EUCATÁSTROFE

Un ejercicio de responsabilidad

La empresa, tan denostada por determinadas fuerzas públicas, se compromete cada vez más con los principios éticos. Cada cliente es un voto que ha de ganar cada día, confianza que no se renueva sólo cada cuatro años

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Imagen de archivo de una urna con votos.

Imagen de archivo de una urna con votos. / Europa Press

La democracia, que hemos disfrutado los españoles y una parte relevante de los ciudadanos del mundo, está siendo atacada y ninguneada por múltiples gobiernos; gobiernos que han olvidado la esencia de la misma y las razones por las que, y para las que, fueron elegidos, y desde luego, los pilares en los que se basa la democracia misma. 

La democracia, en mi opinión, se construye con tres verdades como principios fundamentales: el primero, un hombre un voto; en segundo lugar, la división de poderes, y en tercer lugar, la persecución del bien común. ¿Cumplen, actualmente, nuestros políticos y la función pública, en nuestro entorno próximo, o en otros territorios más lejanos, los tres determinantes A, B, o C, anteriormente mencionados? La ley d’Hont, el espectáculo recientemente vivido en España y los intereses particulares y partidistas, nos confirman este deterioro. Siendo así, ¿votaremos en consecuencia? 

Sin embargo, en el otro extremo, la empresa, tan denostada por muchos, en especial por determinadas fuerzas públicas, se compromete, cada vez más, con los principios éticos, tanto en la definición de su propósito, como en su compromiso empleador y vinculación con la Sociedad. Cada cliente, o potencial usuario, es un voto que ha de ganar cada día, confianza que no se renueva sólo cada cuatro años. En cuanto a la división de poderes, la buena gobernanza, de acuerdo a los estándares más exigentes, está cada vez más asentada, aún cuando sus exigencias no dejan de crecer para cualquier sector. Esta asunción no se realiza sólo por satisfacer el cumplimiento normativo, sino por convencimiento propio y por presión social desde los mercados.

Es un convencimiento de los hombres y mujeres que conforman el tejido empresarial cada día más dependiente de la iniciativa privada e incluso, de la individual (emprendimiento), mientras que estos mismos hombres y mujeres se alejan de manera lastimera de la política y su demagogia, decepcionados por múltiples engaños de intereses espúreos. 

Esta disociación entre el compromiso por elevar los estándares éticos y la ruptura con los representantes públicos se plasma en una creciente transparencia, diversidad, inversión, empleo responsable y liderazgo participativo, en aras de la persecución del bien común, del objetivo a alcanzar: la generación de riqueza. Sí, no se extrañen, queridos lectores, generar riqueza es democrático, porque la riqueza es progreso y no falso progresismo. La riqueza social hace que hagamos el mundo más grande y también, más justo.

Aceptar sobre sus espaldas la responsabilidad de colaborar en la lucha por ese progreso y enfrentar el resto de los desafíos mundiales, como la superpoblación, la desigualdad, la inmigración, la desindustrialización, el cambio climático, los ecocidios, los desastres naturales, la veracidad, la escasez de agua, energía, tierra y alimentos, las pandemias globales, más controles, más impuestos, los populismos… ha llevado a una revolución permanente en la gestión y a un cambio del modelo empresarial. Una revolución y un modelo facilitados por el talento, el compromiso y la ambición de empresarios y gestores, con la ayuda de la tecnología.

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Si esta razón no fuera suficiente para la profunda transformación que estamos observando en la gestión empresarial, podríamos añadir una razón práctica: porque todo ha cambiado y sigue cambiando a una velocidad cada vez más acelerada. Cambiamos los clientes y usuarios, cambia la definición de éxito y de fracaso, los activos a proteger, las organizaciones y el modelo organizacional, el entorno macro, el activismo de los distintos grupos de interés, las capacidades y herramientas disponibles, la forma de competir y la competencia en sí misma… o simplemente porque como diría Robert Solow (Premio Nóbel de Economía, 1987): porque el 85% de la riqueza de las naciones proviene de la innovación y los números hablan y a veces, nos gritan.

Tecnología, innovación, modelos de negocio, formas de competir, nuevas métricas, … son conceptos que revisaremos desde diferentes puntos de vista en esta página en los próximos meses, así como la corresponsabilidad, compromiso y dedicación requeridos no sólo por los líderes empresariales, sino por todos y cada uno de nosotros, a los que nos corresponde el cambio del alma de nuestras empresas, nuestras industrias, de la Economía y de la Sociedad, porque así lo hemos aceptado, porque esa es la razón que nos hace levantarnos cada mañana y enfrentar con ilusión el nuevo día con todas sus oportunidades.