Opinión | ALTA FIDELIDAD

Madrid

Misterio, fe y Arvo Pärt

No es descabellado entrar en la fe por la música, como concluyen el teólogo Eskil Skjeldal y el premio Nobel Jon Fosse en un breve librito

El escritor Jon Fosse, premio Nobel de Literatura 2023.

El escritor Jon Fosse, premio Nobel de Literatura 2023. / EFE

Una misa cristiana y un concierto en un auditorio tienen mucho en común. Eso pienso constantemente mientras leo Misterio y fe (EnDebate), una conversación entre el teólogo Eskil Skjeldal y el premio Nobel de Literatura Jon Fosse, convertido al catolicismo hace algo más de una década. La experiencia de la misa siempre es individual, explica el escritor noruego, pero necesita de lo colectivo, algo también parecido al teatro en el que ha destacado Fosse.

En todas estas ceremonias, pienso yo, se produce una revelación interna y solitaria pero en comunión, bien sea a través solamente de la música o a través de la palabra. Así lo pude sentir en 2015 en el Auditorio Nacional, cuando la Orquesta y Coro Nacionales de España dedicaron su ciclo Carta blanca al músico Arvo Pärt para celebrar su 80 cumpleaños.

El compositor de origen estonio, que a finales de este año cumplirá 90, es seguramente el autor de música sacra más popular desde Johann Sebastian Bach. Minimalista, Pärt es el padre del tintinnabuli, una técnica que produce un efecto de campanas y a la vez una sensación de equilibrio, sencillez y profundidad como destila en su famoso Spiegel im Spiegel, espejo en el espejo, una composición de 1978. Para entonces Pärt hacía seis años que se había convertido al cristianismo ortodoxo ruso y estaba a punto de exiliarse con su familia de la Unión Soviética, cuyo régimen había censurado en los años 60 su pieza Credo, en la que el coro canta un pasaje del Evangelio de Mateo. Escuchándolo creo que creo en Dios.

No es descabellado entrar en la fe por la música. Skjeldal le explica a Fosse, en la conversación que reproduce este librito, que él sintió a Dios cuando era niño, cantando a Bach en el coro de la iglesia. Fosse, a su vez, le explica al teólogo que para él Bach es mejor camino a Dios que cualquier sermón, y le cuenta que la poca música que ha escuchado en los últimos años es del alemán en las manos de Glenn Gould.

Misterio y fe es un libro breve y valioso, el premio Nobel rehúye habitualmente tanto de mencionar la palabra Dios como de cualquier intento de explicar su fe, pero aquí, apoyados en referencias a Ludwig Wittgenstein o Martin Heidegger, la conversación deriva en la naturaleza de la palabra y, con mucha frecuencia, en el también misterioso acto de escribir y la posibilidad de entenderlo como un don.

Los dones que no liberan del trabajo como la fe no exime de la oración, todo lo contrario, al menos eso aprendo leyendo Devoción, el libro de Pablo d’Ors en el que reinterpreta el clásico El peregrino ruso, cuyo protagonista busca aprender a vivir practicando una oración perpetua. Me encuentro inmersa en esta búsqueda de la fe, de Dios, de la iluminación, escuchando compulsivamente Tabula rasa de Pärt y con El loco de Dios en el fin del mundo de Javier Cercas y El libro de todos los libros de Roberto Calasso en la mesilla esperando su turno, cuando pienso que aunque Dios y la fe estén en todos lados, incluso puede que dentro de nosotros mismos, quizá sea a una iglesia donde debería ir finalmente en su búsqueda.

Entonces llaman al timbre, silencio a Pärt y regreso al otro lado de la vida. Es un repartidor que me entrega un paquete. Al rasgarlo aparece otro librito como el de Fosse de la colección EnDebate: Sindiós ¿para qué sirve creer en lo increíble? De Martín Caparrós. Y así por los siglos de los siglos, pensando en Dios aunque Friedrich Nietzsche nos dijera que había muerto.