Empleo remoto

Teletrabajo: lo que pudo ser y no fue

Eventbrite permite a sus empleados teletrabajar, por lo que muchos dejan la ciudad para establecerse en pueblos más tranquilos

Marta Atienza con su perro en la playa del Masnou

Marta Atienza con su perro en la playa del Masnou / 'activos'

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Marta Atienza contempla absorta el vaivén de las olas mientras sus perros se rebozan en la arena fina de la playa del Masnou (Barcelona). Son las siete de la tarde. Ya ha terminado su jornada laboral y ha salido a pasearlos. Trabaja desde casa y vive a tres minutos del mar desde que decidió mudarse de una gran ciudad a un pueblo costero, hace medio año. 

"Ya sabes la fijación que tenemos los madrileños con la playa", ríe. Esta ingeniera de software de 32 años trabaja para Eventbrite España, una empresa de gestión de eventos que decidió, a raíz de la pandemia, implantar un modelo de trabajo flexible. Los empleados pueden decidir si teletrabajar unos días a la semana, todos o ninguno. Muchos han decidido dejar sus hogares en la capital española, donde están las oficinas, atraídos por la tranquilidad de emplazamientos más pequeños.

"Me he dado cuenta de que no necesito el caos de la ciudad", cuenta. "Te acostumbras a vivir agobiada, siempre corriendo para no perder el tren. Aquí voy a todos lados andando", continúa. Para compensar un mayor gasto en suministros básicos e internet por trabajar desde casa, la empresa le proporciona un plus de 90 euros al mes. "Esa cantidad es suficiente porque, además, me ahorro el transporte", afirma.

Considera también que en las oficinas se distraía más. "Mi productividad es mucho más alta desde que estoy en casa". Pero es consciente de que "hay personas que necesitan ir para centrarse". Por eso valora poder elegir entre una u otra modalidad. Y no cree que la distancia haya afectado a la relación con los compañeros: "Estamos constantemente en contacto".

De forma más inteligente

Trabajar de forma más inteligente, no más duro, es el mantra del modelo de trabajo de Eventbrite. "Tiene sentido solo si se acepta que más horas frente al ordenador no equivalen necesariamente a mejores resultados", explican fuentes de la compañía. 

Aunque abogan por la flexibilidad, no renuncian al contacto entre equipos. Siguen fomentando las reuniones presenciales. Y a las personas que han elegido teletrabajar desde otras ubicaciones, que se han mudado, les sufragan las estancias en la capital.

"Lo que quiero es calidad de vida", afirma Ángeles Vázquez, otra ingeniera de 30 años que trabaja en Eventbrite. De hecho, dejó su antigua empresa porque no le permitía teletrabajar. Y no le fue difícil encontrar ofertas que incluyeran esa posibilidad. "Ahora puedo estar más tiempo con mi familia, no solo tres días en Navidad. Puedo dar un paseo con mi madre, hablar de la vida con mi padre, darle un abrazo a mi abuela", enumera emocionada. Mudarse de Madrid a Aranjuez le ha permitido, además de ahorrar en desplazamiento, dejar de pagar alquiler para comprarse una vivienda al encontrar hipotecas bastante más baratas.

El caso de Eventbrite, sin embargo, es excepcional. El teletrabajo se potenció en la pandemia como una solución necesaria para evitar la interacción entre personas. Pero esta tendencia está muy lejos de implementarse por completo en el mundo empresarial. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), solo el 14% de la población empleada teletrabajó durante la primera mitad del año pasado, lo equivalente a 3,3 millones de personas. Aun así, el porcentaje es 10 puntos porcentuales mayor al anterior al confinamiento.

Paranoia de la productividad

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Las posiciones en torno al teletrabajo están polarizadas. La mayoría de los trabajadores apuestan por él, según una encuesta llevada a cabo por Microsoft con la participación de 20.000 personas de 11 países diferentes. El 85% de los jefes, por el contrario, desconfían de que los empleados sean productivos mientras teletrabajan, lo que ha dado paso a un crecimiento exponencial de la búsqueda de softwares para rastrear su actividad. Sienten falta de control hacia el trabajador algo que, a la vez, menoscaba la confianza de los empleados y les conduce a realizar un "teatro de productividad".

Así, los empleados también se obsesionan con la necesidad de probar que están trabajando constantemente. La tecnológica ha bautizado este término como la paranoia de la productividad: los jefes temen que los empleados no trabajen tanto como en principio aparentan, a pesar de las horas registradas y las reuniones celebradas. ¿El riesgo? Que el teletrabajo se vuelva insostenible.