Sabina Urraca, escritora y editora: "No soy nada pudorosa con la escritura"

En 'Escribir antes', su último libro, la autora despoja de solemnidad el oficio de narrar y recupera lo que tiene de juego

La escritora y editora Sabina Urraca, retratada en el barrio de Arganzuela, en Madrid, minutos antes de su entrevista con el suplemento ABRIL.

La escritora y editora Sabina Urraca, retratada en el barrio de Arganzuela, en Madrid, minutos antes de su entrevista con el suplemento ABRIL. / José Luis Roca

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Madrid

Conozco a Sabina Urraca (San Sebastián, 19884) desde hace tiempo, mucho antes de que fuera la Sabina Urraca que deslumbró con Las niñas prodigio (Fulgencio Pimentel, 2017), su escritura desenfadada y sin ataduras, extraordinaria. Fue a través de esa «amiga Inma» que a los 18 años «tenía el cerebro embotado de estudiar y mal de amores», y le decía «Quiero que pase algo, no sé, que un coche me atropelle un poquito, para espabilarme», según evoca en su último libro, Escribir antes (Ediciones Comisura).

Aquella frase tiene más de 25 años, que son los que ya han transcurrido de casi todo, me doy cuenta, también de la primera vez que nos vimos. Fue en el pueblo de mi infancia, o quizás en El Johnny, el colegio mayor donde ambas residían. No lo recuerdo bien, y hasta puede que me lo esté inventando. En eso, también, consiste vivir.

Yo era entonces, lo sigo siendo, prima de aquella amiga suya a la que, mucho después, ella convirtió en personaje de ficción, y todavía más tímida e introvertida de lo que soy ahora. Por eso, supongo, Sabina me intimidaba, su presencia arrolladora, su imaginación desbordante, su risa contagiosa.

Nunca se lo dije. Tampoco ahora, cuando nos reencontramos, las dos escritoras, habiendo sobrevivido a nuestras propias narraciones, continuándolas cada día sin más pretensión que la de seguir fabulando.

Tomando el título del libro, escribir antes era... ¿más fácil, mejor?

Era otra cosa completamente diferente. Escribir antes era un juego y yo ahora intento que lo siga siendo, pero no es tan fácil, tú lo sabes. Yo me acuerdo de inventarme historias incluso antes de saber escribir. Cuando empezamos a hablar ya estamos escribiendo, ya estamos contando historias. Escribir antes era todo aquello que no estaba mediado por la presión, la ambición, la autoexigencia...

La publicación.

La publicación, el miedo a la mirada del otro, todas esas cosas que ahora yo intento quitarme de encima y cada vez lo consigo más.

¿Antes no lo lograba?

Yo siento que publiqué muy tarde mi primer libro, a los 30 años, porque estaba absolutamente atenazada por mi propia ambición; no ambición de éxito, ambición con respecto a mis propios textos, que fuesen como yo quería que fuesen. Luego también como esta mirada externa, el miedo a la opinión, a que lo que yo escribiese no fuese comprendido como yo quería que fuese comprendido. Este terror y esta timidez a mí me detuvo durante mucho tiempo y, pues bueno, ahora ya no me afecta o no me afecta tanto. Siento que cada vez escribo menos pensando en la persona que lo va a leer, escribo en ese punto de juego.

En el libro escribe que «la mierda, el pasado que aún afecta, no es tan fácil de esconder en grandes frases». Eso me lleva a dos preguntas: su relación con el tiempo y la relación del tiempo con la escritura, y la escritura como escondite.

Me parece muy complicado contar lo que quieres contar, pero sin estar como haciendo un ejercicio de soltar la furia o el dolor. Cuando ya ha pasado determinado tiempo de ciertas vivencias que hemos tenido es cuando ya podemos construir una ficción con esas cosas.

Estoy de acuerdo, hay que dejar pasar tiempo para comprender determinadas cosas y poder usarlas y deformarlas como te apetezca.

Y divertirte, sobre todo.

Al final, la única solución, como sostiene en el libro, es la escritura cuidada y consciente.

Vale, pues no sé si estoy muy de acuerdo con eso exactamente, me pasa todo el rato que no sé si estoy muy de acuerdo conmigo [risas]. Obviamente, en un momento dado la escritura debe ser cuidada y consciente, pero creo más en el cuidado y en la conciencia en una relectura y en el momento de la edición. En primera instancia, la escritura tiene que ser una cosa que haces casi sin darte cuenta, estás ahí soltando cosas, no las estás pensando demasiado y luego ya, más adelante, sí que ese cuidado y esa conciencia son necesarias. Yo lo se lo digo mucho a mis alumnas en los talleres: no tengáis miedo a escribir mal. Si estuviese intentando conseguir una frase estupenda desde el inicio, me quedaría de nuevo atenazada.

En primera instancia, la escritura tiene que ser una cosa que haces casi sin darte cuenta, estás ahí soltando cosas, no las estás pensando demasiado

En el libro dice que sigue sin tener claro lo que es la autoficción.

Es que no lo sé. ¿No lo es todo, no es prácticamente casi todo lo que se escribe? Yo tomo muchas cosas de la vida real, pero pueden ser cosas tan estúpidas como una monda de naranja, muchas veces aparecen frases que escucho de la gente por la calle, incluso hay cosas que empiezan en la ficción y de pronto toman un dato de la realidad.

¿Y no cree que es una pregunta que se les hace más a las autoras, si lo que escriben es autobiográfico?

Sí, obviamente nos lo preguntan más a nosotras, se creerán que no podemos inventar, ¿no? He sido una hija única sometida a muchísimas presiones, he tenido que mentir muchísimo para liberarme de las presiones de mis padres, he vivido mintiendo, ¿por qué no iba a saber yo ficcionar? Es lo que he hecho toda la vida para salvarme de muchas situaciones... No sé, yo siempre he usado cosas de la realidad que me parecen brillantes que están sucediendo todo el rato y, para mí, no es sólo una forma de escribir, sino una forma de vivir, observando todo el rato. La vida es muchísimo más interesante si me fijo en los detalles.

Sabina Urraca, escritora.

Sabina Urraca, escritora. / José Luis Roca

Quizás el problema sea el peligro, ese temor al daño autoinfligido que su madre ve en sus textos.

Sí, y también un daño hacia ella. A mi madre le da miedo, creo que, si ve una madre en un texto mío o en una novela mía se reconoce, si la madre hace cosas incorrectas siente que yo se lo estoy reprochando directamente a ella.

¿Y se ha sentido alguna vez amenazada por su propia escritura?

Sólo algunas veces, cuando siento que me enredo innecesariamente, que soy incapaz de ser breve, que quiero contarlo todo. Eso me amenaza en el sentido de que hace imposible la escritura, como si yo misma me estuviese poniendo trampas.

Pero siempre relacionado con la creación, nunca con lo personal.

A ver, obviamente alguna vez he sentido un poquito de miedo, pero como que confío bastante y tampoco me lo planteo mucho. Muchas veces, el miedo de la familia no es a que cuentes cosas reales, sino a ver qué cosas eres capaz de imaginar. Para mí, eso muestra más de mi alma que si contases cosas autobiográficas. En general no soy nada pudorosa con la escritura ni me da miedo publicar determinadas cosas, y cada vez siento menos miedo.

He vivido mintiendo, ¿por qué no iba a saber yo ficcionar? Es lo que he hecho toda la vida para salvarme de muchas situaciones

¿Y la trama de su escritura? Se lo pregunto porque, si vivir es experimentar sensaciones, ¿por qué no puede serlo también escribir?

Es que yo creo que las sensaciones, los sentimientos, las emociones colocadas en una trama funcionan muchísimo mejor. En una novela sí que siento que me tengo que ocupar de la trama, va en beneficio de esos sentimientos y de esas emociones que yo quiero contar el que todo eso esté colocado en unos personajes que hacen unas cosas que van en una dirección o están perdidos, pero que se explique.

«En los trazos mínimos, el mundo es el mundo en el que me gustaría vivir», escribe. Pero el mundo tiene una cara terrible, basta mirar un poco. ¿Se puede elegir dónde vivir gracias a la escritura?

Yo creo que sí. La visión del mundo desde los ojos de alguien que escribe es una huida y un escondite y, al mismo tiempo, también es una forma muy firme de estar en el mundo, de estar en ese momento y en ese lugar. De hecho, para mí es la única manera de estar muy presente en el mundo y no venirme abajo con lo terrible que es todo a veces. Estas pequeñas briznas de literatura que yo siento que hay en el mundo todo el tiempo me salvan.

En ese sentido, ¿puede la fantasía ser verdad, que lleguemos a convertirla en la mejor verdad?

Para mí lo es, totalmente. Siento que una situación ficticia puede explicar mejor algo que yo he sentido que si me pusiese a describir exactamente lo que yo viví. En ese sentido, la fantasía se vuelve tremendamente real, es como construir realidad. La fantasía me ha permitido explicar cosas que yo sentía de una forma construida y ficticia y falsa.

¿Más que el periodismo?

Muchísimo más. Para mí el periodismo era muy complicado, precisamente porque tengo esta tendencia, siento que va a ser más efectivo si añado un detalle y muchas veces ese detalle no es real. También, ¿qué es realidad y que no?

Sabina Urraca, fotografiada en Madrid.

Sabina Urraca, fotografiada en Madrid. / José Luis Roca

Dice que escribir, al fin y al cabo, es hacer una chabola bonita con los materiales que sean. Y yo pensaba: una chabola bonita, qué paradoja tan enorme para describir la escritura, pero es que precisamente es eso. Aunque lo más difícil no es construirla, sino que se sostenga.

Claro, exactamente, sí. Cuando yo digo chabola me refiero más bien a estas casitas que te haces de pequeña con unos cojines y unas mantas y te metes dentro, lo difícil que era que aquello se estuviese, pero lo bonito que me parecía y me siguen pareciendo estas cosas hechas de pedazos. De hecho, es complicada esta idea, pero a mí me llaman la atención las construcciones de la gente que vive en la calle, las observo mucho, no las fotografío por respeto. Obviamente, nos cuentan una historia muy complicada, nos dicen algo muy jodido de nuestra sociedad, pero no puedo evitar ver una belleza estética en esa arquitectura hecha de la necesidad.

La belleza del mundo nunca se agota, por mucho que cada vez haya más váteres que no tragan, como el que tenía en la residencia de escritura de Finestres, en Sanià.

Para mí, el váter que no traga de Sanià era una belleza más, era muy interesante que pasase eso y que yo me tuviese que ocupar con esa dedicación de ese váter.

¿Y se agota, la belleza?

Me parece muy difícil. Hay momentos desoladores en la vida en los que de repente te hundes y todo te parece oscuro y te parece que la belleza es inaccesible, pero para mí sí es inagotable. Pero también porque para mí la belleza es algo muy amplio, no hay un concepto de belleza. Para mí la belleza es algo interesante que me llama, que está sucediendo, no tengo por qué estar ni en un lugar bonito ni en una situación bonita, puede estar en Hacienda, en ir a arreglar unos papeles y que de pronto el señor que me atiende diga una expresión, algo que me llama la atención. Para mí también en todas las cosas terribles está la belleza.

Hay momentos desoladores en la vida en los que de repente te hundes y todo te parece oscuro y te parece que la belleza es inaccesible, pero para mí sí es inagotable

En un momento dado, habla de su torrencialidad en redes y cómo casi nunca es recibida como literatura. ¿Por qué la gente lo ve así?

La gente piensa que estás contando tu vida y en realidad yo ficciono muchísimo en redes. ¿Por qué dan por hecho que lo que cuentas en Instagram es la realidad de tu vida cuando en realidad, incluso cuando parece que estás contando la realidad de tu vida, estás seleccionando unas partes y dejando fuera otras? Todo el mundo tiene una vida maravillosa en Instagram. Es mentira. ¿Cómo percibimos al otro a través de las redes? Hay un canal de comunicación rarísimo que yo no termino de entender. El humor no se percibe. Eso en la literatura es más fácil y, en ese sentido, un libro es más incontestable.

Un libro, por mucho que exponga, protege.

Sí, sí, eso lo explica mucho mejor que yo Laura C. Vela en Seismil. Escribir es poner algo fuera de ti, algo muy delicado, pero hacerlo en tus propios términos. Entonces, eso te protege un montón.

Dice que está a favor de relajar las formas, de saltarse los cánones literarios, pero también confiesa que sigue dentro de una jaula que se ha hecho usted solita. ¿Ha logrado salir de esa jaula alguna vez?

Yo salgo, paso mucho rato fuera de la jaula, pero algunas veces me descubro dentro. Ahora siento que realmente puedo hacer cualquier cosa que me apetezca y que me salga. Ya no tengo este pensamiento de buena alumna, de niña empollona de tengo que contentar. Ahora tengo muchísima más confianza y cuando me llaman para que dé una charla o para escribir un texto, sé que lo que están buscando es que yo escriba ese texto, me están pidiendo lo mío. Yo ya no tengo que demostrar nada más que a mí misma que yo soy capaz de hacer lo que yo quiero hacer y lo que yo busco y de jugar a este juego de escribir como como lo hacía antes.

Sin excederse en la desesperanza, pero tampoco en el júbilo.

Sí, lo pienso mucho, es superimportante. Cuando estoy como eufórica, digo: estate contenta, pero contenta relajada. Contenta fuera de mí es como un estado que tampoco me sienta muy bien.

Escribir antes

Sabina Urraca

Ediciones Comisura

184 páginas

20 euros