

"Si me preguntas si quiero volver yo te digo 'sí, siempre'; llevo aquí 20 años, pero tengo esa idea, aunque igual viviré aquí toda mi vida, quién sabe", afirma esta mujer, que cree que el fenómeno de la emigración de vuelta no es tan masivo y cuya asociación ayuda a las familias más necesitadas, principalmente de etnia gitana, a las que la crisis del coronavirus ha golpeado duramente. 

Dos trabajadores rumanos, en la recogida de la fruta en Torroella de Montgri (Gerona)

Dos trabajadores rumanos, en la recogida de la fruta en una explotación de Gerona. / JOAN CASTRO

En la sede tienen una ludoteca con juguetes para los más pequeños, una biblioteca con miles de títulos en rumano y español, y una sala de ordenadores, donde enseñan informática a las familias para ayudarles a encontrar trabajo. Disponen además de una línea de ayuda alimentaria para las "familias más vulnerables". 

Folclore

"Tratamos de ayudar a todo el que entra por la puerta", asegura Ica, siempre con la sonrisa dibujada en el rostro y que se entusiasma mostrando la sala de exposiciones, donde cada poco tiempo exhiben obras de artistas rumanos, y que está presidida por un sofá rodeado de coloridos trajes y adornos tradicionales de su país expuestos en vitrinas. 

En el colectivo han creado incluso un grupo de folclore tradicional entre los más pequeños: "Intentamos conservar la cultura rumana. Es importante saber de dónde vienes, de dónde son tus raíces, te ayuda como persona. Añoramos nuestras casas, nuestras costumbres...". 

La bajada de la población rumana se empieza a hacer notable en determinados sectores profesionales, como la construcción o la agricultura, donde son trabajadores muy valorados.

"Cada vez es más difícil encontrar oficiales de primera de mi país", aprecia Basilio Lakatus, un rumano que tiene una empresa de reforma de viviendas, y que no termina de entender este pinchazo demográfico: "Yo tengo amigos que se han vuelto, pero las cosas en mi país tampoco están mucho mejor, creo que es por la incertidumbre". 

Antonio M. es encargado de una empresa productora de frutas y hortalizas del norte de España y también echa ya en falta la mano de obra rumana para las campañas de recogida, que suelen prolongarse durante temporadas de tres meses. Su empresa suele funcionar a través de una agencia en Rumanía: "Igual ahora ponemos autobuses en origen para unas 120 personas que se han comprometido a venir y te vienen al final 90".  

Como muchas empresas del sector, están supliendo a los trabajadores rumanos con más mano de obra de países subsaharianos, Marruecos o de zonas rurales de Ecuador y Colombia, países estos últimos con los que el Gobierno español ha permitido la contratación en origen recientemente. "No son tan buenos trabajadores como los rumanos, que son unos fieras". 

"Ganan más en su país"

En su empresa pagan 1.500 euros brutos al mes por cinco jornadas y media a la semana, con entre ocho y diez horas de trabajo al día. Les dan además hospedaje en casas compartidas por varios empleados. "Son las mismas condiciones que las de los españoles, pero ya no vienen como antes. Ahora ganan más en su país y se genera más trabajo, y cada vez son mas exigentes con las condiciones laborales. Ya no les gusta compartir casas con otras personas que no conocen de nada". 

La tendencia es común a todo el campo español. "Las rumanas jóvenes ya no quieren venir a la campaña de fresa en Huelva, están yendo a Italia y Alemania, que está más cerca de su país y económicamente les repercute menos", añade Manuel Piedra, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía.  

"Antes venían 23.000; ahora bastantes menos; ya no hay relevo generacional", añade Piedra, que señala que en Huelva los trabajadores de la recogida cobran 49,50 euros brutos al día por seis horas y media de trabajo, un sueldo muy superior al que cobran en su país de origen.  

El PIB per cápita en Rumanía se ha duplicado en diez años

Aun así, los datos macroeconómicos confirman que la economía rumana tiene una tendencia ascendente. En la actualidad, la tasa de desempleo se sitúa en el 6,4%, menos de la mitad que en España (13,33%).

Además, en los últimos diez años, el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita ha pasado en el país rumano de 4.260 euros a 8.830 -se ha multiplicado por dos- mientras en España ha subido muy ligeramente (de 21.460 euros a 22.350).  

Un salario mínimo en construcción en Rumanía, por ejemplo, puede rondar los 600 euros brutos al mes pero, según explica Ica Tomi, el nivel de vida no es barato allí. "Han subido los sueldos, pero con un sueldo normal y corriente no te da para vivir; la luz, por ejemplo, la pagas tan cara como en España", explica la presidenta de la asociación Salva.

Jubilación en su país

Para Ica Tomi hay dos perfiles distintos entre los rumanos que emigran de España: los que han perdido trabajo por las diferentes crisis y buscan una nueva oportunidad, o personas de entre 50 y 60 años que llevan dos décadas trabajando aquí y se vuelven a Rumanía. 

"Se han comprado una casa, tienen sus ahorros, y se jubilan en su país. También hay mucha gente que se va a Rumanía porque ha perdido el trabajo y luego vuelve", matiza Tomi, que coincide con otros expertos en fenómenos migratorios que no todos vuelven a su país de origen: "La mayoría de rumanos que trabajan fuera no se plantean volver definitivamente a Rumanía, sino que eligen otro país de Europa".

Sobre todo hay movimiento de personas jóvenes entre 20 y 40 años

En esa línea se muestra Carlos Peláez, antropólogo y educador social experto en Migraciones que es profesor en la Universidad Complutense. Peláez explica estos movimientos migratorios dentro del llamado efecto atracción-expulsión. "Los datos muestran que sobre todo hay movimientos de personas jóvenes de entre 20 y 40 años a otros países con mejor situación económica que España que ofertan mejores empleos que aquí", señala. 

"La bajada de población se debe en menor medida al retorno o a la nacionalización", precisa el profesor, que avala su teoría en datos que muestran que mientras España pierde población rumana otros países como Alemania, Italia, Hungría y EEUU la ganan.

Ica Tomi posa frente a un mapa de Rumanía en la asociación Salva de Vallecas.

Ica Tomi posa frente a un mapa de Rumanía en la asociación Salva de Vallecas. / ALBA VIGARAY

"El gran motor de las migraciones es la mejora de condiciones de vida; cuando hay un sitio que ofrece mejores condiciones la gente se va", le da la razón Carlos Arce, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba y que trabaja en el Área de Migraciones de la Asociación proderechos humanos de Andalucía. 

"Esto tira por tierra el llamado efecto llamada y demuestra la autoregulación de la inmigración, que en el caso de los rumanos es paradigmática", aprecia. 

Segunda generación

Una parte importante de la comunidad rumana se mantendrá en nuestro país, principalmente los que tuvieron hijos que nacieron y/o estudiaron aquí, y ahora son profesionales de la Medicina, el Derecho, o la Informática, entre otros. Esta segunda generación ya asume la cultura española como propia. Se sienten y son españoles a todas luces.

"Yo no me he vuelto porque no tengo nada allí; salí hace muchos años. Mis hijos nacieron aquí, tengo una letra, un trabajo, estabilidad, pero sí tengo amigos que han emigrado a Austria o Alemania en los últimos años porque se paga más", señala este empresario de las reformas, que fue de la primera oleada de inmigración rumana.  

Esa diáspora llegó a nuestro país desde el año 2002 atraída por lo que se llamó "la bomba española". España vivía el apogeo de la bonanza económica, impulsada por la burbuja inmobiliaria, que arrastraba al resto de sectores. 

A los pocos días de llegar a nuestro país muchos extranjeros podían encontrar un empleo fácilmente, ya fuera en la construcción, el sector servicios, la hostelería o el servicio doméstico -sectores de baja cualificación-. Un peón de albañilería podía entonces cobrar 2.000 euros mensuales nada más empezar a trabajar. 

80.000 rumanos más al año

"Para ellos España era El Dorado. Encontraban fácilmente trabajo, ganaban mucho dinero, compraban una vivienda...ahora ya España no es tan atractiva", recuerda el profesor Peláez. Los rumanos llegaban en masa, procedentes sobre todo de zonas rurales, en concreto de Transilvania. Cada año llegaban entre 80.000 y 100.000 rumanos más.

Antes de este boom, sin embargo, la emigración del país prefería otros destinos. Tras caer el régimen de Ceaușescu en diciembre de 1989, los "rumanos optaron por Alemania, pero cuando empiezan a ponerles dificultades se van a Italia, que también llega un momento que cierra el grifo de la inmigración", apunta Miguel Fonda, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología de origen rumano que presidió la Federación de asociaciones de rumanos en España durante 15 años.

2002 fue el año clave de la emigración a España de rumanos y búlgaros, que desde entonces podían entrar libremente a cualquier país europeo ya que sus países acordaron formar parte de la Unión Europea a partir del 1 de enero de 2007. 

Los rumanos eligieron en masa España por la facilidad para aprender el idioma [5.000 palabras de ambos idiomas suenan igual: farmacia, casa, mamá...]. Estas primeras comunidades, mayoritariamente adventistas, se asentaron principalmente en Castellón de la Plana, donde muchos trabajaron en la construcción y en la industria de la cerámica, y en Coslada. De hecho, en la actualidad, la mayor parte de la comunidad rumana en Madrid vive en el Corredor del Henares.  

"Fue una especie de diáspora religiosa porque los ortodoxos son mayoritarios en Rumanía. Se vinieron a un país donde no había tantos problemas para una religión neoprotestante", afirma Fonda, que asegura que, pese a la ligera mejoría económica actual, Rumanía sigue siendo un país de contrastes, donde el salario medio está en los 600 euros al mes pero un juez puede ganar entre 4.000 y 5.000.

"Son cosas disparatadas. Hay unas desigualdades tremendas. Además, las autoridades quieren que el paro no crezca mucho, pero que el país no se desarrolle en exceso para evitar la inflación. La economía rumana está jibarizada", apunta este experto, que asegura que los flujos migratorios de ese país se mantienen estables desde hace años, con seis millones de personas viviendo en el extranjero de forma constante. Unos vuelven, otros salen. "Muchos de los que se vuelvan ahora no volverán del todo, seguirán viviendo a España", pronostica.