OPINIÓN

¿Cuándo entró en una sucursal bancaria?

El negocio bancario ha pasado de ser uno de los más atractivos y competitivos a convertirse en presa de la regulación. Su futuro pende de la innovación digital

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Una oficina bancaria del BBVA en Barcelona.

Una oficina bancaria del BBVA en Barcelona. / Elisenda Pons

Oficinas con pinta de bar de diseño que intimidan, llamadas de teléfono respondidas por robots automatizados capaces de enloquecer a la persona más paciente (pulse 1 y después 4 y si no espere hasta que...), gestores por internet en los que, supuestamente, hay una persona detrás que cuando les preguntas por tomates responden "patatas" y, por no entrar en detalle, algunas webs que requieren realizar un doctorado en física nuclear para poder circular por ellas. Y ¡ay! de quien se olvide de la contraseña, lío asegurado para recuperarla. ¿Respecto a algunas aplicaciones, las famosas ‘apps’, bancarias? No paran de venderte productos a la entrada y la salida.

¿Dónde ha quedado aquel bancario de sucursal de toda la vida, a quien se acudía a suplicarle o a sonreírle para bien o para mal? ¿Quién recuerda aquellas épocas gloriosas donde en las poblaciones medianas, entiéndase a partir de 10.000 habitantes y hasta 50.000, había una oficina bancaria o románticas cajas de ahorro en cada esquina en que hacían de todo para quitarle un cliente a la competencia? ¿Quién recuerda aquellas guerras de hipotecas y ofertas de extraordinarios fondos que invertían en yenes o en empresas de gran futuro de Latinoamérica que garantizaban -eso decían- inmensas rentabilidades a futuro? ¿Y aquel momento mágico de actualizar la libreta de ahorros para asegurar que te habían ingresado la nómina y no quedabas en descubierto? Hoy, si alguien se queda en descubierto por un despiste, empiezan a perseguirlo desde el primer minuto con un acoso telefónico sistemático. Toda una prueba de fuego. El anecdotario que cuentan amigos y conocidos es abrumador.

La banca, quién la vio, quién la ve y quién la verá. Para lo bueno o para lo malo, siempre formará parte de la historia del capital en España. Ser director de oficina de una caja de ahorros o un banco era casi una garantía de supervivencia para toda una vida. Como ser el notario o el registrador de la propiedad. ¿Y los banqueros? Aquellos grandes nombres que acaparaban titulares y portadas de prensa. Movían la economía y, cada uno con su estilo, ayudaron a oxigenar el crecimiento económico de España facilitando acceso a la deuda tanto a las empresas como a las familias.

Si hubiera que elegir un negocio que ha visto temblar sus cimientos es la banca. La crisis financiera de 2008 aceleró su transformación. Fusiones, adquisiciones, rescates y quiebras controladas. Hoy la banca genera cientos de miles de páginas de analistas, consultores y académicos que aventuran su futuro. En ese análisis se usan siempre las mismas palabras: innovación digital, resiliencia, normativa, plataformas. "La banca ha pasado a ser el sector más regulado de la economía. Desde el consejo hasta la alta dirección solo se trabaja pendiente del supervisor, de cumplir sus requisitos y de evitar traspasar cualquier límite", me contaba un ex señor de la banca que hoy la ve desde el otro lado.

El empleo en la banca

¿Tiene atractivo hoy trabajar en banca? ¿Hay alguien que salga de las facultades de economía, empresa, escuelas de negocio que quiera hacer carrera en este sector? ¿Y a hacer qué exactamente? ¿Prestar dinero y dar hipotecas? ¿Asesoramiento financiero? ¿Gestionar riesgos? ¿O alimentar a un robot? No todo, hay que recordar, tiene el glamour de la banca de inversión, donde se desarrollan complejos esquemas de financiación empresarial y se originan y cierran operaciones corporativas.

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Un reciente informe -hay decenas de gran nivel solo con teclear The Future of Banking- de la consultora McKinsey recuerda que este sector acapara 370 billones de dólares en activos que llegarán a los 500 billones en siete años. La gran banca global cotiza con un descuento en Bolsa del 70% porque siguen las dudas sobre su capacidad de crecimiento en beneficios, la rentabilidad sobre capital (ROE) ha caído del 15% al 9,5% en catorce años y sus márgenes lo han hecho un 15%. Además, nuevos jugadores como las fintech les están robando cuota. En septiembre de 2022 había 274 fintech valoradas en más de mil millones de dólares; la cifra en 2017 era 25.

Ningún análisis niega dos mayores: seguirá habiendo intermediarios financieros y seguirá habiendo supervisores -bancos centrales- que controlarán el flujo monetario y regularán este sector a instancias de los políticos. El interrogante que seguirá acaparando estudios es quién liderará el sector, cuál acabará siendo la parte fundamental del negocio y cómo se irá adecuando la oferta a las nuevas necesidades de los clientes, cada vez más atomizados en mercados muy distintos.