MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: María Agúndez, autora de 'Casas limpias'

En 2021 publicó su primera novela, 'Piscinas que no cubren', y este año ha llegado a las librerías la segunda, en la que pone su mirada en todo aquello que muchas veces no queremos ver

La escritora María Agúndez.

La escritora María Agúndez. / Marta Anglada

María Agúndez

Mi proceso de escritura suele suceder de la siguiente manera: de repente una idea empieza a perseguirme y, entonces, obviamente yo huyo de ella hasta que llega un día en que me dice «chht, quieta parada». Y así, casi sin darme cuenta, me veo sentada frente al ordenador escribiendo lo que hoy es Casas limpias.

Es curioso porque lo que más me cuesta es llegar a la historia, a qué contar, qué decir, de qué hablar. Pero una vez lo encuentro, me pongo a escribir como una metralleta, como si me diera un arrebato. Poseída. Si no escribo envalentonada, sé que lo que estoy escribiendo no es bueno –o por lo menos, a mí no me lo parece–. Sin embargo, si escribo del tirón (del tirón puede ser un párrafo), sé que el texto puede llegar a tener algo de magia.

Leí hace unos años Mientras escribo de Stephen King, y me encantó. Lo que pasa es que me di cuenta de que soy radicalmente opuesta a Stephen King: él escribe cada día mínimo 2.000 palabras, y yo la verdad es que ni escribo cada día ni necesito escribir 2.000 palabras. Me doy por satisfecha con poco: si en media hora he llegado a mi objetivo (normalmente escribo por escenas), me voy, por ejemplo, a dar un paseo.

Cuando estaba inmersa en la escritura de Casas limpias, me parecía que todo giraba en torno a la novela, como cuando estás pensando en quedarte embarazada, que solo ves embarazadas por la calle. Atenta a cualquier mínimo detalle, a cualquier conversación cazada al vuelo, a cualquier rasgo de alguna persona que me pueda llevar vete tú a saber dónde.

Una realidad

Quería explorar qué ocurre con ciertos temas sobre los que, de puertas para afuera, proyectamos una imagen, pero que en la intimidad pensamos o expresamos de forma muy distinta. De repente, el tema de las limpiadoras aparecía con más frecuencia de lo habitual en ciertas conversaciones. Como si mi cuerpo se hubiera convertido en un imán del tema.

Aunque la mejor parte de escribir siempre es fantasear y dejar que los personajes hagan lo que les dé la gana, a ratos me preguntaba: «¿Va a romantizar la protagonista la limpieza? ¡Bueno, ella verá!». A veces me resultaba difícil separar las decisiones que tomaban los personajes de las que yo habría tomado en su lugar. Mi intención no era escribir un libro político ni de denuncia, simplemente muestro una realidad y conversaciones que están sobre la mesa.

Cuando la cosa se puso seria –es decir, cuando ya la historia estaba tirando para adelante como un caballo desbocado–, me cagué de miedo porque pensé: «¿De verdad van a tomar estas decisiones los personajes? ¿De verdad van a decir estas cosas tan violentas?».

Me acordé de un taller que hice con Sabina Urraca donde decía que había que tirar la autocensura a la basura. Pensé: ¡a la mierda! Voy a seguir con esto. Y seguí escribiendo, apretando las tuercas de la violencia pero también las del humor, escribiendo a trozos, como si fuera un collage, hasta unirlo todo e intentar que tuviera sentido. En ese punto la escritura a solas termina y lo remato con Sandra Beltrán, la editora de la novela, porque siempre cuatro ojos ven más que dos.

Casas limpias

María Agúndez

Temas de Hoy

272 páginas

19,90 euros