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¿A quién debería llamar Henry Kissinger hoy?
Si la UE quiere salir bien parada y no convertirse en el queso fundido del sándwich, tiene que ser ambiciosa y definir quién tiene que hablar en su nombre

Friedrich Merz, próximo canciller alemán / EP
Solo quedan 1.420 días, empezando por este domingo, 2 de marzo, hasta el 20 de enero de 2029. Faltan ya menos de cuatro años para que Estados Unidos y el mundo dé la bienvenida al sucesor de Donald Trump como nuevo presidente. Desconocemos quien lo relevará. Tampoco sabemos si Trump aguantará todo este tiempo, si le ocurrirá alguna desgracia o si nos invadirán los extraterrestres para echarlo de la Casa Blanca. Lo único certero es que llevamos 41 días de trumpismo, segunda parte. Un tiempo suficiente para anotar que el presidente de Estados Unidos ha decidido cambiar de aliados. Para él, dentro del escenario MAGA (Make America great again), el mundo es un negocio donde los daños colaterales no importan si pueden lograr generar beneficios económicos en la franja de Gaza, en Ucrania o en el espacio, de la mano de su amigo Elon Musk. El fin justifica los medios. La amoralidad como bandera.
Desde la Unión Europea (UE), Trump es una gran oportunidad para poder elevar objetivos y ambiciones. Más vale no pensar si su legado está para quedarse o si será un paréntesis excepcional en la historia de la alianza atlántica-europea que ha marcado el rumbo de las democracias liberales desde el fin de la Segunda Guerra Mundial para enfrentarse a las dictaduras comunistas y fascistas.
La duda es quién debe liderar y marcar el paso de una UE donde algunos echamos de menos la presencia del Reino Unido, que servía para atemperar el exceso de dirigismo y obsesiones burocráticas procedentes del otro lado del canal de la Mancha. Aquella pregunta que se hizo el ex secretario de Estado americano de 1973 a 1977, Henry Kissinger: a quién llamar cuando quiere hablar con Europa, cobra hoy mucha más indefinición.
La escena es fácil de imaginar: ¿quién hablaría por la UE en una cumbre en la que estuvieran Trump, Vladímir Putin y Xi Jinping? La respuesta lógica para quien no tenga toda la información es la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen. Sin embargo, su elección no es fruto de unos comicios, sino de los designios de los líderes de los partidos más relevantes de la UE. Von der Leyen no ocuparía su cargo si no hubiera obtenido el beneplácito de Alemania y Francia en primera instancia. Difícilmente su presencia sería valorada por Trump y compañía.
Las dos economías más potentes de Europa representan sumadas el 41% de su PIB. Nada se moverá en la UE sin su visto bueno. En este caso, significa que el interlocutor por parte de la UE solo podrían ser Emmanuel Macron, presidente de Francia, o el próximo canciller de Alemania.
Que Francia sea una potencia nuclear juega a favor de la República. Que Macron ya se haya visto con Trump en el pasado y recientemente, también. Macron, como demuestran las imágenes de su reciente encuentro en la Casa Blanca, incluso ha aprendido a interactuar con el presidente estadounidense, intentando ponerse a su nivel gestual en plan macho alfa que no se arredra. Sin embargo, Macron es un pato cojo en términos políticos. El Gobierno de Francia liderado por el primer ministro François Bayrou se mueve en el alambre intentando reformar la grave situación financiera del país. Enfrente, la opositora del partido Agrupación Nacional de la extrema derecha, Marine Le Pen, admiradora de Trump, se ve cada día más cerca del palacio del Eliseo, y capaz de ser la ganadora de las próximas elecciones presidenciales de 2027, donde Macron ya no podrá presentarse.
El próximo canciller
El demócrata cristiano Friedrich Merz será el próximo canciller alemán con el apoyo, salvo inesperadas sorpresas, del SPD, partido socialdemócrata y, ojalá, de los Verdes. Nadie pone en duda su capacidad intelectual. Sus mensajes en defensa de revitalizar Europa han sonado muy claros. Su arrogancia germana y puesta en escena -mide 1,98- siempre pueden ayudar en una mesa de negociaciones. Como en el caso de Macron, sabe que su oposición, el partido ultra AfD, será la voz de Trump en su país, deseosa de poder acabar siendo alternativa de Gobierno si Alemania va mal.
Más allá de Alemania y Francia, la primera ministra italiana, Georgia Meloni, puede jugar un papel relevante. Siendo la mandataria más cercana a Trump ideológicamente, han sido muy claras sus palabras en defensa de la soberanía de Ucrania, de su líder, Volodímir Zelenski, y contra Rusia. Por peso económico, España es la cuarta economía de la UE. ¿Pero hay alguien que se imagine a Pedro Sánchez representando a la UE en una cumbre multilateral?
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