Opinión | BREVES INFINITOS

Mariana Sández

Psicoanálisis a lo Beauvoir

Los tres relatos que integran ‘La mujer rota’ están impregnados de finísimas reflexiones alrededor del matrimonio, los hijos y la vejez

La escritora y filósofa francesa Simone de Beauvoir.

La escritora y filósofa francesa Simone de Beauvoir. / EPE

Pocas experiencias producen tanto gozo como volver a adorar un libro que se amó. En los tiempos actuales, además, gracias a intercambios como los de los clubs de lectura, la posibilidad de ver ese placer expandido en otras personas se multiplica. Me ha ocurrido recientemente con los tres relatos que integran La mujer rota (1968), de la francesa Simone de Beauvoir (1908-1986). En los clubs ha causado auténtica sensación entre lectores masculinos y femeninos de las más diversas edades: el debate dejó claro que el libro había hecho sonar en todos notas muy íntimas. Y por sobre todas las cosas pasó algo especial: se derribó el mito de que es imposible acceder a De Beauvoir.

Los textos –La mujer rota, Monólogo y La edad de la discreción– presentan tres casos de mujeres de 40 a 60 años en el punto exacto de un quiebre. En cada uno, se recurre a distintos ejercicios estilísticos que acompañan la problemática de la trama. El primero, narrado como un diario íntimo, es la crónica del calvario que atraviesa Monique cuando descubre la infidelidad –luego arrastrada a un agobiante plural, no fue una sola– de su esposo. A medida que comprueba las evidencias, sus inquietudes sobre el matrimonio, la vida familiar y el lugar de la mujer resultan de una claridad perturbadoramente próxima.

La mirada ajena –la del infierno sartreano– se vuelve principal, Monique insiste en entender cómo es vista por los demás: ¿cómo me veo cuando me ven?, ¿cómo soy según los otros? Porque si no supe advertir lo que pasaba con el ser de mi máxima confianza, ya no sé quién es la que vive como yo. El sentimiento de culpa es otra máquina trituradora en su conciencia, como si la aliviara pensar: me abandonan porque he fallado, fue justo, son esos errores y no mi persona los que provocan el rechazo. De todas formas, si Shakespeare escribió «fragilidad, tu nombre es mujer», estaría bien cambiarlo por «sentimiento de culpa eres tan femenino», ya que la culpa nos vuelve muy vulnerables. Y este personaje lo representa tan bien: culpa como mujer, como esposa, como madre.

En absoluto estamos ante una escritora inaccesible, todo lo contrario, ni centrada solo en la defensa ciega de la muje

Monólogo encarna la expresión desquiciada de Murielle, en la mediana edad, que se siente traicionada por la sociedad en general, en particular por su familia. Arrasada por la cólera, los juicios y también la culpa, el relato se vuelve inconexo, fragmentario, un puro fluir de conciencia en estado de torbellino de a ratos bastante caótico.

La voz de La edad de la discreción es la de una mujer al llegar a la hora de jubilarse. Desde una primera persona más objetiva y reposada que las anteriores, la protagonista reflexiona sobre las distintas maneras de envejecer, tema fundamental en el pensamiento de De Beauvoir, al que dedicó un libro extenso: La vejez. En esta nouvelle, la protagonista se siente traicionada por su hijo cuando decide optar por un camino ideológico distinto del que siguieron sus padres, identificados con las posturas políticas de De Beauvoir y su pareja, el filósofo Jean-Paul Sartre. Las discusiones entre marido y mujer sobre cómo la mirada de ellos hacia el hijo debió «perjudicar» su personalidad demuestran la indagación psicológica de la que es capaz la autora.

Si bien De Beauvoir está asociada a una postura feminista radical, derivado sobre todo de la publicación de El segundo sexo (1949), y a la filosofía existencialista, es necesario desmitificar el rótulo de autora difícil, árida, demasiado intelectual que a menudo la aleja de los lectores contemporáneos. En absoluto estamos ante una escritora inaccesible, todo lo contrario, ni centrada solo en la defensa ciega de la mujer: el muestrario de contradicciones y afectos que atraviesan sus personajes interpela a todos los géneros, porque los trasciende y apunta a descifrar al ser humano en lo esencial. Lo que la vuelve más atractiva es que consigue aproximar sus planteos más densos y filosóficos al lector convencional gracias a la prosa a la vez honda y ágil, simple y agudísima de su obra en conjunto.