MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: María Fasce

La también editora logró el galardón que publica la editorial Siruela con su última novela, cuyo detonante fue un sueño

He venido a hablar de mi libro: Nahir Gutiérrez, autora de 'El cajón de las cosas que no duelen'

María Fasce, autora de 'El final del bosque', premio Café Gijón de novela.

María Fasce, autora de 'El final del bosque', premio Café Gijón de novela. / EPE

María Fasce

Me proponen hablar de mi libro y preferiría no hacerlo. Preferiría hablar, como hago cada día, de los libros de los demás; de los que publico (Ottessa Moshfegh, Sara Barquinero, Irene Cuevas o Lucia Berlin, por ejemplo), de los que tengo junto al ordenador mientras escribo en un ritual que crea la ilusión de que por ósmosis pasará a mi novela algo del talento y genio de Patricia Highsmith, Borges, Annie Ernaux, Carrère, Ferrante o Murakami. Pero aquí voy.

Aunque no hago autoficción no puedo escribir ficción sin partir de la realidad; la mayoría de las veces, de una anécdota o situación propia, y otras, de una historia ajena, como me sucedió con Neruda y sus mujeres en La mujer de Isla Negra. Esa pequeña parte de realidad dispara la ficción y -me gusta creer- impregna toda la novela de verdad en un sentido esencial.

El detonante de El final del bosque fue un sueño: mis dos hermanos y yo pasábamos una temporada en una cabaña de Peralta Ramos, el bosque mítico de nuestra infancia, y una tarde lluviosa me asomaba a la ventana y veía a un hombre yaciendo en el barro; como sólo sucede en los sueños, yo sabía que uno de nosotros tres lo había matado. Me desperté de un salto. Aún temblorosa prendí la luz, apunté el sueño en el bloc de notas de mi mesita de noche y volví a dormirme con la convicción de que allí había una novela.

Al otro día empecé a delinear la trama: una historia de amor en el centro y una intriga a resolver. Los hermanos del bosque -como mis hermanos y yo por ese entonces- acababan de perder a sus padres, había una herencia material y emocional en juego, y un pasado con zonas oscuras y dolorosas de transitar. El silencio era una arraigada costumbre familiar, heredada de padres a hijos: alguien tendría que romperlo para descifrar el enigma.

Tres años y medio después ponía el punto final, pero llevaba décadas escribiéndola: algunas novelas se gestan misteriosamente en alguna zona del cerebro y del cuerpo mientras una cree estar haciendo otra cosa, incluso escribiendo otros libros. Había seguido el consejo de Lorrie Moore a sus alumnos: “Escribid como si supierais que vuestros padres no van a leerlo”. Y entonces una mezcla confusa de pudor y de miedo me llevó a un pacto conmigo misma: sólo la publicaría si ganaba un premio.

Presentarme a un certamen no era una práctica nueva: mi primer libro se publicó gracias a un premio, he presentado mis libros a los premios Nadal (fui finalista con Dos extraños), al Herralde, al Galaxia Gutenberg y al Ribera del Duero, entre otros; incluso dos años atrás había sido finalista, con Las vidas de Elena, de este mismo Premio de Novela Café Gijón que una mañana, para mi gran asombro, me anunciaron había ganado. Lo nuevo era mi apuesta.

Ahora el libro es de ustedes. Ojalá los entretenga, los interpele y los emocione en algún momento, como me sucedió a mí al escribirlo.

El final del bosque

María Fasce

Premio Café Gijón de novela

216 páginas

19,95 euros