CRÍTICA
'La muerte ajena', de Claudia Piñeiro: la ficción de la verdad ante los totalitarismos
La autora argentina aborda la dificultad de afrontar la realidad cuando se desconfía de los medios en su nueva novela

La escritora Claudia Piñeiro. / Alejandra López
Marta Marne
En redes sociales y plataformas populares entre jóvenes –como TikTok y Reddit– existe un debate sobre la voz narrativa preferida en ficción. Aunque sin consenso, muchos se decantan por la primera persona debido a la conexión emocional que genera con el protagonista. Incluso siendo consciente de su parcialidad –y posible falta de fiabilidad–, la subjetividad del narrador intensifica la intriga y permite vivir en tiempo real sus sensaciones y emociones. En cambio, el narrador omnisciente se percibe como más objetivo: su conocimiento amplio de los hechos inspira confianza. ¿Por qué ocultaría información? ¿Qué interés podría tener en manipular al lector?
Estas son las reglas –no escritas– de la ficción. Pero ¿qué sucede cuando ese mismo lector se enfrenta a un texto periodístico? ¿No esperamos una narración transparente, imparcial, que priorice los hechos por encima de cualquier filtro ideológico? La práctica demuestra que esta pretensión pocas veces se cumple. En una época marcada por las fake news y el auge de gobiernos autoritarios, la confianza en los medios se resquebraja y el lector se ve obligado a ejercer de detective: contrastar fuentes, leer entre líneas y sospechar del narrador.
Ese clima de desconfianza es el telón de fondo de La muerte ajena, novela de Claudia Piñeiro (Burzaco, Argentina, 1960). Estructurada en tres partes diferenciadas –cada una con su propia estructura, voz narrativa y enfoque–, la autora reconstruye la crónica de la muerte de Juliana Gutiérrez. Algunos medios afirman que cayó por una ventana, pero las sospechas de que no fue un accidente no dejan de crecer. La pregunta no es solo qué ocurrió, sino quién –y desde qué perspectiva, con qué intención– lo está contando.
Vínculos familiares
La novela transita por los vínculos familiares rotos, un territorio ya explorado por Piñeiro, aunque aquí con una nueva carga simbólica. El padre de Verónica Balda –hermana de Juliana– abandona a su mujer y a su hija el mismo día en que Verónica cumple 15 años. Se fuga con la profesora de Geografía de su hija y forma una nueva familia en la que solo tiene cabida Juliana. Las hermanas crecen sin contacto, pero la muerte de una abre, paradójicamente, la puerta a un reencuentro tardío con el otro linaje.
Se trata de una novela que desafía la necesidad de certezas y obliga a cerrar el libro con más preguntas que respuestas
Además, la autora introduce una reflexión sobre el control de los cuerpos femeninos, un eje atravesado por la hipocresía patriarcal: se defiende la supuesta libertad de las mujeres para comercializar su cuerpo –una idea maquillada por eufemismos como escort en vez de prostituta–, mientras se les niega el derecho a decidir sobre él cuando se trata de interrumpir un embarazo.
Como sucede en el periodismo, la novela ofrece versiones enfrentadas de los mismos hechos. Las voces se suceden, se contradicen, se matizan. El lector se ve empujado a interpretar, desconfiar incluso del narrador en tercera persona, tradicionalmente asociado a la objetividad. Si en Catedrales Piñeiro ya demostraba una gran destreza al construir un relato coral a partir de múltiples voces, aquí da un paso más: cuestiona la relación entre verdad y narración, entre hechos y ficción. El resultado es una novela que desafía la necesidad de certezas y obliga a cerrar el libro con más preguntas que respuestas.

La muerte ajena
Claudia Piñeiro
Alfaguara
384 páginas
21,90 euros
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