INTEGRACIÓN ECONÓMICA

Sur: ¿es viable una nueva moneda común para Argentina y Brasil?

Los expertos ponen en duda la viabilidad de este proyecto de unión monetaria

El presidente de Brasil, Lula da Silva, junto al de Argentina, Alberto Fernández.

El presidente de Brasil, Lula da Silva, junto al de Argentina, Alberto Fernández.

5
Se lee en minutos

Brasil y Argentina, dos de las principales economías de América del Sur, iniciaron recientemente los trabajos para dar forma a la que sería la segunda unión monetaria más importante del mundo, que serviría para reducir su dependencia del dólar estadounidense y también para impulsar el comercio entre ambas naciones. Otros países podrán ser invitados posteriormente a formar parte de esta unión, que, según cálculos del Financial Times, abarcaría el 5% del PIB mundial. El nombre propuesto para esta nueva divisa, que compartiría espacio con el real brasileño y con el peso argentino, es sur. Pero ¿es realmente factible esta iniciativa?

Expertos consultados por Activos afirman que para que esta nueva moneda funcione bien, se necesitaría una auténtica batería de condiciones, como mayor flexibilidad en los mercados por parte de ambos países, así como un presupuesto federal, elementos que para nada se dan actualmente. Ese presupuesto común es una condición previa fundamental para compensar a las partes que más pierdan como resultado de aumentar tanto la integración económica. Asimismo, también sería necesaria una mayor movilidad laboral entre Argentina y Brasil, inexistente por el momento.

“Que comercien mucho entre ambos también es necesario y eso tampoco se da”, remarcan estos expertos. El comercio bilateral entre ambos países alcanzó entre enero y noviembre del pasado año el valor más elevado de la última década: superó los 24.260 millones de euros, según la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC). El 16% de lo que Argentina exporta se envía a Brasil, mientras que el 27% de todo lo que importa procede del país carioca. Pero por poner un ejemplo, España y Francia, dos economías plenamente integradas, intercambiaron en 2020 más de 71.700 millones. Otro ejemplo: en 2021, el intercambio comercial entre México y Estados Unidos alcanzó la cifra récord de 608.000 millones de euros, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

Ambas economías presentan, además, tasas de inflación muy dispares: la tasa de variación anual del índice general de precios en Argentina en diciembre de 2022 ha sido del 94,8%, mientras Brasil ha registrado casi un 6%.

“Les falta crear muchísimas cosas para que esto salga bien”: una unión aduanera, un mercado único y un mercado interior para crear un mercado común. Además, es imprescindible un único banco central independiente que tenga el monopolio de la moneda para ambos países: debe haber una única política monetaria.

Pappa Paraskevi, catedrática de macroeconomía en la Universidad Carlos III, afirma que sur le parece “casi imposible”: “Son dos países emergentes con inestabilidad política y varias crisis de deuda a sus espaldas que ni siquiera tienen un tratado de libre comercio”. Paraskevi afirma que ambas economías tienen muy poco en común, empezando por el tipo de cambio, flotante en el caso de Brasil, que además cuenta con un banco central independiente, cosa que no sucede en Argentina. Brasil cuenta además con reservas de divisas, cosa que Argentina no. Además, para Paraskevi, Brasil es una economía mucho más competitiva en el medio plazo.

El ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, reconoció al Financial Times: "Se comenzarán a estudiar los parámetros necesarios para una moneda común, lo que incluye todo tipo de asuntos fiscales, el tamaño de la economía y el papel de los bancos centrales". "Habrá un estudio para la integración de los mecanismos comerciales. No quiero crear ninguna falsa expectativa: es un primer paso en un largo camino que Latinoamérica debe recorrer", añadió.

El experto en América Latina Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano, considera que se trata de un “brindis al sol”: “Está acompañado solo de una mera declaración de intenciones”. Además, “en ningún momento se dice qué herramientas se ponen al servicio de este proyecto ni cuánto capital político”. Malamud alude también a que no se conoce si en dichos países hay consenso de los grupos empresariales y políticos sobre la conveniencia de esta nueva moneda.

“Se tienen que dar muchas condiciones para que esto sea una historia de éxito”, insisten los expertos, al igual que pasó en Europa hasta que se ideó la unión monetaria en 1999, año en el que la peseta, el marco o el franco dejaron de cotizar en los mercados de divisas. El Banco Central Europeo, que tomó como modelo el Bundesbank, fue creado en 1998, pero contó con años de preparación previa. “Si es el de Argentina el banco central que toman como ejemplo… mal vamos”, afirma un experto que pide no ser citado. “Los interrogantes son más numerosos que las certezas”, añade, y remarca: “el sur puede tener viabilidad de aquí a 20 años. En 2026 es imposible”. Sin embargo, este experto destaca también: “¿Qué es lo bueno de todo esto? Que haya empezado a debatirse”. Si estos países tuviesen esta moneda, serían menos dependientes del dólar. Bien podría considerarse que crear una unión monetaria sin contar con un presupuesto para compensar a los perdedores es como empezar a construir la casa por el tejado.

El sector financiero también se ha pronunciado sobre este movimiento, como el banco norteamericano Citi, que en  una nota de análisis, señala: “La idea de una moneda común parece muy poco realista por múltiples razones, especialmente dada la falta de disciplina fiscal de Argentina en el pasado”. Olivier Blanchard, execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional, calificó como “locura” la propuesta.

Europa, camino opuesto

El otro gran ejemplo de integración económica, la eurozona, ha tenido un desarrollo diametralmente opuesto: primero, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos crearon un mercado europeo sin fronteras. Más tarde, se ideó una organización europea para controlar la producción de carbón y acero, materias primas indispensables para la reconstrucción del continente.

Noticias relacionadas

Después, Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos firmaron en 1951 un acuerdo para gestionar de forma común sus industrias pesadas: nació la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que resultó un éxito. Por ello, los mismos países integraron otros sectores como la agricultura y avanzaron en la eliminación de barreras comerciales, lo que fue un salto de gigante para la construcción de un mercado común. Ulteriormente, la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE) hizo posible la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales.

Aún posteriormente, se suprimieron los derechos de aduana y en 1987 entró en vigor el Acta Única Europea, cuyo objetivo era la creación de un mercado único que eliminó las barreras no arancelarias. Por último el Tratado de Maastricht (1992) dio luz verde a la creación de una Unión Económica y Monetaria (UEM), con un mandato muy claro para el establecimiento de la moneda única. En total, un proceso de varias décadas que aún continúa. 41 años es el tiempo transcurrido entre la creación de la CEE (1958) hasta que se creó el la moneda única.