MONETIZAR UN PROYECTO

Subvenciones, premios o colectas: el precio de sobrevivir como empresa cultural

Existen empresas culturales que tienen el objetivo de transformar la sociedad y que, vistas como servicios, no tienen una clara intención de monetizar. Sin embargo, ellas también necesitan ser rentables para perdurar

La librería Calders, en Barcelona.

La librería Calders, en Barcelona.

6
Se lee en minutos
Irene Juárez

Las empresas que se dedican a impulsar la cultura como herramienta de cohesión de la sociedad tienen que ser capaces, como todas las demás, de generar los recursos suficientes para, por lo menos, subsistir. Seguir operando implica, en la mayoría de los casos, apoyarse en las subvenciones públicas. Por ello, y por su componente social, su objetivo empresarial último no puede ser nunca el rendimiento económico.

"Los proyectos culturales difícilmente tienen grandes beneficios. Pero es que tampoco deben tenerlos. Porque tienen que ser servicios públicos. La sanidad no es rentable, la educación tampoco lo es, y eso no se cuestiona. La cultura no debe valorarse a través de la rentabilidad económica, sino por su impacto social, por los valores que infunde" expone Oriol Escursell, fundador de Nilak, uno de los proyectos ganadores en 2020 del premio Lluís Carulla, con el que se impulsan iniciativas culturales de base social.

Dos años después, este teatro itinerante en forma de carpa de circo se encuentra en pleno crecimiento. Gracias, en gran parte, al impulso económico que recibió de esta fundación.

Los 70.000 euros que acompañan al premio permitieron al equipo de Escursell comprar la infraestructura necesaria para montar un auténtico teatro dentro de la carpa. Concretamente, 60.000 euros se tuvieron que destinar a desarrollar el proyecto, y otros 10.000 fueron para mentoría cultural y empresarial durante dos años, tal como obligan las bases del concurso.

En este sentido, a ojos de la directora de la propia Fundación Carulla, Marta Esteve, la cultura es "rentable socialmente. Porque el rendimiento no tiene que medirse solo en clave económica". Y, aunque hay que trabajar para que los proyectos sean lo más solventes posible, asume que "la gran mayoría de ellos no lo serán".

Esto no tiene por qué implicar que los profesionales de la cultura tengan que hacer su trabajo de forma gratuita. Las empresas culturales de vocación social suelen financiarse en gran medida mediante subvenciones públicas; de lo contrario, muchas no serían viables. Y por eso mismo, todos los empleados "deberían poder vivir de un proyecto cultural".

"La cultura es un derecho", afirma Esteve. Un proyecto cultural no puede vivir solamente de la venta de entradas, ya que tendrían que venderse a un precio muy elevado, "y el objetivo es que la gente vaya, que consuma cultura como antesala para conseguir sociedades más cohesionadas".

De hecho, el principal objetivo de la Fundación Carulla es trabajar para que los proyectos culturales se vuelvan sólidos y puedan convertirse en empresas, algo que "para la mayoría es muy complicado", dice Esteve. A través de los años, ha comprobado que hay "mucha capacidad creativa en la sociedad, pero falta apoyo en la parte empresarial". Y es que no solo hace falta más inversión en cultura, sino que la lógica de la inversión pública entienda la de los procesos culturales, que es muy diferente a la de otro tipo. Porque a menudo, para recibir una inversión pública, la administración demanda que el proyecto cuente con una inversión inicial, algo que en muchos de estos casos, "no es posible".

Sin sueldos

La realidad de muchos de estos proyectos en la actualidad es compleja: se ven envueltos en una agónica batalla por mantenerse económicamente a flote. Y eso no da margen para sueldos dignos. Por ejemplo, en el caso de Nilak, el proyecto se financia con subvenciones del departamento de Cultura de la Generalitat, de las diputaciones catalanas y de algunos ayuntamientos que deciden sumarles su grano de arena porque creen en la cultura como un derecho más.

Así, la parte de ingresos que viene por otras vías, como por ejemplo de la venta de entradas o del merchandising, es residual para ellos. A través de la suma de todas las fuentes de financiación, este año, Nilak ha facturado 120.000 euros. Con esta cifra solamente se pueden cubrir los gastos propios de la gira, durante los meses de verano. Pero el equipo no cobra. De hecho, este es su objetivo para 2023: conseguir un sueldo para que sus integrantes cobren todo el año.

Precariedad e incertidumbre

En la misma línea, los creadores del proyecto animado Pixi.click se las están viendo negras para encontrar financiación suficiente para lanzar su proyecto: una serie para niños que trata las adicciones digitales. Para ponerlo en marcha necesitan 30.000 euros, que conseguirían si ganaran el premio Lluís Carulla a mejor idea, al que se han postulado. Si el 20 de diciembre, día en que se conocerán los ganadores, no son los afortunados, pondrán en marcha una campaña de crowdfunding, es decir, un llamamiento on line para recaudar fondos. Además, pretenden conseguir el apoyo de algunos partners financieros, al menos para lanzar la primera temporada de la serie, de ocho capítulos.

Dependiendo de cómo funcione esa primera entrega, se plantearán ampliar su abanico de colaboradores, «siempre y cuando compartan los valores de la marca», dice uno de los creadores del proyecto, Jimmy Guiu. Como fuentes de financiación adicionales, al igual que sus compañeros, tirarán de la venta de merchandising y demás actividades relacionadas con la serie.

FUNDACIÓN CARULLA, EN CIFRAS

70.000 euros destinados a proyectos ganadores del Lluís Carulla

30.000 euros para las ideas ganadoras del Premio Lluís Carulla

2,9 millones de presupuesto anual de la fundación en 2021

"El sector cultural vive siempre en la precariedad y en la incertidumbre", asegura Escursell. Y apunta directamente a la política: "Hasta que los gobiernos no cambien la concepción que tienen de la cultura, el sector no podrá dar un paso adelante".

Por otra parte, Guiu reconoce que, si lo desarrollaran por cuenta propia, no podrían llevar a cabo "un proyecto de tanta calidad, sino que tendría que ser mucho más sencillo", precisamente por esa falta de financiación. Y lamenta que el sector en general se encuentra en un estado de "marginalidad", por lo que sus miembros "acaban abandonándolo". "Sencillamente, no hay oportunidades. Quien triunfa es porque es un genio".

Esteve considera que el sector está infrafinanciado. Según datos del INE en 2020, supone un 2,2% del PIB español, un 3,2% si se considera el conjunto de las actividades económicas vinculadas con la propiedad intelectual. En el conjunto de España, la cultura representa el 0,35% del gasto total. En Cataluña, aunque la cifra de los Presupuestos que se destina al sector asciende al 1,3%, la Fundación Carulla aún la considera insuficiente, y demanda un 2%. Una línea en la que, según Esteve, se está trabajando en plena negociación de las cuentas.

Creada en 1973

Noticias relacionadas

La familia Carulla Font, al mando de esta Fundación desde que la crearon en 1973, es propietaria también de Agroliment y de Gallina Blanca, y su patrimonio asciende a 1.900 millones de euros en 2022. Ocupan el puesto 23 de las familias más ricas de España, según la lista Forbes.

El presupuesto de su fundación fue en 2021 de 2,9 millones de euros, que financió la familia en un 80%. El 20% restante viene de distintas administraciones públicas y otras fuentes. Y el dinero se destina íntegramente a proyectos culturales, externos, pero también a un museo que gestionan, entre otras cosas. "Lo que hace la fundación es sostenerse. Los beneficios se invierten", concluye la directora.