Opinión | CUADERNO DE NOTAS
30 años sin Guillem d'Efak
Su figura no ha desaparecido del imaginario popular, sigue vivísima en los poemas y las canciones que lo han convertido en un clásico contemporáneo

Guillem d'Efak. / EPE
VIDA. Conocí a Guillem Fullana i Hada d’Efak cuando, hacia 1966, estudiábamos para ser guías de turismo en Mallorca. Desde un principio tuvimos una empatía extraordinaria. Me contó que había nacido en 1930 en Asobla, Río Muni, en Guinea Ecuatorial, que era una colonia española. Su madre era una princesa de la tribu de los Fang, y su padre, un guardia colonial de la Guardia Civil. A los dos años, el padre lo trasladó al barrio del Barracar del pueblo de Manacor. Se hizo cargo de él su tía paterna, Margalida Fullana. Esta y su maestra, Lluïsa Fuster, fueron las mujeres que lo educaron y lo estimularon hacia la escritura y la canción.
Cuando terminó la guerra incivil, estudió y trabajó como maestro rural particular. También actuó en una orquesta local. Desde un principio tenía muy claro que su lengua era el catalán y que formaba parte de la cultura catalana. A 16 años ya había ganado algunos premios por sus poemas en la prensa mallorquina y participaba en fiestas literarias. En 1956, el poeta Josep Maria Llompart (del que este año celebramos el centenario del nacimiento) publicó el primer libro de poemas de D’Efak, El poeta i la mar, dentro de la colección que dirigía, La Font de les Tortugues. Dejó Mallorca y se trasladó a Francia, donde fue vendimiador y minero. Fruto de estas experiencias en 1966 surgió El poeta i la mina, donde nos cuenta la soledad y la solidaridad, las luchas y los miedos, dentro de lo que se llamaba poesía social.
En los años 60 regresó a Mallorca. En pleno boom turístico, consiguió trabajo en un famoso music-hall del antillano Max Woiski, La Cubana, del Terreno de Palma, donde cantó blues, jazz, canción popular y algunas piezas propias con mucho éxito. Poetas mallorquines amigos suyos -Josep Maria Llompart, Miquel Àngel Riera y Jaume Vidal Alcover- le abrieron camino hacia Barcelona, donde había surgido la Nova Cançó, impulsado por unos pioneros llamados Els Setze Jutges.
Muy rápidamente se profesionalizó y actuó en ciudades y pueblos del Principado y en Barcelona, donde vivió 15 años, desde 1965: grabó discos, dio recitales y conoció a los principales líderes de la intelectualidad catalana. En 1966, inauguró La Cova del Drac en la calle de Tuset de Barcelona, que se convirtió en un espacio mítico donde se cantaba y se representaban funciones teatrales de pequeño formato. Allí actuaron, entre otros, Maria del Bonet, Núria Espert, Maria Aurèlia Capmany, Núria Feliu, Joan Manuel Serrat, Ovidi Montllor y Francesc Pi de la Serra. En 1968, abrió el bar cultural La Cucafera, junto a Carlota Soldevila, Fabià Puigserver y Núria Picas. Se dedicó a la literatura y al management musical y teatral, y en 1969 ganó el prestigioso Premi Carles Riba con la obra Madona i l’arbre, que fue recibida con entusiasmo por la crítica por la fuerza de un lenguaje novel y liberador para expresar el amor auténtico («el amor del tacto y la saliva»), el amor de verdad.
REGRESO A LA ISLA. Guillem D’Efak volvió a Mallorca en 1980. Trabajó como guía turístico, se dedicó a la literatura y luchó en numerosos frentes por el enderezamiento político y cultural de nuestro país. Publicó libros y discos. En 1993, la Obra Cultural Balear le otorgó uno de sus premios y en 1994 recibió un gran homenaje, Un cant a l’amistat, en el Auditorium de Palma, con la participación de los principales intérpretes de la canción catalana (Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Juan Manuel Serrat, Raimon...).
Murió el 15 de febrero de 1995. Desde entonces su obra musical es interpretada por numerosos autores. Se han grabado más discos con canciones de Guillem d’Efak en los 20 años posteriores a su muerte que en toda su vida. Y se han editado más libros suyos post mortem que cuando vivía. Podemos leer su poesía completa en el libro Obra poètica (El Gall Editor, 2016) y su teatro en el volumen Teatre (El Gall Editor, 1980), a cargo de Bartomeu Mestre.
En 2005, con motivo del 10º aniversario de su muerte y de la de Ovidi Montllor, la Universitat de les Illes Balears organizó varios actos conmemorativos, con un cartel y una postal de invitación del pintor Josep Guinovart. El 1 de marzo de 2011, se le hizo entrega a su viuda, Mònica Pastor, la Medalla d’Or de les Illes Baleare y el canal IB3 le dedicó un programa.
Hace también 20 años, Maria del Mar Bonet y este cronista, para conmemorar los 10 años de la muerte de dos figuras amigas y extraordinarias como Montllor y D’Efak, montamos un espectáculo poético-musical y lo representamos por todas las tierras de los Països Catalans. Intentamos que sus palabras sonasen con todas las literalidades posibles. Recité sus poemas y Bonet cantó sus canciones, acompañados ambos por el músico Dani Espasa con piano y acordeón.
Recuerdo con fervor, ternura y entusiasmo aquellos recitales que nos demostraron que estas dos figuras, Montllor y D’Efak, no habían desaparecido del imaginario popular, sino que seguían vivísimos en los poemas y canciones que los habían convertido en verdaderos clásicos contemporáneos. El reto del recital fue dar voz a la complicidad entre nosotros cuatro (D’Efak, Montllor, Bonet y Mesquida), como amigos y como creadores, como antifranquistas y activistas luchadores por la lengua y la cultura catalanas. Cogimos sus obras y las hicimos nuestras, en todos los sentidos. El resultado fue un espectáculo vibrante y deslumbrante en el que los poemas y las canciones emocionaron a los espectadores con alegría, fervor y entusiasmo.
En la cultura catalana y en este tiempo en que nos atacan por todos lados los filofascismos, debemos sacar la obra de estos maestros y amigos como bandera de cultura, de fiesta y de libertad. ¡Gracias, Guillem d’Efak y Ovidi Montllor!
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