Opinión | PERIFÉRICOS Y CONSUMIBLES

El mono desnudo y la monja desvestida

Vuelve una vez más el sanedrín de lo real y sus daños a valorar la literatura en términos del 'por si acaso'

Lusigé Martín, autor del libro 'El odio', sobre José Bretón.

Lusigé Martín, autor del libro 'El odio', sobre José Bretón. / Europa Press

Andan las fuerzas vivas de la justicia ordinaria y de la justicia poética dirimiendo lo de las cartas y conversaciones de José Bretón y Luisgé Martín. Si las adscriben a su realismo original o las adscriben al difuso, confuso y semifuso reino de las libertades de ficción. Terminará decidiendo un juzgado de Barcelona en torno al true crime y sus hipóstasis: sus ramificaciones éticas, estéticas y hasta patéticas. Vuelve una vez más el sanedrín de lo real y sus daños a valorar la literatura en términos del por si acaso, como en Minority report, aquella película de Steven Spielberg en la que el delito se conoce antes de que el delincuente lo lleve a cabo.

No nos ayuda demasiado el siempre imprevisible y juguetón Diccionario de la Lengua Española (DLE), quien, fiel a su balanza, define la acción de ficcionar como "convertir en ficción algo real o darle forma de ficción". Dice también que son sus sinónimos ficcionalizar, novelar y novelizar. ¿Cómo se convierte en ficción algo real? ¿Cómo se da a algo real forma de ficción? ¿Será verdad que todos llevamos una novela dentro de nosotros?

La escritura, por lo que parece, debe pagar los aranceles del etiquetado madrino. La escritura como programa de salvación individual y social. Y que la ficción se defienda como pueda. La fuerza de la imaginación (enjaulada, la describía Javier Aparicio Maydeu) funciona como el viejo –y actual– lema de la OJE: "Vale quien sirve". Y se trata entonces de mantener los límites bien controlados, llevarlos, si hace falta, hasta la afantasía, esa dificultad para evocar mentalmente distintas imágenes visuales.

Toda vida lleva dentro una novela o lleva una tesina, como la que presentó el futbolista Robert Lewandowski sobre su propia vida y por la que obtuvo el grado en Educación Física y Deporte. También construyó su propia vida el dominicano Frank Tavares quien vivió 22 años en un convento convertida en monja. De Frank a sor Margarita. Solo el embarazo de una novicia truncó la carrera travestida del alférez-monja. Puede leerse la historia en el libro La monja desvestida, algo así como la versión porno soft de El mono desnudo.

Y como monos desnudos, bonobos que, como los humanos, reconocen la ignorancia de sus semejantes, andamos entre la realidad y la ficción, entre la literatura y sus secuaces, entre el sálvame el Velux® y el si te visto no me acuerdo. Dándonos un poco la lata mutuamente con lo que es bueno y lo que es malo, monos desnudos con carné de especie evolucionada. Al final resultará que todo se trata de vigilar el latón de Aquiles, nuestro destino siderúrgico o quirúrgico. Héroes de saldo, asesinos epistolares, monjas desvestidas, delanteros polacos. Y pagando aranceles a la realidad y a la ficción.