Industria farmacéutica

Nuevos medicamentos: urgente e importante

La rapidez con que se descubrió la vacuna contra el covid-19 permitió suponer que empezaría a acelerarse el desarrollo de otros fármacos. Una mala noticia: no ha sido así

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Alexander Fleming, inventor de la penicilina

Alexander Fleming, inventor de la penicilina / 'activos'

En 1939, 11 años después de su descubrimiento por parte de Alexander Fleming, investigadores de la Universidad de Oxford iniciaron el proceso para convertir aquel producto de laboratorio en un fármaco. La American Chemical Society (ACS) cuenta cómo se produjo el desarrollo y posterior industrialización de un invento que tanto ha servido para la humanidad: el antibiótico.

Tal como cuenta la ACS: "El 12 de febrero de 1941, un policía de 43 años, Albert Alexander, se convirtió en el primer receptor de la penicilina de Oxford. Se había rascado un lado de la boca mientras podaba rosas y había desarrollado una infección potencialmente mortal con enormes abscesos en los ojos, la cara y los pulmones. Se le inyectó una dosis de penicilina y, en unos días, se recuperó notablemente. Lamentablemente, se acabaron los suministros de la droga y murió unos días después. Sin embargo, se obtuvieron mejores resultados con otros pacientes, y pronto hubo planes para hacer que la penicilina estuviera disponible para las tropas británicas en el campo de batalla".

El mundo se hallaba en plena Segunda Guerra Mundial y farmacéuticas inglesas y estadounidenses se lanzaron también a la investigación. Una de las carreras más apasionantes en la historia de la investigación. Finalmente: "El 1 de marzo de 1944, Pfizer abrió la primera planta comercial para la producción a gran escala de penicilina por cultivo sumergido en Brooklyn, Nueva York".

En 1998, Pfizer volvió a acaparar los titulares de la prensa mundial con la comercialización de Viagra. Y, 22 años más tarde, Pfizer se convirtió de nuevo en una de las marcas más reconocidas a nivel mundial gracias a haber lanzado una de las primeras vacunas contra el covid.

El 27 de diciembre de 2020 empezaron a inyectarse en la Unión Europea aquellas vacunas que iniciaron el principio del fin de una pesadilla. Fueron meses de investigación acelerada por parte del sector privado, urgido y untado por el sector público para que no se demorara ni un segundo el proceso de investigación. En 2020 de nada sirvieron ni nadie mencionó los requisitos regulatorios que rodean las tres fases previas que deben superarse para poder lanzar un medicamento. Unas fases que suelen durar 10 años como mínimo.

La urgencia y la voluntad política, que se ampara bajo los pontificados de los reguladores, serían suficientes para resolver uno de los grandes interrogantes de la investigación médica: ¿por qué no pueden acortarse más los procesos de validación de medicamentos que pueden ser esenciales para curar enfermedades, empezando por muchos tipos de cáncer? ¿Qué lo impide? ¿Y por qué los criterios difieren dependiendo del país o zona geográfica?

Hace 30 años había muchas más facilidades que hoy para explorar los distintos mares para investigar

La indignación contenida que muestran en PharmaMar por los obstáculos constantes y la eterna burocracia que impide ir avanzando en la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos es comprensible. Esta compañía, conocida antiguamente como Zeltia, rompió de forma heterodoxa el mercado farmacéutico gracias a la visión de su fundador: José María Fernández Sousa-Faro.

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Constituida en 1986, su tesis era que los microorganismos marítimos podían ser un filón para poder avanzar en el desarrollo de nuevos fármacos. Una visión que ha durado hasta la actualidad. Sin embargo, las dificultades en 2023 para progresar han ido empeorando. Empezando en el principio de la cadena de valor de PharmaMar: la expedición submarina. Hace 30 años había muchas más facilidades para poder extraer microorganismos e invertebrados marinos en los mares del planeta. Del Caribe, donde se descubrió el compuesto que facilitó el Yondelis, a Noruega. Las dificultades y los requisitos de muchos países para poder explorar el mar se han acrecentado. Hoy, PharmaMar mantiene cuatro expediciones en distintos lugares.

El presidente de PharmaMar sigue buceando. Lleva el mar inscrito en su ADN, y con él, la empresa que fundó. Sigue siendo un actor distinto, original y ambicioso en un sector controlado por grandes multinacionales. El sector farmacéutico de origen español continúa en manos de empresas familiares de tamaño mediano que sobreviven a pesar de las complejidades inherentes al sector. En muchas ocasiones gracias a uno o dos productos superventas y a los genéricos. Junto a PharmaMar, Grifols, Esteve, Ferrer, Rovi, Almirall, Kern Pharma, Faes Farma, Uriach, Reig Jofré, Salvat son algunas de ellas. Todas minúsculas en comparación a Pfizer (100.000 millones de dólares en facturación en 2022), Merck, AbbVie, Jansen y Novartis, cinco mayores por negocio. La mayor en capitalización bursátil es la estadounidense Eli Lilly, con 583.000 millones, y la segunda es la danesa Novo Nordisk, 450.000 millones. Sus problemas son otros.