Una vivienda como aval para conseguir una hipoteca: Pros y contras

Una vivienda como aval para conseguir una hipoteca.

Una vivienda como aval para conseguir una hipoteca. / SHUTTERSTOCK

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VERÓNICA SEDEÑO

Poner la vivienda de los padres como aval para obtener una hipoteca fue una opción recurrente en plena burbuja. Cuando llegó la crisis y muchos perdieron su trabajo, se desataron auténticos dramas, ya que muchos bancos ejecutaron esta garantía. 

Lo cierto es que esta operación, aunque ya no se hace tanto como antes, sigue en boga, sobre todo, para compradores jóvenes que todavía no tienen un historial creditico consolidado ni la solvencia financiera necesaria. Antes de avalar con una hipoteca a un tercero o de aceptar que alguien lo haga por ti hay que tener en cuenta tanto las ventajas como los peligros de esta opción.

 

Una ayuda que implica un riesgo alto

Al incluir una vivienda como aval para obtener una hipoteca, se está ofreciendo una propiedad como garantía de pago en caso de que no sea posible cumplir con los pagos de la hipoteca. De este modo, el banco tiene una garantía adicional de que el préstamo será reembolsado.  Hay que señalar que no vale cualquier inmueble. Este debe estar libre de cargas y, previamente, debe ser aceptado por el banco. 

Igualmente, el titular de ese bien debe dar su consentimiento firmando un contrato, puesto que va a responder a un posible impago con ese bien. En ocasiones, es posible negociar ciertas limitaciones y pactar una extinción del aval anticipada, como el empleo de esa casa como aval durante un periodo determinado de años o responder únicamente por un porcentaje de la deuda.

Más facilidad para conseguir la hipoteca

No hay que perder de vista que una vivienda como aval aumenta las posibilidades de aprobación para una hipoteca. Esta opción puede ser la única manera de obtener la financiación necesaria para comprar una propiedad si no se tienen ahorros suficientes o varios años de antigüedad laboral. 

Otra ventaja es que, al tener la propiedad como aval, el banco puede ofrecer un tipo de interés más bajo, lo que puede resultar muy interesante dado el panorama hipoteca actual, como un Euríbor desbocado y unas hipotecas fijas poco llamativas. 

Además, con esta operación generalmente se conseguir un préstamo hipotecario por una cantidad mayor de lo que normalmente sería posible. Esto se debe a que el valor de la propiedad se utiliza como garantía, lo que aumenta la cantidad que el banco está dispuesto a prestar, aunque no es recomendable pasar del 80% del valor de tasación.

Un arma de doble filo

La otra cara de la moneda es que, llegado el caso de que una deuda sea insostenible, el banco podría quedarse con la casa del avalista, tomando posesión de la propiedad. De este modo, se perderían dos casas: la propia y la que hace de garantía. 

Y aunque no se diera el caso de que el hipotecado faltara al pago, el avalista está asumiendo un riesgo significativo, ya que, si en un momento dado tiene que disponer de ese inmueble por estar atravesando un bache financiero, le será imposible venderlo. 

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Por este motivo se considera que siempre que se pueda, es mejor tratar de conseguir financiación por otras vías. Además, las entidades financieras ya no están tan abiertas como antes a aceptar una vivienda como aval, dado que su alta exposición al ladrillo durante la crisis inmobiliaria les puso en graves aprietos.

Quizá haya que reconocer, simplemente, que no se está económicamente listo y hay que retrasar el momento de la compra. Las oportunidades inmobiliarias hay que aprovecharlas, pero siempre que se tenga capacidad de pago para responder a la deuda a largo plazo. Hablamos de una atadura económica de muchos años, por lo que, si no se está preparado, habrá que ser consciente del compromiso en el que se le está poniendo al avalista.