
Ni los más fuertes ni los más inteligentes, sobreviven los más amables
JONATHAN BENITO: PROFESOR E INVESTIGADOR DE NEUROCIENCIA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID. DIVULGADOR CIENTÍFICO CON EDITORIAL PLANETA Y TOP 100 CONFERENCIANTE DE THINKING HEADS.

Jonathan Benito, profesor, investigador y top 100 conferenciante de Thinking Heads. / D.R.
Jonathan Benito
Desde los albores de la humanidad, cada individuo y organización ha luchado por posicionarse en lo más alto de su entorno. Ya sea en el trabajo, en los círculos sociales o en el competitivo mundo empresarial, todos queremos sentirnos importantes, influyentes y valorados. Sin embargo, muchas veces lo intentamos con estrategias ineficaces y perjudiciales. ¿Y si te dijera que la biología evolutiva ya tiene la respuesta para alcanzar el éxito de manera natural y sostenible?
Animales listos, pero animales, al fin y al cabo
Si la historia de la tierra la representásemos en un reloj y hubiera comenzado a las 00:00:00, la vida aparece sobre las 02:20:00 de la madrugada, mientras que los seres humanos llegamos a las 23:59:58. Es decir, acabamos de llegar. Hay una larga historia evolutiva detrás de nosotros que constantemente ignoramos.
Todas las especies de la faz de la tierra han luchado por dos objetivos: sobrevivir y reproducirse. Para ello se han desplegado estrategias de lo más variopintas, desde modificaciones en su morfología hasta cambios en su comportamiento. Hace varios millones de años hubo animales que optaron por vivir en grupo, por las grandes ventajas que ello comportaba. Pero vivir en grupo también tiene inconvenientes, y es que los grupos nunca son homogéneos, sino que siempre surgen jerarquías, donde unos dominan y otros son dominados. Los individuos dominados corren el riesgo de caer en la exclusión del grupo, lo conlleva a la una muerte inevitable. En aras de evitar este dramático final, y poder ascender posiciones jerárquicas dentro del grupo, el cerebro, durante varios millones de años, ha desarrollado un abanico de estrategias que explican prácticamente la totalidad de los comportamientos que despliega el ser humano, entre los que destacan la necesidad de aceptación y de ser valorados. Para evitar la exclusión y ascender en la jerarquía hemos usado todo tipo de estrategias, entre las que sobresalen la agresividad y la hipercompetitividad. Ambas son ineficaces y destructivas para los que las generan y las reciben. Tanto a nivel individual coom organizacional.
Entonces, ¿cuál es la estrategia adecuada?
La respuesta nos la van a dar los perros. Los perros y los lobos comparten el 99.9% de su genoma; sin embargo, mientras que los lobos llevan miles de años tonteando con la extinción, los perros inundan por millones nuestros hogares. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? La prosociabilidad (que para simplificar podríamos definirla como amabilidad o amigabilidad). El perro desciende de un antepasado común con los lobos: el lobo de la edad de hielo. Los lobos son animales desconfiados, agresivos e impredecibles y los humanos nunca les dejaron acercarse a sus poblados. Pero entre ellos surgían individuos no agresivos y más confiados, de manera que los humanos les dejaban que comiesen los restos de su comida. Los lobos sociales comían, los otros no, y por tanto comenzaron a aparearse entre ellos y a ser cada vez más sociales, hasta se convirtieron en animales ultrasociales: los perros (¡se autodomesticaron!).
Tu posicionamiento social y el de tu organización
Los Homo sapiens son a los neandertales lo que el perro es al lobo. Los neandertales eran más fuertes, probablemente más inteligentes y estaban mejor adaptados al frío que nosotros. Sin embargo, somos nosotros los que estamos aquí y no ellos. ¿Por qué? Pues precisamente por la prosociabilidad. Llegó un momento en el que ser el más fuerte y el más inteligente no era suficiente, se necesitaba algo más. Los neandertales eran seres sociales solo entre sus pequeños grupos de convivencia, pero se liaban a palos frente a otros grupos de iguales. Los sapiens no, nosotros éramos capaces de colaborar con otros sapiens en beneficio de un bien común. A diferencia de los neandertales, desarrollamos la colaboración intergrupal, de manera que dicha colaboración favoreció de una manera exponencial el desarrollo de la tecnología y por tanto nuestra supervivencia.
La prosociabilidad: una estrategia de ganadores
¿Quieres hundir una organización? Es muy fácil: fomenta la agresividad y la competitividad interna. Y ocurre justo todo lo contrario, aquellas organizaciones que apuestan por impulsar la prosociabilidad entre sus trabajadores son las que desarrollarán una ventaja competitiva sin precedentes.
El sapiens no ha alcanzado, ni mucho menos, su culmen de prosociabilidad. Aún puede serlo mucho más, y aquellos individuos que consigan ser más prosociales serán los que escribirán la historia.
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