CRÍTICA

‘El buen antepasado’, de Roman Krznaric: el legado de los actos

En este ensayo, el autor describe cómo hacer del laberinto de las falsas urgencias un camino más allá de nuestra vida

Roman Krznaric, autor del libro 'El buen antepasado'.

Roman Krznaric, autor del libro 'El buen antepasado'. / EPE

Marc Masmiquel Mendiara

Hasta que el cuerpo no se rompe, somos autómatas del hábito. La enfermedad es indicador de un problema y lo mismo sucede ecosistémicamente. Siglos de exprimir los recursos nos han llevado a colonizar el futuro. Nuestros actos afectan al equilibrio del porvenir.

Somo esclavos de nuestra ceguera, atolondrados por creernos nuestro trabajo, dependientes de likes y enfoques de poco recorrido. El tiempo -ese constructo inasible- es una fastuosa alfombra que se extiende vaporosa e indefinida. ¿Te imaginas en 2125? Hay quien apostola estrategias y planes, nada a siglos vista.

Pensamos acotados a la mortalidad, un sesgo cognitivo temporal. Nutridos de inmediatez y miedo a la escasez nos dilapidan las horas extra. Que quede claro: el tiempo no es oro. La sociedad del exceso, con la atención malherida, incapaz de vivir sin notificaciones, y sin saber que los actos del presente se teletransportan al futuro necesita pensar a largo plazo. Cada uno de nosotros es un eslabón en esa cadena.

Laberinto de falsas urgencias

El filósofo Roman Krznaric (Sidney, Australia, 1971) describe en El buen antepasado cómo hacer de este laberinto de falsas urgencias un camino que vaya más allá de nuestra vida. Debemos pensar en las generaciones futuras y una acción sostenida en el tiempo. Muchos anhelan riquezas, pero tener nunca fue ser, como enseñó Fromm. El consumo que sublima el deseo, pero ignora el proceso es el que identificó Marcuse, viendo claro que unidimensionalizados perdíamos nuestra humanidad.

Esta sociedad ¿la hemos escogido? ¿es herencia o hipoteca? La inercia turbocapitalista sufre su pobre visión. Usura y dinero instrumentalizan todo y este cortoplacismo colapsará en las narices (futuras) si no trabajamos a largo plazo. No es sólo planear, no, eso es otro espejismo, el futuro los nietos de nuestros nietos y el ecosistema en el que vivirán depende de enfrentarse ante la praxis actual de tierra quemada y océanos de plástico.

Krznaric no asusta, quiere esperanzar, identificando el modo de pensar: "Todos tenemos un cerebro nube de azúcar, que puede obcecarse con deseos y recompensas a corto plazo. Pero también poseemos un cerebro bellota que nos permite imaginar futuros lejanos y trabajar en objetivos a largo plazo". Describe la lucha de los estilos de tiempo, primero los propulsores del cortoplacismo: la tiranía del reloj, la distracción digital, el presentismo político -con un enfoque miope de elecciones en elecciones-, el capitalismo especulativo, la incertidumbre interconectada, y la búsqueda del crecimiento económico incesante -o progreso perpetuo-.

Pensar a largo plazo

Y modos de pensar a largo plazo: humildad del tiempo profundo -comprender que somos un parpadeo en el tiempo cósmico-, mentalidad de legado, justicia intergeneracional -tener en cuenta a la séptima generación futura-, pensamiento catedral -planificar proyectos más allá de la vida propia-, previsión holística -idear múltiples rutas para la civilización- y Objetivo trascendental -aspirar a la prosperidad planetaria-.

Kahneman habló del pensamiento rápido y lento, Krznaric aporta profundidad y nos evidencia que podemos pensar a corto y largo plazo. Son ideas de cosmovisión antigua y sentido de responsabilidad transgeneracional. Esta obra nos protege del marketing vendehúmos y el greenwashing de empresas ciegas a las alertas climáticas y sociales, apoyadas por la barra libre de gobiernos neoliberales… ¿seguiremos regalando el futuro por la efímera riqueza de unos pocos?

"El cortoplacismo que impera en todo el sistema es un problema serio. Podemos ponernos todos los objetivos de desarrollo sostenible que queramos, pero si el sistema político sigue moviéndose en ciclos temporales tan cortos, no vamos a llegar lejos. Necesitamos repensar y rediseñar nuestro sistema. Cuando hablamos de la crisis ecológica y climática, hoy sabemos más que nunca. Miles de científicos llevan décadas advirtiéndonos de que, si no cambiamos las cosas, las consecuencias de la subida de la temperatura global a final de siglo serán catastróficas". Mortificar a Pachamama pasará factura a nuestros nietos. Pero ¿Krznaric no iba a darnos esperanzas? Evitad ser flojos de carácter en la vida y el amor: seremos lo que hagamos hoy.

La tiranía del ahora

Krznaric es claro: "Necesitamos actuar como si hubiésemos llegado a ese agotamiento, al menos en los países desarrollados. Aceptar los límites y avanzar hacia una economía que no necesite el crecimiento perpetuo. Ha habido muchos intentos para desacoplar el crecimiento de las emisiones de CO2, la contaminación o el agotamiento de recursos. Pero ninguno ha tenido éxito por ahora. No funciona. El crecimiento sostenible no tiene sentido. No podemos seguir creciendo para siempre y pretender ser sostenibles dentro de los límites del planeta. Demasiados líderes confían en las innovaciones tecnológicas como solución a los problemas que se avecinan. Además de este pensamiento mágico, está la tiranía del cortoplacismo, la tiranía del ahora. La imaginación no va más allá del próximo informe trimestral o de las próximas elecciones".

Ante algo así ¿nos cruzamos de brazos? ¿qué película vives? ¿una donde te has vendido y obedeces a los matones? ¿o donde el futuro sea un compromiso? ¿la inercia del pan y circo? ¿o la evolución hacia un mundo equilibrado? En la película The Time Machine -basada en la novela de H. G. Wells- un científico construye una máquina para viajar en el tiempo, en el año tropemil descubre una sociedad subyugada, dividida entre mansos habitantes y los malotes Morlocks. Puesto que Trump, Netanyahu, Putin y sus jóvenes castores -Musk, Bezos, Zuckerberg, Milei- son Morlocks contemporáneos es hora de actuar.

Vayamos a solucionar: hay que regenerar, facilitar que la vida se asilvestre y brote. Krznaric nos habla de la economía del dónut el modelo propuesto por Kate Raworth -su docta esposa, por cierto- donde impulsa el bien común y se propone un estilo de vida digno, justo y sostenible. Pero exige cambios, no ruedas de prensa, coches eléctricos, o inteligencia artificial de feria. Para ser buenos antepasados recordemos a Antonio Machado: "Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora".

Pensar a largo plazo es el modo de fortalecer esta destreza olvidada y dar voz a las generaciones futuras. Empieza leyendo este libro, planta un árbol o restaura posidonia, pero déjate de tonterías y usa tu cerebro bellota mientras aún tengas fuerzas y vida en tus ojos. Si lo haces bien otros seguirán tu legado, el legado de los actos.

El buen antepasado

Roman Krznaric

Traducción de Efrén  del Valle Peñamil

Capitán Swing

303 páginas. 21 euros