Opinión | MANO DE PÁGINA

La partitura de la risa

Se cumplen 5 años sin Marcos Mundstock y 10 sin Daniel Rabinovich, voces en contrapunto de Les Luthiers

El humorista argentino e integrante de Les Luthiers Marcos Mundstock, fallecido en 2020.

El humorista argentino e integrante de Les Luthiers Marcos Mundstock, fallecido en 2020. / EPE

«La esencia de nuestro espectáculo ha sido siempre la misma; una representación de algo en la cual pasan cosas que no deberían pasar, una serie de accidentes respecto a un supuesto guión inicial muy formal, que es el que nunca lograríamos representar». Así me lo explicaba, en una entrevista, Marcos Mundstock (Santa Fe, 1942-Buenos Aires, 2020), cuya visible calvorota y portentosa voz declamatoria lo convertían en una suerte de maestro de ceremonias de Les Luthiers. Fallecido hace un lustro, él era el encargado de las peroratas introductorias aparentemente serias, y su grave voz de bajo servía de perfecto contrapunto al timbre de tenor dramático de Daniel Rabinovich (Buenos Aires, 1943-2015), percusionista y violinista, además de autor de cuentos, que falleció hará en agosto 10 años.

Frente a la lógica aplastante del guión de Mundstock, Rabinovich contraponía el histrionismo, la atrevida ignorancia, la machaconería, para encender la mecha de un humor que, aviado de un cierto refinamiento cultural, arremete contra el refinamiento cultural, y que, aun siendo tan mordaz, levitaba entre guantes blancos, vistiéndose de gala para subrayar la irreverencia.

Con su prodigiosa habilidad para tocar las cuerdas de su propia garganta, y el bigote con aspecto de mexicano perplejo, funcionaba como el torpe antagonista que arruinaba las cautelas del personaje de Mundstock. Más allá de un quinteto de músicos formidables, han sido narradores orales y hasta psicólogos sociales, que propagaron la luthierapia, como se llamaba uno de sus últimos espectáculos, erigiendo una suerte de diván entre la cuarta pared y la butaca. Se travestían de etiqueta para pulverizar mejor las etiquetas.

Uno de los principales cofundadores del grupo, en 1967, fue el músico y arquitecto Gerardo Masana (Buenos Aires, 1937-1973), fallecido de una leucemia a sus 36 años. Fue el inventor de los primeros instrumentos informales, como el bass-pipe, la máquina de tocar o dactilófono, el contrachitarrone de gamba o el cello legüero, que han continuado sobre las tablas más de medio siglo. Entre Masana y Mundstock surgió la figura clave de Johann Sebastian Mastropiero («ahora, más tropiero que nunca…»), que encarnaba ese esencial contraste entre la excelencia musical y la irreverencia de andar por casa.

Aun conscientes de que por el tiempo no pasan los años, lo mismo desmentían las coplas de Jorge Manrique con que «cualquier tiempo pasado fue anterior», que abrían una veda de un modo ejemplarizante: «La pereza es la madre de todos los vicios y como madre hay que respetarla» ... Las sutiles paradojas, los lapsos lingüísticos y las expresiones de doble vínculo eran la base de un humor, con algunos giros que, desde hoy, suenan a profecías lacerantes.

Así, cuando afirmaban, por ejemplo: «Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro». O más aún: «La verdad no es lo que importa, sino tener razón». O esta máxima poskantiana: «Si no puedes convencerlos, confúndelos». O estas alertas sobre tendencias cada vez más constatables: «El que es capaz de sonreír cuando todo está saliendo mal es porque ya tiene pensado a quien echarle la culpa». O «errar es humano, pero echarle la culpa a otro, más humano todavía». O como si estuviese formulado hoy y no hace lustros: «Los honestos son inadaptados sociales» …

No pocas veces les bastaba con aforismos que devolvían la acepción literal a las metáforas. «–¡Vaya, fuiste a Venecia y no viste mucha televisión!… –No, ¿por qué?… ¡Porque es la ciudad de los canales!». O «pez que lucha contra corriente muere electrocutado». O «el dinero no hace la felicidad: la compra hecha». O «hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: tire y empuje». O, más que razonable: «El instructor de la escuela de kamikazes les dijo a los alumnos: presten atención porque sólo voy a hacerlo una vez…». Autor de Los humoristas y el psicoanálisis, Mundstock decía sobre sus compatriotas que, «el avisparse está en la esencia del exiliado; y no hay que olvidar que un argentino que emigra de su país, huyendo de una secular economía desquiciada, está emigrando de un lugar en el que previamente ha sido un inmigrante». Cierto, pues, como ha explicado Martín Caparrós, los argentinos no tuvieron un origen, solo un comienzo.