ENTREVISTA

Mo Gawdat, gurú tecnológico: "Hemos llegado a un punto que sabemos utilizar mejor nuestros móviles que el cerebro"

Este exdirectivo pasó por Google, IBM o Microsoft. La muerte de su hijo cambió su mirada sobre las cosas. Ahora es un autor superventas que escribe para contarle al mundo las similitudes del cerebro con las máquinas

El gurú tecnológico Mo Gawdat.

El gurú tecnológico Mo Gawdat.

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Doce del mediodía y Mo Gawdat ya ha desayunado, meditado y dedicado un rato a su nueva afición, la carpintería. "¿Qué hora es allí?", pregunta a través de la pantalla del ordenador que le conecta con Barcelona. "¿Las nueve? Me sabe mal, las nueve de la mañana no pueden hacer feliz a nadie", bromea. Olvida que, de este modo, una tiene motivos para llegar antes a casa aquella noche. "Pues mira, ya has dado con un buen resumen de mi libro", felicita él. Este exdirectivo de Google publica en España Esa vocecita en tu cabeza (Zenith), un libro para demostrar al mundo que el cerebro es tan programable como un ordenador, y que la infelicidad es tan tratable como un virus informático.

PREGUNTA (P.) Me huelo que esta entrevista me va a poner celosa. Leyendo su libro parece que ha alcanzado el sueño universal: levantarse por la mañana tranquilamente, meditar, tener tiempo para un hobby…

RESPUESTA (R.) Estoy muy feliz con mi vida, pero no porque sea fácil: trabajo muchísimo. Solo que el trabajo que hago es diferente, porque no tengo horas definidas. Me levanto por la mañana y me tengo que poner objetivos diarios. Es difícil seguir haciendo eso cada día, porque mi esfuerzo no tiene un resultado directo: estoy escribiendo un libro, así que el resultado se va a ver a dos años vista.

P. Es cierto que hay que ser muy metódico y disciplinado para no dejarse llevar por el instinto de tumbarse en el sofá.

R. Exacto, porque normalmente cuando te permites parar un poco, se convierte en un hábito muy rápidamente. Si paro un par de días, seguramente no volveré a escribir en dos semanas.

P. ¿Cómo se presentaría?

R. He tenido dos vidas enteras. En la primera, he sido un ejecutivo de IBM, Microsoft y Google en los momentos en que estas empresas estaban cambiando el mundo. En Google estuve 12 años, siete de los cuales como jefe de mercados emergentes -abrí la mitad de sus oficinas globalmente-, y los otros cinco, como director de negocio de Google X, el área de innovación. Y luego, en 2014, perdí a Alí, mi hijo. En vez de colapsar, me encontré escribiendo mi primer libro, que llegó a ser un best seller internacional. De ahí que convirtiera esparcir la felicidad en mi misión. Escribí otro libro, aparentemente sobre inteligencia artificial, pero que en realidad iba sobre la humanidad en la era de la inteligencia artificial. Luego este [Esa vocecita en tu cabeza: resetea el código que hace funcionar tu cerebro para lograr una felicidad estable y duradera], en el que comparo la mente humana con un ordenador. Y mi próximo libro se llamará Unestressable [Inestresable] y va sobre gestionar el estrés. Me he puesto como objetivo analizar todo lo que nos estresa o lo que nos hace infelices: mi meta es hacer felices a un billón de personas.

P. Es raro encontrar a un ingeniero escribiendo sobre algo tan etéreo como la felicidad.

R. De hecho, se me conoce como el ingeniero de la felicidad y no creo que sea un enfoque erróneo. El problema con la felicidad es que la hemos estudiado como psicólogos, como líderes espirituales, como expertos en meditación, pero no como máquinas humanas. Hay que interiorizar que los humanos somos realmente una máquina. Por muy sofisticados que seamos, somos previsibles: si entrenas, te pones en forma; si no comes bien, ganas peso; si te expones a un virus, enfermas… Mi planteamiento es que si somos una máquina, nos podemos estropear como una máquina. Parto de la base de que nuestra condición original es la felicidad -cualquier niño que tenga sus necesidades básicas cubiertas, es feliz-, y lo que quiero es devolver al humano a esa condición natural, y hacerlo identificando qué es lo que funciona mal en la máquina.

P. Si no he entendido mal leyendo su libro, se trata de apartar pensamientos negativos, ¿no? Aprender a pilotar el cerebro.

R. Mi premisa es que algo no te entristece hasta que lo conviertes en un pensamiento. Si alguien te ha insultado, y tú no lo sabes, no te ofendes, porque no piensas en ello. Como es el pensamiento el que te hace infeliz, y como podemos decirle al cerebro en qué pensar, convencerlo de pensar en cosas mejores nos hará felices. Para mí hay dos tipos de pensamientos, los alegres y los útiles. Luego hay otros que son maliciosos, que te hacen sentir miserable y te hacen perder el tiempo, y que no te benefician de ningún modo. Si trabajamos en atraer pensamientos útiles, no solo mejorará la situación, sino que dejaremos de pensar en el pensamiento malicioso. Imagina que estás atrapado en un atasco y llegas tarde a una reunión, puedes pasar todo ese rato riñéndote por no haber salido antes o llamar a la persona que te espera. O encontrar una alternativa útil para salir de allí.

P. ¿Pero no es precisamente el enfado el que te lleva a buscar una alternativa? Si intentas ser optimista ante todo, ¿no corres el riesgo de ir por la vida un poco sedado? ¿O ilusamente ajeno a todo?

R. Es justo lo contrario. Una cosa que ha tenido mucho éxito de este libro es el diagrama de la felicidad, cuya primera sección es No vayas sedado por la vida. El gran problema del mundo moderno es que todo va de productividad, y que tienes que ser muy predecible: "No te pongas emocional, se predecible y sólido, no nos traigas tu debilidades y vulnerabilidad". Así que hemos empezado a ocultar nuestras emociones. Y para hacerlo más fácil, nos las hemos empezado a negar a nosotros mismos. También porque hemos asumido que está bien sentirse en poco infeliz ahora si eso nos garantiza el éxito a futuro. Aaron Gandhi, el nieto de Gandhi, asegura que no hay nada malo con la rabia, que, como emoción, es una energía: puedes utilizarla para pegar a alguien en la cara o para levantarte y dar un discurso que cambie el mundo. No hay nada malo en sentir rabia, donde puede haber algo malo es en cómo reaccionar a ella. Mi consejo es: primero, reconoce la emoción; segundo, celébralo, porque sentir quiere decir que estamos vivos; tercero, pregúntate qué está disparando este pensamiento. 

P. ¿A qué se refiere?

R. Por ejemplo, tu pareja te puede haber dicho algo que te ha herido el viernes y que el sábado ya se haya convertido en «él o ella ya no me quiere». Una vez llegas a este punto, si identificas ese pensamiento, es jaque mate: cada vez que encuentres ese pensamiento, acabarás feliz. ¿Por qué? Porque hay tres preguntas. ¿Es un pensamiento real? ¿No? Deséchalo. ¿Puedo hacer algo para arreglarlo? Y, luego, ¿puedo aceptarlo y hacer mi vida mejor ahora que puedo o no cambiarlo? 

P. ¿Y su libro es un manual de uso para llegar a este punto?

R. No es el tipo de manual de usuario que viene con una lavadora, es más bien el librillo de cómo el ingeniero entiende la máquina. Y una analogía de la informática muy simplificada. Pienso que la humanidad ha llegado a un punto en el que sabemos utilizar mejor nuestros móviles que el cerebro. Me parece interesante para un lector que se dé cuenta de que al final es hacer lo mismo que hace con su dispositivo. 

P. ¿Es compatible vivir en este estado en el que prácticamente controlas lo que sientes y encajar en la realidad laboral actual? Conozco a muy poca gente contenta con trabajar más de la cuenta y perderse parte de su vida.

R. Definitivamente, trabajamos en entornos muy artificiales. La humanidad no está hecha para esto. No es natural ir a trabajar y no tener ninguna conexión humana cuando estás rodeado de gente: la sensación de soledad es inmensa en nuestro mundo y estamos rodeados de humanos. Pero quejarnos de esto no va a cambiar la realidad: tenemos que ir a trabajar, ganar dinero, asegurarnos un futuro para nosotros y para nuestros hijos. Así que la pregunta es: ¿cómo podemos transformar este entorno artificial en uno favorable para nosotros? Y yo creo que si tomamos mucho más control sobre nuestros pensamientos, incluso el trabajo puede ser una cosa alegre.

P. ¿Cómo hacerlo?

R. Los problemas principales en el trabajo son, primero, el hecho de que no somos sinceros con nosotros mismos, ni con nuestras emociones, ni con nuestra polaridad femenina y/o masculina, que no está necesariamente relacionada con ser hombre o mujer, todos tenemos un poco de ambas. La cuestión es que el trabajo es un ambiente hipermasculinizado, donde no casa muy bien la creatividad, una cualidad femenina, porque lo que se buscan son resultados. La empatía, el cuidado, el pensamiento paradójico, ver más de una posibilidad al mismo tiempo, la inclusión… todo son cualidades femeninas. Yo recomiendo a la gente que, cuando vaya a trabajar, se lleve consigo todo él entero.

P. ¿Eso qué quiere decir?

R. Llevar las emociones abiertamente, permitirse sentir, llevar la polaridad masculina-femenina, porque cada ser es único en la combinación de ambas. En segundo lugar, es clave buscar un trabajo que realmente te guste. Es instintivo en nosotros querer estar con otros humanos: el ser humano no sobrevivió únicamente por ser inteligente, sino porque fue capaz de organizarse en tribus para protegerse unos a otros y cazar en conjunto.

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P. ¿Puedes conectar con tu equipo de este modo cuando tienes cientos de personas a tu cargo?

R. No lo necesitas, solo necesitas conectar con cinco con los que te sientas seguro y sientas que son tu círculo de apoyo. No tienes que ser amigo de todos, tienes que ser amigo de alguien en el trabajo. Y este alguien tendría que ser una persona a quien veas varias veces al día.