El final del mito

El conflicto familiar del Candela: "Si van a hacer el chorra y no respetar el espíritu original, que no lo reabran"

Octavio Aguilera, exgerente y hermano del fundador de la taberna flamenca más famosa de Madrid, cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el momento crítico que atraviesa el establecimiento, cerrado y vendido ya a inversores desconocidos.

El Candela, en la calle Olmo, al final de la calle Calvario, ya ha cerrado sus puertas

El Candela, en la calle Olmo, al final de la calle Calvario, ya ha cerrado sus puertas

Se muere el Candela, la taberna flamenca más famosa de Madrid. El lugar que frecuentaron todos los maestros del género de los 80, los 90 y principios de nuestro siglo. El sitio al que se iban de fiesta Camarón, Tomatito, Paco de Lucía y hasta Slash o Alicia Keys, y se arrancaban por bulerías hasta altas horas de la mañana. El último garito en cerrar en toda la ciudad. El punto más candente de Lavapiés. El Candela ahora está clausurado y nadie sabe si volverá.

El popular tablao de la Calle del Olmo, 2 echó el cierre el 14 de marzo de 2020, horas antes de que empezase el confinamiento domiciliario en España. En la puerta, el último cartel de la programación musical es el único vestigio que queda de esa última época. El Covid obligó a cerrar las puertas y así permanecen todavía, casi dos años después. Pero una pugna familiar ha acabado con el traspaso del emblemático local a un misterioso inversor del que nadie sabe nada. Ni siquiera si reabrirá el bar.

En torno a este asunto hay dos partes, próximas ambas en algún momento a Miguel Aguilera (el fundador de la taberna). Por un lado, C. H., una neerlandesa que fue su esposa y madre de su hija Gloria, que acaba de cumplir 16 años y es la clave en todo este asunto. Ellas dos son las que han acordado la venta del Candela de manera unilateral. Lo han traspasado a unos inversores cuyo nombre no ha trascendido ni siquiera entre los antiguos trabajadores.

Por el otro lado está Octavio Aguilera, hermano del fundador; último gerente del establecimiento y representante de todo lo que fue el local desde su nacimiento. A Octavio nadie le ha consultado la venta y ha quedado automáticamente fuera del negocio, con la plantilla en la calle sin previo aviso. Ahora atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA mediante audios de Whatsapp. Sus compromisos laborales le han impedido concertar una entrevista. Durante un par de días intercambiamos impresiones. En su relato matiza algunas de las informaciones aparecidas en las últimas fechas, se refiere a la situación actual de la taberna y a su futuro a corto y medio plazo.

"No será lo mismo"

"La situación actual es simple: a los antiguos trabajadores del Candela, entre los que me incluyo, todavía no nos han comunicado quién es el actual comprador ni qué intenciones tienen. Lo que sí nos han confirmado es que parte del pago ha sido destinada a comprar la marca Candela, lo que da a entender que lo quieren reabrir. Pero jamás será el mismo", asevera con tristeza.

"De hecho, ya no era el mismo Candela cuando que lo tenía mi hermano que cuando lo gestionaba yo. Miguel era el flautista de Hamelín y arrastraba a un montón de gente. Te traía a cien personas a un concierto. Yo, tras su muerte, programé un circuito de actuaciones, conciertos flamencos y muchas contrataciones de artistas. Yo salvé los muebles, pero evidentemente ya no fue lo mismo", detalla en sus audios a este periódico.

Miguel Aguilera junto a Paco de Lucía

El fallecido Miguel Aguilera, fundador del Candela, junto a Paco de Lucía / Cedida

El resumen es que, un buen día, en diciembre de 2021, los trabajadores del Candela se encontraron con la cerradura cambiada y la imposibilidad de acceder al recinto. ¿Qué había sucedido? Que desde que murió Miguel Aguilera al caerse desde su azotea, en 2008, barruntaban que ese momento podría llegar. Su heredera era su hija Gloria, que en aquel momento estaba a punto de cumplir tres años. El año pasado, la chica cumplió los 16 y solicitó una emancipación voluntaria. O lo que es lo mismo, adelantar en dos años su mayoría de edad para poder tomar decisiones respecto a su patrimonio.

Octavio establece una cronología de los hechos: "Mi hermano fallece al 8 de marzo de 2008. La niña estaba a punto de cumplir tres años. La madre es la que decide llevársela por su cuenta a su lugar de origen, a Países Bajos. Hasta entonces, ellos tenían su régimen de visitas paterno-filiales y estaba atrapada aquí en España. En cuanto mi hermano fallece, encuentra vía libre para regresar a su país".

"Desde entonces nos ha permitido que la veamos en contadísimas ocasiones. Ha cortado toda relación de la niña con su familia paterna. La ha manipulado. Esa chica solo tiene una versión de la historia y le falta el 80%. La madre sólo ha mirado por sus intereses y no por los de su hija. Esa mujer estaba excluida de la administración de bienes, pero ahora, la niña ha cumplido 16 años, ha adelantado su fecha de emancipación y la herencia ha acabado en manos de la madre, que es lo contrario que dice el testamento de mi hermano", detalla Octavio.

Insiste Octavio en que "todo esto ha sido todo cosa de la madre, que es la que la ha manipulado. La niña, emancipada y anulada por su madre, ha sido reemplazada en la toma de decisiones. La madre se quería ir a los Países Bajos cuanto antes y quería quitarse el marrón de encima de tener un local que jamás hubieran sabido gestionar. No hubieran tenido ni puñetera idea. Entonces, lo han malvendido. No nos han dado información sobre quién es el comprador. Lo poco que sabemos es que, del montante total de la operación, una parte se ha destinado a la compra del local y otra a adquirir la marca", prosigue.

'Corazón partío'

En este punto, Octavio tiene el corazón dividido respecto a una posible reapertura. Prefiere no entrar en detalles acerca de las cuestiones familiares que desembocaron en este enfrentamiento. Sólo sabe que el Candela, después de 40 años, ya no pertenece a la familia Aguilera. "Yo no hablaría de dos bandos. La niña ha cumplido 16 y podía hacer eso. Yo sabía que este momento iba a llegar y para mí ha sido casi un alivio. Pero no sé si quiero que reabran. No sé quién es el nuevo comprador. Sé que ha adquirido la marca, así que supongo que querrá reabrir. Yo te digo la verdad: si lo van a hacer respetando el espíritu del Candela, que tiene muchísima historia, adelante. Si van a hacer el chorra, mejor que lo dejen cerrado".

Lo que él querría sería "que respeten la tradición del local ya que han comprado el nombre. Como no sé quién lo ha comprado, no sé si son personas conocedoras del mundo del arte. Si fuese así y tuvieran un respeto a la historia del lugar, establecerían un programa de conciertos como hice yo y le seguirían dando trabajo a los flamencos para que siga siendo un punto de actividad cultural. Eso sería lo ideal. Todavía recibo llamadas de muchos flamencos que me preguntan cuándo voy a abrir, etc. A ver qué idea tiene el nuevo propietario. Lo que tengo claro es que no será igual".

Tomasito, con sus calzoncillos de Epi y Blas, liándola en un concierto en el Candela

Tomasito, en calzoncillos, liándola en un concierto en el Candela / EPE

Llegados a este punto, y dando el Candela por perdido, Octavio insiste en aclarar ciertos puntos que cree que se han malinterpretado y han dado lugar a equívocos. "Por ejemplo, lo del cierre del local. Se cerró por el decreto de la pandemia. No he sido yo. Hay algún tonto por ahí, como nuestro técnico de sonido, al que yo he tenido que llamar al orden para decirle que se ha equivocado. Porque yo he visto en sus redes sociales que me ataca. No puede ser que me encuentre un comentario en Facebook llamándome traidor y deseándome que me pudra en la miseria. No, mira: yo soy uno de los 7 trabajadores que han ido a la calle, yo no he cerrado nada. Yo he intentado salvar la obra de mi hermano, pero ni siquiera yo he podido".

"Nos quisieron engañar"

Al hilo de esto, prosigue Aguilera explicando que las principales víctimas de todo este asunto ha sido la plantilla del Candela, entre los que se incluye: "Sus abogados nos intentaron engañar; nos querían dar 20 días por año trabajado, que es lo que corresponde a un despido objetivo, cuando en realidad es improcedente. Yo me puse muy duro con ellos, tuve que recurrir a amigos míos que son abogados laboralistas; al final hemos llegado a un acuerdo y nos han pagado nuestros cheques. Pero estamos fuera".

Una valla, hojas secas y viejos carteles es todo lo que queda en el Candela

Una valla, hojas secas y viejos carteles es todo lo que queda en el Candela / DLF

El Candela abrió en 1982, reemplazando a una peña flamenca llamada Chaquetón. En un principio, la idea de Miguel Aguilera era levantar una taberna flamenca, pero sin tablao. Su idea era concentrar allí a las figuras del flamenco y que tocasen y cantasen, pero nunca en formato concierto. El tablao llegó después, tras su muerte. Fue una decisión de Octavio para intentar seguir con el legado de su hermano. El negocio ha estado funcionando "con éxito y muy buena acogida, con el circuito de conciertos que programamos".

El público del local reaccionó relativamente bien al cambio de formato. Su naturaleza de tablao le permitía cerrar más tarde que el resto de pubs, por lo que se había convertido en el lugar ideal para acabar la fiesta. Sin embargo, tras su cierre y sorpresivo traspaso, lo único que hay ahora son incógnitas. Ni se sabe el nombre del comprador, ni se conocen sus intenciones. Se ignora si el Candela volverá a ser una taberna flamenca o un bazar de electrodomésticos. De momento, su puerta sigue cerrada, las hojas secas sin retirar y el último cartel vigente a medio pegar en la entrada. Es el final de un época. Quizás venga otra, pero lejos de las manos de la familia Aguilera.