CRÍTICA
'La próxima vez que te vea, te mato', de Paulina Flores: Madame Bovary ya no vive aquí
En su última novela, la autora chilena muestra cómo una mujer vive la degradación de lo femenino

La escritora Paulina Flores. / Joan Mateu Parra
Ricardo Baixeras
La pregunta que sobrevuela la literatura de Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988) es una pregunta sobre la identidad, aquello que nos configura como lo que somos y en relación a los seres que nos rodean. En La próxima vez que te vea, te mato es Javiera la protagonista de una historia que es tanto la historia personal de una estudiante que recala en Barcelona para estudiar un máster en literatura como la historia colectiva de una generación desubicada que trata de encontrar su lugar en el mundo y que lo hace de la mano de un amor polifónico y relaciones tóxicas como si fuera «un mecanismo capaz de desmantelar el capitalismo, el patriarcado, el racismo y el odio fundacional de Occidente».
Y como en el amor, las relaciones familiares y personales ya han perdido también su aura romántica y es por ello que Javiera no puede romantizar su existencia y entonces busca afanosamente «confundir fantasía con realidad para obtener catarsis poéticas y sublimar la pena. Para evitar, precisamente, la locura».
De fondo y como si fuera el paisaje de todas las ciudades del mundo, precariedad laboral y alquileres inasumibles para una gran mayoría de la población. Por eso Javiera, una mujer dibujada con los patrones de una Madame Bovary perdida en los bosques de la posmodernidad y el poliamor, se ve obligada a compartir piso con Manuel, un peruano que hará que conozca el amor loco de la mano de un triángulo amoroso configurado por Laura, Armonía y Manuel.
Escenario sin edulcorar
Quizá el mayor logro de este libro ha sido el modo en que Flores ha dibujado un escenario sin edulcorar, una geografía más crepuscular que vanidosa de sí misma, una Barcelona «decrépita y efervescente», una ciudad decadente y poco nostálgica. Y todo ello porque aunque sea Barcelona el escenario bien podría haber situado su historia centrífuga en Nueva York, Berlín o Tokio.
Esta historia, mostrando una realidad que existe y que no debe ser silenciada, quizá habría necesitado menos rebeldía explícita y mayor complejidad
Porque la historia de Javiera es la historia donde las historias de amor son tramas y subtramas de la precariedad posmoderna cuando no ilegal configurándose como el eje que sostiene una sociedad enferma hasta los topes. Y es por eso que la novela funciona como la puerta de entrada (y de salida) a un mundo que los personajes no parecen entender: solo Javiera se esfuerza por «aprender de la infelicidad. Atraída por lo intenso, me equivocaba esperando obtener catarsis, un conocimiento profundo y verdadero de quién era».
Siendo como es un texto sobre el modo en que una mujer vive la degradación de lo femenino, la pulsión sexual desatada como el centro de su propia identidad y el asesinato y el suicidio como ejes vertebradores de una trama circular, uno hubiera querido algo más. Es decir, una mayor complejidad en esta comedia que quiere ser tragedia. O viceversa.
Flores ya había demostrado hasta qué punto la literatura no debe subordinarse a lo evidente y esta historia, mostrando una realidad que existe y que no debe ser silenciada (a saber, el mundo es sátira despiadada de valores que van y vienen), quizá habría necesitado menos rebeldía explícita y una mayor complejidad en el dibujo de unos personajes que, en demasiadas ocasiones, quedan configurados como meros pretextos de unas ideologías de blanco o negro y que el lector atisba como demasiado evidentes.

La próxima vez que te vea, te mato
Paulina Flores
Anagrama
200 páginas
17,90 euros
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