Mujer empresaria

La filóloga que conquistó Silicon Valley

  • Anna Navarro Schlegel es vicepresidenta en Procore Technologies. Acaba de ser nombrada consejera de la Fira de Barcelona y fue Creu de Sant Jordi en 2021

Anna Navarro Schlegel, vicepresidenta en Procore Technologies

Anna Navarro Schlegel, vicepresidenta en Procore Technologies / 'activos'

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De paso firme, igual que sus convicciones. Anna Navarro Schlegel (Olot, 1968) camina erguida y elegante con la serenidad de ser alguien que sabe que ha llegado a lo más alto del mundo tecnológico. Ha sido nombrada la mujer más influyente en el ámbito de la tecnología cuatro años consecutivos. "La primera vez sorprende muchísimo, ahora ya ni lo pienso", sonríe. Esta catalana fundó su primera empresa en San Francisco con 24 años. "Tenía que ver con la traducción, con que las empresas entendieran otras culturas para exportar sus productos". Y allí, sin buscarlo, comenzó su coqueteo con los productos tecnológicos. Hasta EEUU llegó de la mano de British Airways, para la que había trabajado mientras se formaba en filología inglesa (y más tarde, en alemana).

Colaboró con Silicon Graphics desde la perspectiva de la filología. El punto de inflexión llegó cuando Cisco Systems le hizo una oferta "que no podía rechazar". Vendió su empresa y se adentró de lleno en aquel paraíso de las tecnológicas: Silicon Valley. Después vinieron VMware, Verisign, Xerox y NetApp. Y, entre medias, se graduó en Ingeniería. Desde allí ha tenido la oportunidad de dirigir equipos de decenas de miles de personas. Ahora es vicepresidenta de producto, mercados internacionales y globalización de la Procore Technologies. Acaba de ser nombrada consejera de la Fira de Barcelona y fue Creu de Sant Jordi en 2021.

Aprendizaje constante

Está en constante aprendizaje. "Me he dejado estudiar muchas veces", afirma. La asesora un círculo reducido de personas. "Escucho a mis mentores, a mi madre, y a unos pocos amigos", aunque considera que tiene muchos. Se define como una mujer divertida, innovadora y despierta. Muy enérgica. "No me rodeo de gente que está medio dormida". Medita desde muy joven, cuando la presión de unas responsabilidades que llegaron temprano le empezó a crear ansiedad. Lo hace cada mañana, después de salir a correr. Así vacía de forma momentánea su mente antes de volver a llenarla de ideas. El deporte la acompaña desde pequeña. Jugaba a voleibol y acabó siendo la capitana de su equipo. De hecho, estuvo a punto de representar a España en los Juegos Olímpicos de 1992, pero al final no la seleccionaron. No lo recuerda como un fracaso. "Todavía vamos a cenar con nuestro entrenador", cuenta. Aquel deporte le despertó la capacidad de liderazgo.

"Doy a las mujeres el permiso que necesitan para ser ellas mismas. Me hace muy feliz"

"Un líder no nace, se entrena". Hay que tener mucha disciplina y "centrarse en perfeccionar las cosas que sabemos hacer", desechando las demás. Y es imprescindible saber comunicar. Así se lo inculca a niñas, adolescentes y mujeres que le piden consejo. Se muestra muy próxima con cada persona que se le acerca. "Cada día me escriben unas 100 personas para que les asesore en sus proyectos, profesionales y personales. También para entrevistarme, como vosotros", ríe con complicidad. "Me hace feliz que me expliquen que han patentado un producto, que han cambiado de trabajo, que han tenido un hijo. Que han mantenido aquella conversación incómoda, que se han separado. Les doy el permiso que necesitan para ser ellas mismas".

Navarro Schlegel está detrás de distintas organizaciones mundiales sin ánimo de lucro y, a lo largo de su vida, ha fundado cinco escuelas de niñas en Kenia. "Las mujeres ejecutivas tenemos que ayudar a las que vienen detrás. Podrían hacer muy buena carrera en el mundo de la tecnología, pero no hay demasiadas. Quiero abrirles las puertas, explicarles cómo es por dentro, cómo funcionan las cosas", afirma. "Las escucho a todas. Desde niñas que tienen mucha vergüenza hasta las que se valoran mucho a sí mismas. Las ayudo a que suban a un escenario, les pregunto qué quieren ser. Dejo que se expresen, las animo a hacerlo".

La empatía como bandera

Anna Navarro Schlegel se define como una persona extremadamente empática. "No trabajo con gente que no lo sea", asegura. Pero a la vez trabaja para ser más fría. "La primera vez que tuve que despedir a alguien tardé meses en hacerlo, pero luego mi equipo descansó. Si alguien no se lleva bien con sus compañeros, se va. No trabajo con impresentables -continúa-. La gente de tu equipo te ayudará o te arrastrará". "Y deben tener mucho respeto a las mujeres, y animarlas a participar", añade, aunque no aplica cuotas de género. Hay gente con muy buenas ideas, pero también debe tener habilidades sociales. "Yo no he hecho nunca nada sola", reconoce.

Pasa muchos ratos también con niñas y adolescentes de Silicon Valley, para despertarles el interés por la tecnología. Anima a sus padres a "que pregunten a sus hijas, que las entrenen para hablar, porque muchas veces las mujeres no se saben explicar". Ellas saben que tienen padres "muy excelentes" y quieren superarlos. "Las ayudo a que no tengan ansiedad", afirma.

"Yo lo he hecho. Se puede"

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Trabaja los siete días de la semana, y para ella no es un suplicio. "Me lo paso bien cada día", sostiene. "Pero no sé si muchas mujeres están dispuestas a hacerlo", responde, cuando se le pregunta por qué el número de ejecutivas en el sector tecnológico es residual. Reconoce que los hombres "siempre se han dado los trabajos entre ellos", y que la tradición marcaba que los herederos eran los hijos, no ellas. Pero aun así, "yo lo he hecho. Por lo tanto, se puede hacer", sentencia. "Y tener hijos no es excusa" (tiene cuatro, dos adoptados). 

De hecho, se siente muy orgullosa de sus hijos. "Les he enseñado a ser buenas personas, y a saber distinguirlas de las que no lo son". Les ha inculcado valores y les ha impuesto límites. "La buena educación se está perdiendo. Hay que decir ‘buenos días’ cuando se entra a un sitio y a decirle ‘te quiero’ a tu familia", insiste. "Escuchar y estar presente, siempre", concluye.