CRÍTICA

'Tierra de empusas', de Olga Tokarczuk: borrados electivos

La premio Nobel polaca se infiltra en el mundo creado por Thomas Mann en ‘La montaña mágica’ en su nuevo libro

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La premio Nobel Olga Tokarczuk, autora de 'Tierra de empuesas'.

La premio Nobel Olga Tokarczuk, autora de 'Tierra de empuesas'. / EFE

La premio Nobel Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962) es autora de un libro formidable en muchos aspectos, Los errantes, entre ellos la capacidad de retener su sentido (las claves que organizan la lectura) hasta las últimas páginas. En su nueva novela, Tierra de empusas, parece optar por la poética contraria: los presupuestos y la operación literaria quedan a la vista del lector desde las primeras páginas. El enigma deja paso al programa.

A propósito del encierro del joven Miecysław Wojnicz en un sanatorio (de la Baja Silesia) para curarse de tuberculosis (corre el año 1913), la autora aprovecha para infiltrarse en el mundo de La montaña mágica con un doble propósito: parodiar la masculinidad de la época (tan apegada a los bigotes de los totémicos padres dominantes) y los flecos más pomposos de los prestigiosos diálogos de Thomas Mann, al tiempo que se denuncia el borrado de las mujeres (que sufren también de una violencia impune, asentada en el desprecio), quienes comparecen en la narración formando un coro de observadoras casi invisibles, pero que no pierden punto, además de reclamarse imprescindibles para sostener el ocioso restablecimiento del sanatorio mágico.

Aire alegórico

Parodia y denuncia. Tokarczuk emplea una imaginación juguetona y cargada de mala leche, recurre a la plasticidad de su prosa y consigue darle al libro un aire alegórico, que son algunos de sus principales talentos como narradora. Y aunque la novela no sea tanto una impugnación de Mann como un juego paródico, las comparaciones son inevitables, y aquí es donde conviene recordar la tensión psicológica y social con la que el autor alemán solía escribir contra los presupuestos, objetivos y representaciones de su clase.

Los presupuestos y la operación literaria quedan a la vista del lector desde las primeras páginas

En La montaña mágica es muy consciente tanto de recrear un mundo agotado y desbordado por la Gran Guerra (que no ha sabido impedir) como de los salientes ridículos de su educación (así, un personaje descubre que la mantequilla no viene al mundo rizada como en la mesa de desayuno). Ninguna tensión similar apreciamos en Tierra de empusas, determinada a progresar sin vacilaciones en la cumplimentación de su plan: digno de aplauso y con el que estoy, frase a frase, de acuerdo, sin que la lectura llegue a conmoverme.

Quizá el saliente más inquietante surge de preguntarnos: ¿por qué ha silenciado Tokarczuk en su narración a las mujeres (personajes y autoras) de la literatura? La pregunta sería impertinente si desarrollase una ficción histórica pero se impone al decidirse a jugar, aunque sea como parodia, en el territorio de Mann, una de las cimas de la novela canónica, último heredero y custodio de la gran tradición del XIX. Sin desmerecer ni renunciar a los méritos y la gracia literaria de su denuncia: ¿dónde están las mujeres de Gustave Flaubert y Honoré de Balzac, de Benito Pérez Galdós y Clarín, de León Tolstói y Fiódor Dostoyevski, y las de sus colegas femeninas, desde Jane Austen a George Eliot, pasando por las tres hermanas Brontë? ¿Por qué no comparecen estos modelos aunque sea para impugnarlos? La ausencia de esta apabullante representación de la mujer, aunque sea a beneficio de la espectacularidad y la importancia de la propia empresa, impregna la lectura de un sabor un tanto ventajista.

Tierra de empusas

Olga Tokarczuk

Traducción de Katarzyna Mołoniewicz y Abel Murcia

Anagrama

 344 páginas

21,90 euros