OPINIÓN

La educación financiera es el mejor activo en el que invertir

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Cuando decidimos realizar una inversión, del tipo que sea, lo hacemos porque buscamos mejorar nuestra situación en un futuro.

Cuando decidimos realizar una inversión, del tipo que sea, lo hacemos porque buscamos mejorar nuestra situación en un futuro. / IAHORRO

Cuando decidimos realizar una inversión, del tipo que sea, lo hacemos porque buscamos mejorar nuestra situación en un futuro. Planificamos una estrategia teniendo en cuenta nuestros objetivos y recursos y evaluamos cuidadosamente factores como la rentabilidad y el riesgo. En el entorno financiero es muy común reflexionar ante este tipo de situaciones y buscar inversiones monetarias que prometan buenos rendimientos. Sin embargo, hay un punto de partida esencial para cualquier proyecto que, a menudo, se pasa por alto: contar con una buena educación financiera.

Entendemos como educación financiera la capacidad que las personas tienen de comprender cómo funciona el mundo financiero y saber desenvolverse en este ámbito gestionando, por ejemplo, su propia economía.

A pesar de que este conocimiento es esencial y aplicable a prácticamente cualquier persona en su toma de decisiones diaria, el Banco de España califica el nivel de conocimiento financiero de los españoles como "bastante pobre". Además, según la III Encuesta de Educación Financiera de EFPA España, los profesionales del asesoramiento financiero otorgan una nota media de 4,65 al nivel de educación financiera en nuestro país.

Estamos suspensos en una disciplina que nos afecta desde la niñez, cuando empezamos a gestionar, por ejemplo, una paga. A medida que crecemos, la implicación de nuestras decisiones financieras es cada vez mayor. Debemos ser capaces de ahorrar para unas vacaciones, solicitar un préstamo, firmar una hipoteca o tener un colchón de ahorros para la jubilación.Por ello, es crucial iniciar la planificación financiera desde una edad temprana, ya que esto nos permite desarrollar buenos hábitos económicos y prepararnos mejor para enfrentar los retos financieros que surgirán a lo largo de nuestra vida.

Cabe destacar que todas las personas que invierten su dinero buscan una rentabilidad en ello. Sin embargo, muy pocas personas se plantean la posibilidad de que la mejor inversión sea la propia educación financiera de uno mismo. Invertir lo antes posible en educación financiera nos permitirá conocer las posibilidades que tenemos por delante e invertir dentro de una planificación a futuro, con unas metas y objetivos claros, y unos conocimientos que respalden cada movimiento de nuestro dinero. Cuanto antes empecemos, más tiempo tendremos para beneficiarnos de aspectos como el interés compuesto y de mitigar el impacto de posibles errores iniciales.

Además, aunquealgunas personas pueden considerar que tienen un buen nivel de cultura financiera, es importante reconocer que esta industria está en constante evolución. Surgen nuevos conceptos, herramientas y productos financieros que requieren una actualización continua de nuestro conocimiento. Estar al día con estas novedades no solo nos ayuda a aprovechar nuevas oportunidades de inversión, sino que también nos protege de posibles fraudes o malas decisiones basadas en información obsoleta. La educación financiera no es un objetivo que se alcanza una vez, sino un proceso continuo de aprendizaje y adaptación.

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En este contexto, la ayuda de un asesor o planificador financiero puede ser invaluable. Estos profesionales no solo nos orientan en la toma de decisiones estratégicas, sino que también nos enseñan a gestionar nuestras finanzas de manera más efectiva. Al interactuar con un asesor financiero, podemos mejorar nuestra cultura financiera y, de manera indirecta, influir positivamente en la educación financiera de quienes nos rodean ya que las conversaciones y consejos de un experto pueden desmitificar conceptos complejos y hacernos más conscientes de nuestras opciones y riesgos.

Para mejorar el nivel de educación financiera de la población, es fundamental la colaboración de diversos actores: instituciones públicas, privadas y el ámbito familiar. Las escuelas deben incluir la educación financiera en sus programas, las empresas pueden ofrecer talleres y recursos para sus empleados y las familias deben fomentar conversaciones abiertas sobre dinero y finanzas en su entorno. Solo a través de un esfuerzo colectivo se puede lograr un incremento significativo en la cultura financiera de la sociedad, proporcionando a las personas las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas y seguras.