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¿Por qué es racional el entusiasmo europeísta de Enrico Letta?

Enrico Letta, a la derecha, durante su intervención en el II Foro Financiero de Prensa Ibérica junto a Martí Saballs.

Enrico Letta, a la derecha, durante su intervención en el II Foro Financiero de Prensa Ibérica junto a Martí Saballs. / Maite Cruz

Enrico Letta es hoy una de las voces más consistentes dentro de la UE. El autor del informe sobre competitividad encargado por los jefes de Estado estuvo este martes en el II Foro Financiero que organiza Activos, el canal de información económica de Prensa Ibérica que dirige Martí Saballs. Letta transmite un entusiasmo que nace de la racionalidad y no de las vísceras. Es menos intenso, pero más duradero. El exprimer ministro italiano aseguró que las trabas a la unión bancaria, una de las piezas que considera básicas para poner a Europa en el mapa, no son reales, sino “políticas y culturales”. El bienestar de los europeos depende más de la solvencia de los servicios financieros que de cualquier otra cosa. Por otro lado, Letta cree que la batalla está en el ámbito de las ideas.

Los estados prefieren alimentar “campeones nacionales” en energía, telecomunicaciones o finanzas que estimular compañías transfronterizas que luchen por estar en el top 5 global de cualquiera de estos sectores. Y eso, hoy, es una traba a la consolidación de Europa. Letta, con un punto de ironía, advirtió que en la UE hay países considerados oficialmente pequeños y países que se autoengañan pensando que no son pequeños. En un mundo global, Francia y Alemania son pequeños estados.

Letta acabó animando a los presentes, las cúpulas de los principales bancos españoles, a liderar esta idea de Europa. Un poco en la línea de una intervención del pasado verano del teniente de alcalde Jordi Valls, vino a decir que, desde España, desde un sistema financiero saneado y robusto, lo que toca es defender cómo avanzar hacia la unión bancaria en lugar de esperar a que otros decidan que ha llegado el momento. Otra voz, pues, que relativiza la crisis en Francia y Alemania y que aboga por más Europa. Si el PSOE y el PP se entendieran al menos en esto, el resultado podría ser tremendamente reformista, mucho más duradero que cualquier revolución de medio pelo o de cualquier guerra cultural.