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El 23 de los Bulls que globalizó la NBA y es hoy el exdeportista más rico del mundo

  • Seis veces campeón en la mejor liga de baloncesto del mundo, Michael Jordan ganó como jugador a lo largo de 15 temporadas ‘solo’ 94 de los 1.700 millones en que se cifra su actual fortuna 

Michael Jordan y Scottie Pippen, con Phil Jackson al fondo, celebran uno de los títulos de los Bulls con la presencia del comisionado David Stern. 

Michael Jordan y Scottie Pippen, con Phil Jackson al fondo, celebran uno de los títulos de los Bulls con la presencia del comisionado David Stern.  / REUTERS

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Michael Jordan es hoy el exdeportista más rico del mundo. Forbes atribuye en la actualidad al exjugador de los Chicago Bulls y de los Washington Wizards un patrimonio neto de 1.700 millones de dólares (unos 1.565 millones de euros), lo que lo sitúa en la posición 1.737 de las mayores fortunas mundiales. Desde su retirada definitiva en 2003, el considerado por muchos como mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos ha erigido una inmensa fortuna a través de variadas inversiones en múltiples sectores, pero, sobre todo, gracias a los derechos de uso de su imagen. En su caso, adaptando el viejo refrán, podría decirse que ‘una imagen vale más que mil canastas’.

 

Porque este baloncestista neoyorquino (Brooklyn, 1963) que jugó 15 temporadas en la NBA únicamente fue el mejor pagado de la competición en dos de ellas. En su carrera profesional ganó ‘sólo’ 94 millones de dólares (lo que representa un 5% de su actual patrimonio), y si exceptuamos sus dos últimos años en Chicago (donde su salario ascendió a 30 y 33 millones de dólares, respectivamente), su ficha se situó anualmente alrededor de los 1,9 millones de dólares. Por contextualizar: esta temporada Stephen Curry (Golden State Warriors) se embolsará más de 48 millones, Russel Westbrook (Los Ángeles Lakers), 47, Lebron James (Lakers), 44, y otros 38 jugadores pasarán de los 30 millones.

 

CONTRATO CON NIKE

El dinero a Michael Jordan le ha caído de un cielo encapotado donde destaca la nube de Nike, que viene reportando al exjugador entre 150 y 180 millones anuales. Su fichaje por esta firma cambió no solo el futuro de la marca, sino el del mercado de prendas y calzado deportivo para siempre. Se cuenta que al baloncestista le hacía ilusión firmar con Adidas, pero la marca de las tres bandas lo rechazó porque solo elegía a jugadores por encima de los dos metros de altura, y Jordan mide 1,98. Nunca antes dos simples centímetros supusieron tanto. Tras cosechar un abrumador éxito de ventas con el uso de la imagen del jugador de los Bulls, Nike acabó creando una filial (Jordan Brand), con la que factura más de 5.000 millones anuales.

 

El jugador, que el próximo 17 de febrero cumplirá 60 años, ha sido también imagen comercial de marcas como Gatorade, Upper Deck, Coca-Cola, Chevrolet y McDonald’s; ha protagonizado una película para Warner (Space Jam); y en los últimos años ha diversificado sus inversiones en sectores como la restauración, las bebidas y las nuevas tecnologías. Pero, sin duda, su mayor apuesta fue la adquisición por poco más de 185 millones de dólares, de los Charlotte Hornets, un equipo de la NBA valorado hoy en 1.500 millones. MJ también es dueño del equipo de automovilismo 23XI Racing, que corre la Copa NASCAR; y posee una participación de los Miami Marlins, de la MLB (Grandes Ligas de Béisbol).

 

Otra de sus fuentes de ingresos proviene de las indemnizaciones que recibe tras derrotar en los juzgados a empresas que usan su imagen sin su consentimiento. Así, Forbes informa de que ya ha donado a oenegés más de 30 millones de dólares procedentes de esta vía. También hizo lo propio con los cuatro millones que le reportaron los beneficios del documental The Last Dance que emite la plataforma Netflix, y en el que se repasa su última temporada en los Bulls.    

 

DOS EQUIPOS LO RECHAZARON

Pero nada de esto habría sido posible si no hubiera existido el Michael Jordan de las canchas, el jugador que garantizaba cada partido espectáculo, el deportista que llevó al extremo la ambición y que aprendió a ganar a través de sus derrotas. Su caso es único en la historia del baloncesto.Ya su llegada a la NBA resulta desconcertante hoy si se tiene en cuenta que fue el número 3 del draft de 1984, es decir, que se dos equipos prefirieron seleccionar a otro jugador antes que a él. Houston Rockets eligió al nigeriano Hakeem Olajuwon en primer lugar y, después, Portland Trail-Blazers seleccionó a Sam Bowie, dando oportunidad a los Bulls para hacerse con Michael Jordan. Aquel cúmulo de decisiones alteró para siempre la historia del equipo de Chicago.

 

Michael Jordan, en un partido con los Chicago Bulls.

/ REUTERS

Bien es cierto que en el momento de la elección del draft, en junio de aquel año, Michael Jordan aún no había participado en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, donde se consolidó como indiscutible líder de la selección estadounidense que barrió a la España de Epi, Corbalán y Fernando Martín en la final. De hecho, algún directivo de aquellos Bulls reconoció años después que de haber tenido la primera elección en su mano habría elegido casi con toda probabilidad a Olajuwon, un pívot dominante bajo los aros, que hizo gala de un elegante y eficaz juego de espaldas al aro y que llevó a los Rockets a ganar el título en 1994 y 1995.

 

ENTRADA A LA NBA

Jordan llegó a la NBA procedente de la Universidad de North Carolina, donde ya jugaba con el número 23. Allí ganó la liga universitaria en 1982, pero no pudo repetir el éxito en las dos siguientes temporadas. Por eso, y pese a que ‘Air’ ya se mostraba como un jugador de innegable talento, pocos podían intuir su eclosión y el tremendo impacto que causaría después en la mejor liga de baloncesto del mundo. Cuando MJ llegó a la NBA, esta había recobrado el impulso tras una década de los 70 con muchos claroscuros. El enfrentamiento Larry Bird-Magic Johnson, que ya se había producido en la final universitaria, supuso una revitalización absoluta de la liga. El avispado comisionado de la liga por entonces, David Stern, supo ver en la rivalidad Boston Celtics-Los Ángeles Lakers un auténtico filón a explotar. De un lado, el chico tímido, introvertido y blanco de Indiana; del otro, el simpático, extrovertido y afroamericano de Michigan. La costa Este contra la Oeste.

 

Los estadios de la NBA comenzaron a llenarse, la marca Converse sumó a ambos jugadores a las estrellas que ya tenía en nómina (Julius Erving, entre ellas) y la liga comenzó a impulsar su carácter comercial como nunca antes lo había hecho. En ese contexto irrumpió Michael Jordan para convertirse en una leyenda y, de paso, para globalizar la liga profesional de manera definitiva.

 

‘ROOKIE’ DEL AÑO

Ya desde el primer momento se veía que el 23 de los Bulls era uno de esos jugadores a los que solo les vale el triunfo. Aunque el equipo no podía entonces aspirar a luchar por el anillo, Jordan daba muestras de un juego espectacular, con una facilidad anotadora insultante para las defensas rivales y un dominio de movimientos ofensivos que resultaban enormemente atractivos para los aficionados. En su primera temporada promedió 28,2 puntos por partido, disputó el All-Star en el quinteto inicial en el Este y fue elegido rookie (mejor jugador novato) del año. En la segunda, una lesión de pie no le permitió mostrar su mejor nivel, pero su progresión se hizo evidente cuando cerró su tercera campaña en los Bulls anotando de media 37,1 puntos por encuentro.

 

Después llegarían los años de la rivalidad con los Detroit Pistons de Isiah Thomas, Dennis Rodman, Bill Laimbeer, Joe Dumars y Rick Mahorn, entrenados por Chuck Daly, que ideó un sistema de defensa sobre Jordan que incluía, además de una presión de dos y hasta tres jugadores sobre él, métodos violentos que fueron discutidos en la época. Jordan continuaba promediando por encima de los 30 puntos por partido. A esas alturas ya se había convertido en un ídolo no solo de la afición de Chicago, sino internacional. Los jóvenes en Alemania o Italia llevaban su foto en las carpetas; en España se acostaban tarde esperando poder ver sus partidos en televisión; en Argentina, Canadá o Australia calzaban las zapatillas con su icónico perfil saltando. Él terminó de expandir el éxito de la NBA por todo el mundo, disparando las audiencias, despertando el interés por el baloncesto en millones de chicos y chicas, y consolidando el boom que se había iniciado en los ochenta con Bird y Johnson.

 

 

 

LLEGAN LOS TÍTULOS

Le faltaba conquistar el título de campeón, y lo haría por partida triple y consecutiva en las temporadas 90-91, 91-92 y 92-93, derrotando en la final, respectivamente, a Los Angeles Lakers, Portland Trail-Blazers y Phoenix Suns. Los números del neoyorquino eran espectaculares, como su frenético juego. Jordan se convirtió en una pesadilla para sus defensores; resultaba imparable, nadie sabía por dónde atacaría la canasta: si le dabas un metro anotaba desde larga distancia, si te acercabas a él, te dejaría atrás y culminaría la jugada con un mate sobre los pívots rivales o manteniéndose en el aire (de ahí lo de ‘Air Jordan’) el tiempo preciso para burlar los brazos de los defensores y anotar a aro pasado haciendo girar el balón de manera majestuosa.

 

Michael Jordan y Magic Johnson en un partido del Dream Team.

/ REUTERS

Los títulos lo situaron en la cumbre. Si Larry Bird ya había dicho el 20 de abril 1986 tras un partido en el que el escolta de los Bulls les hizo 63 puntos a los Celtics que “Dios se había disfrazado de jugador de baloncesto” esa noche, ahora era Jordan quien se elevaba a las alturas casi a diario para dominar sobre el parquet a cuantos salían a su paso. Ya nadie discutía su reinado y dominio en la NBA y en el mercado de la imagen. Llevar las zapatillas de MJ era una aspiración de prácticamente todos cuantos jugaban al baloncesto.

 

Además, en el verano del 92, el jugador de los Bulls había logrado ganar de nuevo el oro olímpico en los Juegos de Barcelona, donde formó parte del Dream Team junto a, entre otros, Magic Johnson, Larry Bird, Pat Ewing, Karl Malone, Charles Barkley, John Stockton y su compañero de equipo Scottie Pippen. Jordan fue el único jugador titular en todos los partidos que disputó la selección norteamericana.

 

PRIMERA RETIRADA

Y entonces sucedió algo totalmente inesperado. El 6 de octubre de 1993, el jugador más admirado del mundo anunció que dejaba el baloncesto. La decisión llegaba unos meses después del asesinato de su padre en Carolina del Norte.

 

Tras un tiempo jugando al béisbol en un equipo afiliado a los Chicago White Sox, ‘Air’ anunció su regreso a las canchas el 18 de marzo de 1995, ahora con el número 45 de los Bulls, ya que estos habían retirado el 23 en su honor. El equipo notó su regreso y encadenó una buena racha de victorias, pero en Play-offs Jordan no resultó tan decisivo como de costumbre y el equipo no pudo luchar por el anillo. Sin embargo, tan solo una temporada después, el escolta, de nuevo luciendo el 23 en su camiseta, volvió a ser determinante para que Chicago encadenase otra vez tres temporadas consecutivas como campeón.

 

Michael ya tenía seis anillos, había ido sumando participaciones en los All-Star y coleccionando MVP (trofeo que reconoce al mejor jugador de la temporada regular). Parecía que nunca se cansaría de ganar, pero el 13 de enero de 1999 Jordan volvió a anunciar que se retiraba. Aunque tampoco fue la ocasión definitiva. El 25 de septiembre de 2001 confirmó su vuelta a las canchas, esta vez en las filas de los Washington Wizards, de los que se había convertido un año y medio antes en su presidente de operaciones.

Michael Jordan, en un momento del documental 'The last dance'.

/ REUTERS

En sus dos temporadas allí resultó evidente que físicamente ya no era el mismo, aunque seguía siendo capaz de promediar alrededor de 20 puntos por partido y de añadir algunas actuaciones memorables a su ya amplísimo álbum de memoria y hazañas.

 

ADIÓS DEFINITIVO

El 16 de abril de 2003, Michael Jeffrey Jordan, ya con cuarenta años, disputó su último partido en la ciudad de Filadelfia, ante los 76ers. A la tercera iba la vencida. Esta vez se trataba de su adiós definitivo. Dejaba tras de sí un espectacular historial rebosante de logros, triunfos y distinciones: 32.292 puntos anotados (30,1 por partido en toda su carrera), seis anillos, 5 MVP de la temporada, 6 MVP de las Finales, 14 veces All-Star, diez apariciones en el mejor quinteto de la NBA, nueve en el mejor equipo defensivo, diez veces máximo anotador… También, más partidos consecutivos anotando con dobles dígitos (842), metiendo 40 o más puntos en 211 partidos, y 50 o más en 39 encuentros.

 

Se despedía así un jugador sublime que había maravillado durante casi dos décadas a los aficionados al baloncesto de todo el mundo, también el deportista que nunca aceptaba una derrota y que se caracterizó siempre por su carácter competitivo. Su legado resulta incontestable. Sotheby’s, la casa de subastas, vendió unas de las zapatillas Air Jordan 1s que usó en su primera temporada en los Bulls por 560.000 dólares, y la camiseta que lució en su última final en la NBA por 10,1 millones. Hoy, millones de jóvenes que no llegaron a verle jugar persiguen hacerse con sus Air Jordan y con la mítica camiseta de tirantes del 23 de los Chicago Bulls.

 

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“He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi trescientos partidos. Veintiséis veces se me confió hacer el tiro decisivo para ganar el partido y fallé. He fallado una y otra vez en mi vida. Y por eso tuve éxito”, dijo en una ocasión Michael Jordan. Pocas frases pueden definir mejor a un jugador que llegó más alto que ningún otro al sumar a unas condiciones físicas excepcionales y unas habilidades innatas para el juego esa mentalidad ganadora que nunca conoció límites. Ni antes como jugador, ni ahora como hombre de negocios.   

 

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