Opinión | FE DE ERRORES
Latinos y la hispanofobia del trumpismo
La Constitución de EEUU de 1787 no declara como oficial ninguna lengua y las previsiones para el medio siglo hablan de que la cuarta parte de la ciudadanía de ese país será hispana y bilingüe
Muñoz Machado, director de la RAE: "El futuro del español no se puede cifrar por las declaraciones de Trump"

Un grupo de ciudadanos hispanos denuncian los ataques de Donald Trump contra su comunidad, en Washington. / Lenin Nolly
Giannina Braschi, la escritora portorriqueña radicada en Nueva York, acaba de difundir un elocuente video, tan preciso como valiente, denunciando la persecución sobrevenida contra miles de personas cuyo único delito es "haber nacido latinos" y la "aberración racial" que se está cebando en nuestra emigración y no solo en ella. Aboga también, cuando acabamos de conmemorar el tercer centenario del filósofo, por la vigencia del "ideal kantiano de la paz perpetua" y "el derecho cosmopolita a la hospitalidad universal".
Braschi, que ha recibido recientemente la Medalla Fray Luis de León de Poesía Iberoamericana otorgada por la ciudad de Salamanca, ha publicado al tiempo un nuevo libro titulado Putinoika, prolongación de sus ideas ya adelantadas en otra de sus obras más relevantes, United States of Banana (2011). En sus propias palabras, Putinoika viene a ser "una epopeya multigénero sobre el frenesí y la plaga en la era de Trump y Putin" inspirada en las antiguas tragedias griegas. "Lo que tiene de apocalíptico mi libro se relaciona muy directamente con Trump […] que es muy arrogante, prepotente, insensible, que no sabe comportarse y que no respeta nada ni a nadie": "Para mí es inexplicable que este señor haya logrado lo que ha logrado… tiene a la gente embrujada… es el greatest witchcraft y por eso, matar a un brujo es tan difícil".
Por otra parte, pocas semanas después de su investidura como 47º presidente de EEUU, Ignacio Peyró lo ha calificado certeramente como "el hispanófobo en jefe". Basta con remitirse a sus primeras actuaciones, acordes con lo que había sido su trayectoria anterior en la que nunca han faltado gestos y manifestaciones de desprecio a los hispanos como raza inferior, inmigrantes indeseables generalizadamente considerados por él degenerados o criminales.
Apoyo sorprendente
Ya en su mandato anterior había cerrado la web en español de la Casa Blanca, y amenaza ahora con reactivar la vieja campaña del English only, cuando en la ejemplar Constitución estadounidense de 1787, la primera nacida de los principios de la Ilustración, no se declara como oficial ninguna lengua, y las previsiones demográficas para el medio siglo hablan de que la cuarta parte de la ciudadanía norteamericana será hispana y bilingüe. Lo sorprendente del caso es que los posicionamientos de Trump a este respecto no parece que lo hayan privado de un significativo apoyo electoral de hispanos o latinos, incluida la identificación total con su política del flamante secretario de Estado, Marco Antonio Rubio.
Braschi sale en defensa de los latinos y Trump se confirma como martillo de hispanos. Las víctimas, en todo caso, ¿son las mismas? Esta pregunta que me hago, obviamente retórica porque yo soy de los que cree en la sinonimia, me trajo a las mientes aquel episodio de 1965 cuando Camilo José Cela, jurado del Premio Casa de las Américas, aprovechó su viaje a La Habana para enviarle una carta abierta, publicada en Papeles de Son Armadans, a Fidel Castro cuyo contenido le habría gustado exponerle en una conversación inviable "porque no ignoro que está usted agobiado de trabajo".
Nuestro escritor estaba convencido de que el líder revolucionario cubano era "en todo el mundo de habla española, en todo el mundo hispánico, la única persona que sin herir susceptibilidades de nadie" podía denunciar "con eficacia" que la expresión Latinoamérica (y el gentilicio latinoamericano) "fue puesta en juego, tanto por pereza mental como por afán imperialista, por los norteamericanos". Menciona además, recordando al presidente James Monroe, que "para ellos, no hay más americanos, a secas, que ellos mismos: América para los americanos". Y aducía también que el español "es la lengua de resistencia política de los portorriqueños" y que ya por aquel entonces los hijos de Borinquen consideraban que "el uso habitual del término latinoamericano era hacerle el juego a los yanquis".
Hace ya un año que dediqué una entrega de mi Fe de errores a cómo nuestro siglo posmoderno nos está dando muestras continuas de expresiones de la identidad como formas de confinamiento. Comentaba, así, la repercusión que había tenido en 2021 que The New York Times publicase un estudio en el que clasificaba por sus identidades raciales a las casi mil personalidades más poderosas de EEUU. De entre ellas, solo 180 eran identificadas como "personas de color".
Con Richard Nixon, la Oficina del Censo estadounidense y otras agencias como la Oficina de Gerencia y Presupuesto introdujeron por primera vez en el registro de 1970 la categoría hispanic, que se añadía así a las cuatro ya existentes: los americanos autóctonos, los afroamericanos, los euroamericanos y los asian americans. Solo los europeans americans fueron, sin embargo, identificados racialmente como blancos. Y los españoles figurábamos en el apartado de los hispanos. Es decir, como "no blancos".
Braschi y Trump, Trump y Braschi hablan de lo mismo, una a favor y el otro en contra: latins/hispanics. Y a mí no me inquieta en lo más mínimo esta coincidencia sinonímica; lo que sí me preocupan no son las palabras, sino las realidades que designan. En este caso, la xenofobia, el racismo y la negación del inviolable principio ilustrado de la universalidad de la condición humana y de los derechos que le son inseparables.
Por otra parte, la también reciente conmemoración del quinto centenario luctuoso de Elio Antonio de Nebrija, al que Cela mencionaba en su carta a Fidel, me ha ratificado en que con su Gramática de la lengua castellana de 1492 nuestro humanista, maestro de latinidad, dio el salto del latín a la lengua vulgar y ofreció un modelo para la proliferación de las gramáticas de los idiomas amerindios que los españoles elaboraríamos enseguida. Cuando a los hispanos nos llaman en USA latinos me siento identificado con cualquiera de las dos denominaciones. Pero, a la vez, con la herencia del lebrijano.
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