Opinión | EN PUNTAS DE PIE

Formas de resistir

En esta carrera interminable, mi ambición es ser capaz de hacer las paradas de avituallamiento oportunas. Y que allí me esperen libros, películas y música

La escritora Bibiana Collado, autora de 'Yeguas exhaustas'.

La escritora Bibiana Collado, autora de 'Yeguas exhaustas'. / EPE

No recuerdo cuándo fue la última vez que no me sentí cansada. Da igual si he dormido cinco, seis o siete horas. Desde hace unos años tengo la sensación de que siempre estoy corriendo, de que vivo con la lengua fuera, inmersa en una carrera que no sé hacia dónde va. Hace unos días, sin embargo, leí que Elon Musk piensa que trabajamos poco y que con 40 horas a la semana es imposible cambiar el mundo. ¿Es posible hacerlo sin tiempo para perderlo? ¿Puede la imaginación funcionar con los niveles de cortisol actuales? ¿No habían venido los robots y la inteligencia artificial a mejorar nuestras vidas?

Mientras pensaba en todo ello mi mente viajó hasta Yeguas exhaustas, de Bibiana Collado. Cogí el libro de la estantería y releí este fragmento que había subrayado: "Crecer consistió en ir entendiendo los motivos por los que mi madre casi siempre estaba seria y triste. El principal de ellos era sencillo, sencillo y apabullante: estaba cansada. No cansada metafóricamente, no cansada del mundo y sus problemas, de la incomprensión o de las peleas. No. Estaba literalmente cansada, físicamente cansada. Reventada de tanto currar, como una yegua siempre exhausta al final de una carrera que no se acaba nunca. El agotamiento de la supervivencia no deja espacio a todo lo demás".

El agotamiento va por barrios y por clases sociales. No tener red de seguridad que nos levante cuando caemos implica estar más expuestos a esa explotación de la que habla la escritora valenciana. Pero muchos, en mayor o menor medida, vivimos ya en un bucle infinito de tareas del que creemos que no podemos salir y que perpetúa nuestra precariedad vital. Con el ritmo actual, sentimos que nos quitan nuestro tiempo, pero, sobre todo, que nos quitan nuestras ganas. 

Lo recuerda con frecuencia Remedios Zafra. En entrevistas recientes por la publicación de su último libro, El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática, subraya la necesidad de reapropiarnos de nuestro tiempo y alerta de lo que supone que en la vida contemporánea y en internet siempre sea de día. Y dice: "La concatenación de enfermedades derivadas de vidas sedentarias, de comidas rápidas, de vidas urbanas, del desdibujamiento de los círculos afectivos, de la ansiedad normalizada, es una secuencia profundísimamente relacionada con cómo trabajamos. Y cuando un médico me dice cambia y frena, o te dice cambia y frena, o le dice cambia y frena, ¿nadie se pregunta si no debiera cambiar la forma en que trabajamos?".

Todos tenemos que ganarnos la vida. Pero, como escribió David Trueba en un ensayo que publicó Anagrama en 2020, "ganarse la vida es una expresión afortunadísima que por desgracia suele contener un valor meramente pecuniario, material. Ganarse la vida tendría que ser la aspiración mayor de una persona, pero ganársela en el sentido de honrarla, de estar a la altura del regalo".

A veces no nos dejan parar y a veces nosotras no sabemos parar. La ambición de este ricachón americano será el crecimiento perpetuo a costa de seres deshumanizados que no tienen tiempo para recordar qué les gusta. La mía, que vaya a donde vaya en esta carrera interminable, sea capaz de hacer las paradas de avituallamiento oportunas. Y que allí me esperen siempre los libros, las películas, la música. Las ganas.