OPINIÓN

El eterno debate sobre España: ¿va bien o no?

Con las mejores cifras de inflación de la Unión Europea y la tasa de paro más baja desde el principio de la crisis financiera de 2008. Así comienza 2023, año electoral

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Pedro Sánchez y Nadia Calviño.

Pedro Sánchez y Nadia Calviño.

España cerró 2022 con el mejor dato de paro desde octubre de 2008 y con la inflación más baja de la Unión Europea. Sin llegar a los pronósticos optimistas del Gobierno, hasta un organismo independiente como el Banco de España descarta que el país entre en recesión -equivale a dos trimestres seguidos de decrecimiento- a lo largo de 2023. Solo un derrumbe excepcional que nadie desea de la demanda externa podría afectar negativamente la evolución económica.

Estos son los datos. Matiz va, matiz viene, sus lecturas son susceptibles para sacarles todo tipo de punta desde ambos lados del espectro ideológico. Basta ver que las medallas, cuando son favorables, se las ponen tanto los gobiernos autonómicos, del color que sean, como el Gobierno central.

Otro asunto, merecedor de un análisis más crítico, son las decisiones gubernamentales, cuyas medidas fiscales y políticas de gasto indiscriminadas pueden poner en aprietos la economía española a medio plazo. Un país de 47,6 millones de habitantes en el que aún solo trabajan 20,3 millones de personas (3 millones de ellos son funcionarios) y donde se dedica el 41% del gasto presupuestario a pagar las pensiones de 9 millones de ciudadanos mantiene graves problemas estructurales. Una deuda pública de 1,5 billones de euros que obliga a pagar 31.000 millones en intereses anuales tampoco es para sentirse muy tranquilo.

Mercado laboral

Señalar que la reforma laboral aprobada por el Congreso ha sido el milagro de los panes y los peces que ha influido en las cifras de empleo es una broma. Hemos pasado de contratos temporales a fijos discontinuos. Salvando detalles, solo son diferencias semánticas. El mercado laboral se ha recuperado fundamentalmente gracias al regreso del turismo y a los servicios indirectos que genera. A esto hay que sumar el aumento del empleo público. Un desafío de España es seguir creando empleo de calidad y valor añadido bien remunerado. El desfase entre la oferta y la demanda del mercado laboral es endémico. Un joven licenciado en ingeniería, si puede, aceptará encantado una oferta para salir al extranjero antes que quedarse aquí. Las remuneraciones siguen siendo claves para mantener y atraer el talento que debe redefinir la transformación económica que necesita España. Contar con grupos constructores y de ingeniería líderes en proyectos de infraestructuras a nivel mundial debería servir para paliar estos déficits.

Respecto a la inflación, es de perogrullo constatar que el coste de enviar productos frescos del sur de Europa al norte es mucho más alto y, por lo tanto, se ha encarecido más, que enviarlo al lado de casa. Un ejemplo, en noviembre los Países Bajos, con un IPC del 11,3%, han visto incrementados los precios de la vivienda, la energía y el agua en un 27,1% frente al 0,9% en España, según el Banco Central Europeo. Que los países del norte de Europa sean los más afectados por la inflación significa que seguirán defendiendo políticas de subidas de tipos más agresivas por parte del BCE, lo que acabará afectando -paradojas- a los países con menos inflación pero más endeudados. Italia vuelve a ser el eslabón débil de Europa. A una inflación del 12,6% se le une una deuda pública de 2,8 billones de euros.

Tres rankings para contextualizar la percepción internacional que se tiene de España. Según Reputation Lab, España ocupa el lugar número 13 entre los países más reputados del mundo. Por delante Canadá, Suiza, los países escandinavos, Australia, Nueva Zelanda, los Países Bajos, Irlanda, Japón e Italia. Brand Finance considera que España tiene la 12ª marca más valorada del mundo. Acaparan el podio Estados Unidos, China y Alemania. En el índice Global Soft Power, España se sitúa en 11ª posición. Esta vez el podio pertenece a EEUU, el Reino Unido y Alemania.

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Haber llegado hasta aquí en términos de valoración no es producto de un día ni de las decisiones de los últimos cuatro años de Gobierno. Es fruto de una larga etapa de desarrollo y progreso en que han influido las políticas públicas; pero que, en cualquier caso, habría sido imposible sin la actividad privada y la sociedad civil.

Entre los eternos profetas del Apocalipsis que vaticinan un futuro terrorífico y los narcisos encantados de conocerse que ven este Gobierno como el mejor posible hay términos medios. España empieza 2023 con un debate institucional sobre la separación de poderes y los controles o descontroles entre poder judicial y legislativo incomprensible para la mayoría de los ciudadanos. En primavera llegarán las elecciones locales, y a finales de año, las generales. En el segundo semestre, la presidencia rotativa de la UE, que enfocará aún más a Pedro Sánchez. Hasta entonces, la economía puede haber evolucionado según lo previsto o sufrir inesperados giros. El bolsillo, como casi siempre, acabará decidiendo la razón del voto.