INDUSTRIA
El sector naval asturiano se reinventa de la mano de los astilleros Armón y Gondán
Los dos grandes astilleros asturianos acaparan el 70% de todos los contratos del sector firmados en España gracias a la reinvención del negocio que han puesto en marcha en las últimas décadas

Buque en construcción en el astillero de Gondán en Figueras. / Miki López
Yago González
El 27 de junio de 2013, un abarrotado salón del Hotel Ritz de Madrid escuchaba las palabras de Joaquín Almunia, entonces comisario europeo de Competencia. El político español, histórico dirigente del PSOE, anunció desde su atril que el sistema tax lease, un complejo mecanismo financiero con el que los astilleros españoles podían vender con descuento sus barcos a las empresas navieras, era "incompatible" con el orden jurídico de la UE y que, por tanto, los inversores beneficiados con ese método debían devolver las ayudas. De pronto, en plena intervención de Almunia, los asistentes a la conferencia escucharon unas voces procedentes del fondo de la sala. Un hombre de 1,90 metros de altura se había levantado de su silla y señalaba directamente al comisario: "¡Eso es la muerte del naval!".
Los telediarios y las crónicas periodísticas de la jornada recogieron la sorpresiva protesta del asturiano Álvaro Platero, máximo representante de la asociación de pequeños y medianos astilleros españoles (Pymar, a cuyo frente aún continúa) y presidente de Astilleros Gondán, firma familiar ubicada en Figueras (Castropol). El empresario juzgaba que la prohibición del tax lease suponía la puntilla para un sector cuyas contrataciones se habían visto muy afectadas por las investigaciones de Bruselas. Tras una lucha en los tribunales que se prolongó durante más de dos años, en 2015 el Tribunal General de la UE dio la razón a los constructores navales y declaró legal el sistema de incentivos. El sector esquivó un enorme iceberg jurídico que podría haberlo hundido.
Al estilo ‘boutique’
De ese modo, el naval asturiano obtenía un nuevo hito en su singladura, marcada por una dolorosa reconversión que durante décadas agitó las calles y puso al límite su supervivencia ante la desaparición y fusión de varias compañías. El sector supo reinventarse y abrirse un hueco en el mercado global, diferenciándose de los grandes armadores asiáticos -donde predomina la producción estandarizada- y especializándose en buques más pequeños, pero con avanzadas prestaciones tecnológicas. Estilo boutique, a demanda del cliente.
En la actualidad, Asturias es uno de los territorios estrella de un negocio que va viento en popa: sus dos principales astilleros, Armón y Gondán, construyen siete de cada 10 barcos contratados en España y su cartera de pedidos y entregas está en niveles récord. Solo el año pasado, las dos empresas firmaron contratos para la construcción de 26 buques de todo tipo, desde remolcadores hasta barcos de investigación oceanográfica, pasando por pesqueros, patrulleras, buques para fuerzas armadas, barcos de pasaje o buques de apoyo a parques eólicos marinos. La inmensa mayoría fueron encargos realizados desde el extranjero, en concreto de Francia, Panamá, el Reino Unido, Argentina, Suecia, Noruega e Islandia.

De izquierda a derecha: Álvaro Platero (padre) y Álvaro Platero (hijo) en la sede de la empresa, Figueras, Castropol (Asturias). / Miki López
Esos contratos han engordado la cartera de pedidos de los dos grupos asturianos hasta los 41 barcos, según los últimos datos del Ministerio de Industria. Un total de 37 barcos son pedidos de los astilleros de Armón en Navia, Gijón, Puerto de Vega, Burela (Lugo) y Vigo (Pontevedra), y los cuatro restantes son pedidos de Gondán en Figueras (Castropol). Según datos de Pymar, esa cartera nacional de pedidos está valorada en más de 2.500 millones de euros y la fabricación de esos barcos genera cerca de 14 millones de horas de trabajo, lo que supone el máximo nivel de actividad desde 2011.
Aunque en los últimos años hayan confluido en una más que excelente racha de éxitos, la historia de Armón y Gondán es diferente. La trayectoria de la primera se enlaza al epicentro histórico del sector en Asturias, la bahía de Gijón, y a una de sus firmas más insignes, Astilleros Juliana. Exactamente en el quicio de los siglos XIX y XX, el año 1900, se fundó en la ciudad la empresa Constructora Gijonesa, inicialmente dedicada a la fabricación de mosaicos, mármoles y ladrillos, entre otros materiales. Más adelante se adentró en la construcción naval, estableciendo un astillero en el barrio de El Natahoyo, donde en 1912 botó su primer barco, el vapor Antonio López.

Laudelino Alperi, consejero delegado de Astilleros Armón. / Marcos León
Los dominios de Juliana
En 1925, el empresario Domingo Juliana Albert, oriundo de Castellar del Vallès (Barcelona) y emigrado a Asturias (al igual que otra familia que sería clave en la economía de la región, los Masaveu), adquirió la compañía, que pasó a denominarse Juliana Constructora Gijonesa. A lo largo del siglo XX, el astillero creció y se especializó en la construcción y reparación de buques, especialmente pesqueros y mercantes. Muy cerca, otras notables compañías asturianas también despuntaban en la actividad astillera, como Cantábrico, Riera o Cifuentes, Stoldtz y Compañía, que en 1940 pasó a ser controlada por la entonces vigorosa Duro Felguera. Esos astilleros se centraban en barcos de madera y, posteriormente, en embarcaciones de acero, impulsados por la transición de la vela al vapor y el aumento de la demanda de buques de pesca y mercancías. En su momento de máximo esplendor, la construcción de barcos llegó a dar empleo a unos 4.000 asturianos.
Los años 70 dieron comienzo a las reconversiones industriales en España, entre ellas la naval, lo que propició una incesante mutación en la dimensión y la propiedad de Astilleros Juliana. En 1975 se integró en Astilleros Españoles, una fusión de varios astilleros públicos, pero en las décadas siguientes no dejaron de crecer las dificultades por la crisis del sector y la creciente competencia internacional, desatando la conflictividad laboral y las protestas de los trabajadores en las calles de la región.
En 2001, la firma pasó a formar parte de Izar, el nuevo grupo estatal heredero de Astilleros, hasta que se decidió su privatización en 2004. La compañía fue entonces adquirida por el grupo gallego Vulcano, pero la situación no mejoró. En 2009, con una deuda de más de 60 millones, Juliana entró en quiebra y en 2010 los tribunales lo adjudicaron al grupo naviego Armón por 14 millones de euros. La compra se formalizó en febrero de 2011.
"El sector naval en Asturias ha vivido en las últimas décadas una importante transformación, basada en la resiliencia, la adaptación y la innovación", señala a este diario Ricardo García, director comercial de Armón, una compañía que, hasta la adquisición de Juliana hace 14 años, había evolucionado desde sus orígenes en los años 40 como un modesto taller de carpintería de ribera en Puerto de Vega (Navia), donde construía pequeñas embarcaciones de madera. En 1963 se constituyó como cooperativa y se enfocó en lanchas motoras de pesca con casco de acero, hasta su transformación en sociedad anónima en 1974. Su propietaria era la familia Díaz, vinculada a los dueños de Gondán, también oriundos del occidente asturiano.
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