CRÍTICA
'Retratos de jazz', de Haruki Murakami: la 'playlist' del escritor japonés
El autor japonés desentraña su pasión la música en un libro de perfiles de sus intérpretes más queridos de este género con ilustraciones del pintor Makoto Wada

El escritor japonés Karuki Murakami. / Jordi Bedmar
Luis M. Alonso
No me suelen gustar las novelas de Haruki Murakami (Fushimi-ku, Kioto, 1949), pero sí comparto su afición por el jazz. He leído de él la comparación que establece entre la ficción literaria y la música asegurando que el ritmo es básico en ambos casos. Dice que lo aprendió del jazz, y que después afloró la melodía que en literatura, y a su juicio, significa la disposición adecuada de las palabras para que coincidan precisamente con ese ritmo. Si la forma en que las palabras encajan con el ritmo es fluida y hermosa, no se puede pedir más, asegura el escritor japonés. Después viene la armonía: los sonidos mentales internos que sustentan las palabras. Más tarde llega la parte que más le gusta: la improvisación. Entonces la historia brota libremente de su interior y solo tiene que dejarse llevar. Finalmente, lo más importante: la euforia que el autor experimenta al completar una obra y sentir que ha alcanzado con ella un lugar significativo.
La literatura es una especie de set jazzístico para Murakami que, en mi caso, a pesar de ser un aficionado al jazz, jamás he podido apreciar en lo que ha escrito. Sin embargo, sí creo en la sinceridad del autor de Kioto cuando se expresa con claridad y criterio sobre los intérpretes que más quiere y ha escuchado, y que figuran todos ellos en un libro que recomiendo y se titula Retratos de jazz, que publica Tusquets, con unas estupendas ilustraciones del pintor Makoto Wada. Agradezco, además, la playlist o, por decirlo mejor, la selección discográfica esencial que ofrece del medio centenar de artistas que retrata. Desde los más puramente jazzísticos hasta los crooner que, como es el caso de Tony Bennett, únicamente tuvieron que ver con el jazz propiamente dicho en los inicios de sus trayectorias.
Pero Murakami ha insistido en que le debe al jazz su carrera literaria. En 1964 escuchó en Kobe, cuando tenía 15 años, a Art Blakey y los Jazz Messengers y se sintió cautivado por ese tipo de música. Sentía bullir en su cabeza algo que se arremolinaba de un modo potente, y luego empezó a preguntarse si sería posible plasmar esa música en la escritura. Confiesa que así nació su estilo. El propio Murakami regentó un club de jazz durante años, antes de dedicarse completamente a sus libros.
Una obra sencilla
Retratos de jazz es una obra sencilla, sin grandes pretensiones, y dotada de una humildad que el propio autor se encarga de razonar desde el principio pidiéndole al lector que sea comprensivo con sus puntos de vista en caso de no compartirlos y que no les dé mayor importancia de la que merecen porque su propósito como melómano es divertirse escuchando música y pasarlo bien escribiendo de algo que le gusta tanto como es el jazz. Leyendo los retratos de Murakami, en mi caso, me he sentido francamente bien y agradecido, incluso cuando en la discografía esencial de algunos de los músicos o cantantes perfilados no he hallado coincidencia. Las ilustraciones de Wada son, además, un regalo para la visita.
Es cierto que no hay en el libro el alma literaria y romántica de Pero hermoso, de Geoff Dyer, pero tampoco lo pretende Murakami al escribir sobre los intérpretes esenciales que han tocado sus fibras más sensibles, como son los casos del gran Charlie Parker, el citado Art Blakey, Stan Getz, Billie Holiday, Charles Mingus, Thelonius Monk, su majestad Duke Ellington, Bill Evans, Miles Davis o Eric Dolphy, cuando levanta el vuelo con Out There, después de un prolongado estancamiento. Llama la atención lo que explica de Sonny Rollins, que tocaba sin un esquema preconcebido, elegía el tema musical, se arrancaba con las primeras notas y ejecutaba lo que le iba viniendo a la cabeza, de una forma deconstructiva. Mientras que, según él, John Coltrane, por el contrario, iba apilando cada tema sobre el anterior, haciéndolos dialogar entre sí en una perfecta progresión ascendente.
Esta clase de deducciones únicamente las puede hacer una persona que escucha con atención la música, prestándole el oído. A John Coltrane, es curioso, no le dedica perfil. Quizá por su talante más lógico, en cualquier caso no se sostendrían los de otros que figuran retratados en el libro. De Dizzy Gillespie escribe que fue fundamental en despejar las nebulosas que envolvían el bebop y emitir claridad cuando a los grandes héroes, Parker, Bud Powell y Monk se les había permitido todo tipo de excesos.

Retratos de jazz
Haruki Murakami y Makoto Wada
Traducción de Juan Francisco González
Tusquets
248 páginas
20,90 euros
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