Tradición

Dos siglos haciendo abanicos artesanales sin perder la esencia

Impulsada por unas ventas que florecen entre hombres y turistas, la firma valenciana Abanicos Carbonell se ha adaptado a los nuevos tiempos manteniendo la tradición

Paula Carbonell, junto a varios de los productos que vende en su tienda

Paula Carbonell, junto a varios de los productos que vende en su tienda / Francisco Calabuig

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El arte pictórico no entiende de edades. Tampoco, en muchas ocasiones, de superficie. Una fachada o un cuadro, una piedra o la piel se cuelan en nuestro imaginario social a un golpe de vista, muchas veces imborrable. Lograrlo no es sencillo. Conseguirlo durante más de dos 200 años, aún menos. Sin embargo, ese triunfo es el que lleva logrando desde el siglo XVIII un negocio valenciano, Abanicos Carbonell. La empresa, familiar hasta la médula, se remonta a 1864, año en que Arturo Carbonell vio "una oportunidad" y se metió de cabeza "en uno de los negocios que estaban funcionando en la época", la compra de una firma de fabricación de abanicos que se había fundado en 1810.

Es así como lo cuenta, más de un siglo y medio después de aquellos días, la quinta generación de la familia, representada en la figura de Paula Carbonell. Desde su tienda, que durante su trayectoria se ha ido desplazando por diferentes enclaves del centro de la ciudad hasta quedarse en el actual, en pleno corazón del barrio de Russafa, la última representante de esta estirpe de creadores de abanicos recuerda cómo, paso a paso, se ha ido reduciendo esa presencia familiar hasta focalizarse únicamente en su padre y ella. Lo que no se ha minimizado en todo ese tiempo, asegura Carbonell, es "la tradición artesana 100%", pues no importan producto del extranjero, a diferencia -señala- de lo que sucede en otras de las escasas tres decenas de empresas de este gremio que resisten en España.

Innovar sin perder esencia

En su caso, aunque "poco a poco" han intentado "innovar" adaptándose a nuevos materiales, la realidad es que siempre han seguido "la misma línea en la fabricación, sin fallar nunca a las materias primas ni al tratamiento". Esa dualidad, mezcla de lo nuevo sin dejar atrás la esencia, es lo que lo que a su entender los "hace diferentes". Ella misma es partícipe de esa combinación diseñando y pintando sus propios abanicos en la parte de atrás del pequeño comercio. Fruto de ello, en sus estanterías se aprecian tanto abanicos más clásicos como otros más modernos, adaptados a "nuevas modas". 

Pero no solo su caso directo bebe de esa tradición familiar. Como ella misma cuenta, otros oficios necesarios para la fabricación de este emblemático objeto -desde el calado al burilado (una pequeña herramienta de acero, el buril, permite hacer el grabado)- continúan ligados al pasado. Es lo que sucede también con una de sus trabajadoras, que es "teladora e hija de teladora". "Este no es un oficio que puedas aprender en la calle, no vas a LinkedIn y lo encuentras. Tienes que buscar a gente que venga de una tradición", enfatiza Carbonell, que recalca que en este tipo de trabajo "no hay escuelas, que es lo que se echa de menos, algo de apoyo" también para el relevo generacional.

Porque hoy además de Paula Carbonell y su madre, son dos mujeres las que trabajan en este comercio. Y lo hacen cerrando cada día a las ocho de la tarde para posibilitar "una conciliación familiar" a la que dan "mucha importancia", algo que no impide que el negocio siga viento en popa. "Se vende una barbaridad, no he contado nunca cuántos abanicos vendo al año", aunque sí tiene claro que en 2022 superaron "las ventas de los años prepandemia con creces" en un sector muy cambiante en facturación dependiendo del ejercicio.

Y es que su gama de producto va desde los 10 euros hasta los 15.000 euros -un abanico que tardaron 12 años en realizar a mano-, aunque los que "más quiere la gente son los de uso diario , que valen entre 30 y 100 euros, con alguna decoración en seda que se vende muy bien o algunas más especiales". Esa amplia disponibilidad, junto a un "trabajo de previsión de fondos" que les permitió sobrevivir durante el covid, les ha llevado a tener en el pasado como clientes a grandes marcas como Dior, Loewe y Hugo Boss, pero también a que fuera y dentro de España su artesanía sea apreciada por un cliente cada vez más variado.

Porque la persona mayor que antes era joven "sigue viniendo a comprar el abanico por necesidad, por gusto o por lo que sea". No obstante, dos perfiles están cogiendo especial fuerza. El primero, los hombres, gracias al bum de ventas que está teniendo el abanico de caballero, un complemento "desconocido pero con características concretas" que está siendo "el más vendido de la temporada". El otro, sin embargo, mira fuera de las fronteras nacionales, ya que hasta ocho de cada 10 clientes, remarca Carbonell, son turistas foráneos debido no solo a que "les resulta curioso" sino también a que, tras años de venta y promoción, Abanicos Carbonell ya les resulta «conocido». A ello se suma el envío que a través de su tienda on line realizan a todo el mundo, de EEUU a Europa pasando por Latinoamérica, para conquistar cada rincón del globo.

Batalla y futuro

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No es una tarea sencilla: hay que batallar en un entorno en el que productos más baratos procedentes de otros países afloran. No obstante, Carbonell tiene claro por dónde discurre el camino: por "jugar en otra liga" y mantener una calidad "que es muy difícil de igualar en un producto extranjero no artesanal". Además, galardones como el recientemente obtenido en la segunda edición de los Premios Maestro Artesano Círculo Fortuny a la Mejor Trayectoria Artesanal son una "alegría". No solo porque "te da a conocer y eso es publicidad y dinero", también porque es "una palmadita en la espalda" reconociendo que haces bien tu trabajo, "porque hoy la artesanía está un poco olvidada".

De momento, el futuro de Abanicos Carbonell seguirá basándose en sus señas de identidad: "Mantenernos fieles a nuestra calidad y artesanía para continuar muchos años". En ese proceso, y aunque reconoce que queda mucho tiempo, confía en que sus hijos, "que están aquí desde pequeños", no dejen el negocio. Una afirmación que concluye con una sonrisa y otro deseo, el de "poder seguir 10 generaciones más por los menos".