Entrevista

Muriel Pénicaud: "O integramos a los migrantes o trabajaremos hasta los 70 años"

La que fue ministra de Trabajo en Francia de 2017 a 2020 alerta de que la reducción de jornada sin apoyo empresarial puede aumentar la carga de faena a los empleados, como pasó en el país galo hace 20 años

Entrevista con Muriel Pénicaud, exministra de trabajo francesa.

Entrevista con Muriel Pénicaud, exministra de trabajo francesa. / ELISENDA PONS

Gabriel Ubieto

Hoy España transita un debate similar al que Francia vivió en 2000 cuando aprobó la reducción de jornada a 35 horas semanales. Similar, pero no idéntico, ya que especialmente tras la pandemia y con la irrupción del teletrabajo la preocupación de los empleados no pasa solo por el número de horas que faenan, sino cómo y con qué autonomía se las distribuyen, según insiste la ex ministra de Trabajo francesa Muriel Pénicaud.

La que formara parte del ejecutivo francés bajo la primera presidencia de Emmanuel Macron entre 2017 y 2020 ha visitado Barcelona como ponente del 35º Congreso de la Asociación Francófona de Gestión de Recursos Humanos (AGRH), organizado por EADA Business School. Tras su intervención, en la que habla de inteligencia artificial, crisis ecológica, formación continua e inmigración atiende a EL PERIÓDICO.

Francia fue pionera hace 24 años en reducir por ley la jornada por debajo de las 40 horas semanales. Fue positiva esa medida para la economía?

Tuvo cosas buenas y no tan buenas, pero la cuestión es diferente hoy en día. Hace 24 años la idea en Francia fue responder a una expectativa de la gente de tener más tiempo, un mejor equilibrio entre tiempo personal y profesional. Esto es algo bueno. La dificultad vino de hacerlo de un modo uniforme para todo el mundo. En Francia tenemos un estado bastante más centralizado que en España. Lo que creó problemas de productividad y eficiencia. Por ejemplo, en los hospitales los médicos no tenían el suficiente tiempo para hablar con los pacientes.  

¿Cómo se podría haber hecho mejor?

Muchas cosas se podrían haber hecho mejor. Es interesante como, 24 años después, Francia tiene la misma jornada que Alemania o Reino Unido, pero en estos países se ha llegado a través de la negociación, no mediante una ley. Legislar puede ser más rápido, pero también menos adaptado a las necesidades de los sectores. No pretendo dar ningún consejo a nadie, pero creo que es importante negociar no solo los derechos sociales, sino también las condiciones laborales para seguir siendo productivos

La reducción de jornada será más fácil de aplicar si se hace de manera gradual

¿Cómo?

No es solo una cuestión del número de horas, sino de reorganizar las empresas y eso requiere tiempo para negociarlo. Hoy en día las expectativas de la gente van más allá del número de horas que se trabajan, la flexibilidad de los horarios es muy importante. Alrededor del 40% de los trabajadores puede teletrabajar y eso da una flexibilidad que a los empleados de los comercios, la industria, el transporte o la construcción no tienen. También gente que quiere trabajar más durante una etapa de su vida para tener más dinero y que luego durante otras fases quiere trabajar menos porque valora más su tiempo libre. Todo ello dificulta la organización de las empresas, pero no es imposible

¿Así que la reducción de jornada es más eficiente si se aplica gradualmente y de forma negociada?

Sí, y en el marco del diálogo social. Debe adaptarse a los sectores, eso es clave.

En España la patronal no está, por el momento, de acuerdo con negociar una ley para reducir la jornada. ¿Dificultará eso su aplicación?

Sí, ya pasó en Francia.

¿Qué tipo de problemas generó?

Por ejemplo, al reducir la jornada laboral de los conductores de autobús, algunos buses salían más tarde en la mañana y había trabajadores que no llegaban a su hora al trabajo. Es un ejemplo, no significa que un Gobierno no deba apostar por reducir la jornada, pero debe tener en consideración como quedará organizado el trabajo cuando lo haga. Una medida negociada y acordada siempre genera un resultado más robusto. 

Reducir la jornada no generó más empleo y provocó que las empresas exigieran trabajar más duro a sus empleados

¿En Francia la reducción de la jornada ayudó a repartir el trabajo y generar más empleo?

No, no creó más empleo. La gente tuvo que trabajar más duro. No hubo negociación y las empresas dijeron “si tengo que pagar el mismo sueldo por menos horas debe salir el mismo trabajo”. 

Durante su etapa como ministra de Trabajo logró reducir el desempleo en Francia a mínimos históricos. ¿Cuáles fueron las claves de su reforma?

Cuando asumí el cargo, el paro en Francia era del 9,7% y tres años después estaba en el 7,3%. Se crearon en esos tres años 1,5 millones de empleos. Entonces había un ‘momentum’ con la llegada de Emmanuel Macron, un nuevo presidente, con nuevos aires. Eso ayudó. A nivel de medidas, impulsamos tres. Nos inspiramos en los países nórdicos e impulsamos el diálogo social como espacio de negociación, dándole más autonomía a los sectores y a las empresas, especialmente a las pymes, y menos decisiones uniformes para toda la economía.

¿Cuál fue la segunda? 

Impulsar la formación profesional, especialmente para reducir el elevado desempleo juvenil, que estaba por encima del 20%. Inspirándonos en los modelos suizo y alemán, implicando a los agentes sociales y a las regiones. Pasamos de 300.000 aprendices al año a un millón. Un modelo, además, que promueve el ascensor social, porque luego el 30% de esos aprendices acaba haciendo estudios superiores. Algo que muchos no podrían permitirse, porque les implica pagar por estudiar y, primero, con el modelo de aprendices, cobran por estudiar.

En Francia, los empleados tienen un cheque de 500 euros al año para pagarse formaciones

¿Y la tercera?

Mejoramos la formación creando una cuenta en la que cada empleado que lo solicitara recibía 500 euros al año que podía gastarse en cursos para mejorar sus habilidades. La subvención no iba a la empresa, sino directamente al trabajador. Lo que les permitía pensar en sus propias carreras profesionales, no en la necesidad que en ese momento tenía la empresa para la que trabajaban. De los 30 millones de trabajadores que tenían derecho a esa cuenta de formación, unos 7 millones la aprovecharon, con mucha presencia de mujeres y trabajadores senior.

Entrevista con Muriel Pénicaud, exministra de trabajo francesa.

Entrevista con Muriel Pénicaud, exministra de trabajo francesa. / ELISENDA PONS

¿Cuántas horas al día sería razonable que un trabajador dedicara a formarse?

He sido embajadora de la OCDE y desde 1987 esta organización realiza un estudio cada año sobre cuánto tiempo se mantiene vigente la formación que una persona recibe. En 1987, la duración de un grado universitario era de 30 años, de media. Hoy es de dos años.

La actualización parece inevitable

Singapur es un país pequeño pero con una gran reputación a nivel de educación superior en todo el mundo. Su primer ministro dijo hace poco que cada ciudadano debería pasar, de los 365 días que tiene un año, un total 120 días formándose. 

No se si todas las empresas pensarán lo mismo

La formación continua en las empresas es imprescindible, especialmente tras la irrupción de la inteligencia artificial. Todo el mundo necesita formarse, haga el trabajo que haga. La formación será parte del trabajo, de la misma manera que respirar para vivir. En un futuro dedicaremos una o dos horas cada día a aprender. Una dinámica muy sana sería acabar la jornada laboral dedicándole unos minutos a reflexionar sobre lo que has aprendido hoy y que no sabías ayer.

La IA cambiará entre el 50 y 80% de los empleos durante los próximos 10 años

¿La IA nos quitará el trabajo?

Según el FMI o la OCDE, va a cambiar entre el 50 y 80% de los empleos durante los próximos 10 años. Creará algunos, destruirá otros y transformará la mayoría. Los radiólogos, por ejemplo, tendrán que reinventarse, porque la IA ya hace mejores diagnósticos que un ojo humano. Así tendrán más tiempo para explicarles bien el diagnóstico a sus pacientes. En el hospital de Montreal (Canadá) ya tienen robots para distribuir por las habitaciones las comidas o los periódicos. Pero no han recortado empleo, ya que saben que un buen trato al paciente es clave para mejorar su salud y ese componente emocional no va a poder reemplazarlo la IA.

¿Cómo se mide el valor emocional que uno le da a su trabajo?

Ese es un problema. Sabemos que es un valor para la economía, pero todavía no podemos cuantificar la creatividad o las emociones.

Demográficamente la sociedad europea está envejeciendo. ¿En 10 años será habitual que la gente trabaje hasta los 70 años?

Ya es el caso de Japón. No se lo que pasará en Europa. Hoy en día ya tenemos más jubilados que jóvenes. En 15 años, el 35% de los europeos tendrá más de 65 años. Eso significa muchos empleos, para cuidados, transporte, adaptación de edificios…. Pero no tendremos gente suficiente para ocuparlos. Necesitamos más formación para los jóvenes, aquí la formación profesional es clave. Y luego necesitaremos migrantes. En África la mitad de la población tiene menos de 20 años. ¿Cómo regulamos esa inmigración? ¿Cómo les integramos? No hablo desde una perspectiva ideológica, lo enfoco únicamente desde un punto de vista económico. Hay dos maneras, o hacemos como Japón, trabajamos hasta los 70 años y lo combinamos con robots, o aceptamos e integramos la migración.