CRÍTICA
'El mundo horizontal', de Bruno Remaury: hilos ocultos de la Historia
El antropólogo francés muestra, a través de varios momentos y con distintos personajes, una visión del mundo de una inmensidad inquietante y abrumadora

Bruno Remaury, autor de 'El mundo horizontal'. / EPE
Luis M. Alonso
El mundo horizontal, del antropólogo francés Bruno Remaury (Toulouse, 1961), uno de esos libros que tanto abundan entre el ensayo y la ficción, se convierte, según avanza la lectura, en materia de sueños. El autor, que dirigió una colección centrada en la moda, se centra esta vez en varios personajes, reales o ficticios, asociados a tres años y otras tantas épocas: 1906, 1506 y 1946.
No hay un orden cronológico que permita establecer paralelismos entre ellos pero sí la visión mitológica del espacio que reemplazó a la percepción del tiempo. El lector, como si se tratara de un trébol, tendrá que ir deshojando el texto y dotándolo de su propia comprensión. Es sencillo pero a la vez complejo este ejercicio deductivo que propone Remaury y que acaba de publicar traducido al español la editorial Periférica.
Aparentemente se trata de extraer conclusiones sobre lo que tienen en común el descubrimiento de una cueva en los Pirineos, la pintura de Jackson Pollock o el desastre minero de Courrières de principios del siglo XX. Algunas historias que versan alrededor de estos hechos tienen como protagonistas a personas que existieron realmente, otras a seres ficticios o legendarios.
Junto a Félix Régnault, Leonardo da Vinci y el fotógrafo August Sander, nos encontramos con un conductor de autobús Greyhound, tras la Segunda Guerra Mundial; una emigrante que llegó a Estados Unidos en la década de 1910; y a Noé, Isaac y Daniel, tres figuras de la Biblia de enorme poder simbólico.
Remaury insiste en que el mundo horizontal está hecho de caminos y encrucijadas, y que cada vez que imaginamos en él una progresión lineal es mediante aparentes desvíos. Dichas así, a simple vista, las palabras pueden parecer abstractas pero es en el propio contexto de las historias donde alcanzan su concreción.
Todo comienza en la cueva de Gargas cuando el prehistoriador y antropólogo Régnault descubre manos aisladas, agrupadas en las paredes o desplegadas como una bandada de pájaros, que le hacen comprender que el hombre antiguo no se contentaba con arrastrarse y estar constantemente en el suelo, sino que alzaba su mirada hacia la bóveda para marcar la dirección que no es otra que la de la inefable trascendencia: la autoridad de los astros, los antepasados y las deidades.
Espacios de magnitud y miedo
La cueva, la caverna, la mina, son, junto con el bosque, los espacios en los que los humanos encuentran la magnitud y a la vez el miedo. Remaury escribe que en la caverna es donde nace lo sagrado. Mientras que el bosque es el espacio del ogro, justamente el del terror que jamás abandona al hombre: el de los supervivientes de Courrières, que se desplazan con las manos extendidas para hallar el camino; el de la propia pintura de Da Vinci traída por el temor, cuando no el pánico, al diluvio, y que surge precisamente a raíz de las inundaciones del Po.
Remaury se ocupa de tejer los hilos invisibles de la intrahistoria en un libro tan interesante como inteligente
También es el miedo traducido en obsesión de los Estados Unidos hacia "los rojos", después de haber hecho explotar la bomba atómica; o de las guerras que en la Humanidad sobrevienen siempre o se desencadenan por pavor hacia el otro contendiente.
El libro de Remaury rezuma melancolía por el modo en que la modernidad ha cambiado los marcos del pensamiento sobre lo que nos rodea y por aquello desconocido, que lleva a preguntarse qué tenemos ante nuestros ojos. El autor de El mundo horizontal yuxtapone a los pintores y las grandes carreteras estadounidenses un descubrimiento arqueológico y el desastre minero de Courrières, para describir una nueva era histórica donde el mito da paso a la razón fría y contable. Ciertos pasajes de la lectura muestran de manera muy directa esa preocupación sobre el tiempo, la muerte, la alteridad o los animales en la prehistoria.
Según Remaury, contamos con respuestas racionales pero también con un legado del conocimiento que significa que no estamos simplemente en una sociedad científica rígida y estandarizada. Es precisamente ahí donde quiere llegar el antropólogo en su búsqueda de lo desconocido: una visión del mundo que considera de una inmensidad inquietante y abrumadora. Para Remaury no cabe solo preguntarse qué veo, sino ¿cómo entiendo lo que veo? Por eso se ocupa de tejer los hilos invisibles de la intrahistoria en un libro tan interesante como inteligente.

El mundo horizontal
Bruno Remaury
Traducción de Blanca Gago
Periférica
150 páginas
18 euros
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