ENTREVISTA
Celia Rico y Paula Bonet: "Chirbes es el gran narrador de la compasión"
El suplemento ABRIL de Prensa Ibérica reúne a la cineasta, que ha llevado a la gran pantalla 'La buena letra', y a la pintora, que ha puesto imágenes a 'El año que nevó en Valencia', para charlar de la obra de Chirbes

La cineasta Celia Rico y la pintora Paula Bonet, fotografiadas en Barcelona. / Elisenda Pons
Anna Maria Iglesia
"¡Hemos hecho lo mismo!", exclama la cineasta Celia Rico ante los cuadros que Paula Bonet le muestra en su taller. Son obras grandes, algunas de dos por dos metros, en las que Rico ve reflejados los personajes de sus películas. Ellas no se conocían y no sabían que habían compartido un reto similar durante los últimos dos años: poner imagen a la escritura de Rafael Chirbes.
Paula Bonet ha puesto imagen a El año que nevó en Valencia, texto que Anagrama vuelve a publicar el próximo 27 de marzo acompañado de sus pinturas. "Es la obra en la que el Chirbes pintor es más generoso. Pinta con la nieve. Chirbes empasta. Vela. Barre. Funde", escribe Bonet en el epílogo en este libro para el cual ha realizado cuarenta pinturas "y hubiera podido seguir pintando", según confiesa.
Por su parte, Celia Rico ha adaptado al cine La buena letra. Se trata del tercer filme de la directora y guionista sevillana. La película, que se estrenará el 30 de abril y se presentará en el Festival de Cine de Málaga, está protagonizada por Loreto Mauleón y Enric Auquer y nos traslada hasta un pueblo costero valenciano en la inmediata posguerra.
En el Taller La Madriguera de Bonet, en Barcelona, el suplemento ABRIL reúne a las dos creadoras para conversar sobre Chirbes y sobre el reto de dotar de imágenes a su prosa.
¿Eran lectoras de Rafael Chirbes antes de embarcarse en estos proyectos?
Celia Rico: Yo había leído solamente Los disparos del corazón y llegué a La buena letra porque Fernando Bovaira, que había producido años antes Crematorio, me pidió que adaptara esta novela. Llevaba mucho tiempo con este proyecto, del que había hablado con el propio Chirbes, que también tenía en mente la posibilidad de llevar al cine la novela. Lo que sucede es que este proyecto se había quedado en un cajón. Tras ver mi primera película, Viaje al cuarto de una madre, Fernando me propuso el proyecto, que en un primer momento me pareció muy grande.
Paula Bonet: Porque su voz, su imaginario y su mirada son muy complejas. No hay un lugar único e inamovible donde poder colocar a Chirbes, porque su obra es de enorme complejidad y riqueza. Te hace contemplar una variedad de grises de la realidad y comprender personajes que, a priori, están en tus antípodas y con los que no compartes ni quieres compartir nada. Chirbes es el gran narrador de la compasión.
C. R. : Al inicio no pensaba que encontraría esa conexión tan profunda que finalmente tuve leyendo La buena letra. Esta es la primera vez que no he escrito desde cero, sino que he partido de un material previo. Mientras leía la novela, buscaba un asidero, algo a lo que agarrarme para llevarme el texto a mi terreno. Y creo que lo que hizo que conectara tanto e inmediatamente con Chirbes fue la sensación de que él escribe desde una herida muy profunda, primigenia, y que está atravesada por la pregunta de la clase social. En todos sus personajes está presente la lucha de clases, pero también la contradicción que nace de provenir de una clase y haber ascendido. La lectura de sus diarios me hizo darme cuenta de que ya no había marcha atrás, La buena letra era la película que quería hacer.
En su caso, Paula, los diarios también han sido muy importantes.
P. B. : Mucho, los tengo leídos y subrayados. No había leído a Chirbes, hasta que un día compré El año que nevó en Valencia buscando un texto corto para leer y, como valenciana, el título llamó mi atención. Lo curioso es que las dos llegamos por casualidad a Chirbes, pero sobre todo lo curioso es que tú llegaste a un texto que él quería llevar al cine y yo a otro al cual él quería poner imágenes.
El otro elemento curioso es que son dos mujeres, dos creadoras.
P. B. : Lo femenino y lo masculino en Chirbes se confunden de una manera muy actual. En la orilla es una de las mejores novelas sobre los cuidados que recaen, además, en un personaje masculino: nos encontramos con dos hombres, ya mayores, y el más joven cuida del otro. En El año que nevó en Valencia, el niño que mira y que habla tiene una relación compleja y bella con su tío, y mientras lo pintaba pensaba en el tío Antonio de La buena letra. Esta relación contiene muchas capas: el padre ausente sustituido por el tío, la relación entre hombres, lo sanguíneo... En el fondo, los dos libros retratan el mismo ambiente familiar y me encanta ver cómo las dos hemos retratado de manera muy similar al tío Antonio. Me parece interesante que en tu película la protagonista sea una niña.
C. R. : Porque en La buena letra la primera hija de sus protagonistas es una niña. Luego nace un niño; en él depositan todas sus esperanzas de futuro, si bien el tiempo les demostrará que un hijo nunca salva a una familia. Y, en mi opinión, ese niño que nace es Chirbes. La niña me permitía indagar en las relaciones madre-hijas. Las tres mujeres, la abuela, la madre y la niña, me conectan con las mujeres de mi propia familia. Ana, la madre, interpretada por Loreto Mauleón, representa a tantas mujeres anónimas, así que en ella podemos reflejar a cualquier mujer de nuestra familia.
Chirbes quizás no fuera un pesimista, pero en su escritura hay una gran tristeza
Usted retrata a ese niño de El año que nevó en Valencia en varios de los cuadros que tienen algo de autorretrato. Da la impresión de que se ve reflejado en él.
P. B. : Porque yo comencé a leer El año que nevó en Valencia tratando de huir de mí y, sin embargo, volví a mí. Recuerdo cuando leí ese momento en que, junto a su tío, el niño toca una anguila y le produce asco y repulsión. Encontré una conexión inmediata con todo lo que me estaba contando Chirbes. Tuve que releer varias veces el texto porque me sorprendía que alguien retratara tan bien esa herida de la que hablaba Celia y que lo hiciera con tantos matices y sin caer en la autocompasión. Él la retrata desde la fuerza y desde el dolor, pero lo hace desde la belleza. Hay mucha belleza en la obra de Chirbes; diría incluso que la suya es la mirada de un pintor.
Esta mirada se percibe en sus cuadros y en la película, sobre todo en cómo captan objetos y gestos para retratar el todo.
C. R. : Por ejemplo, con Ana en la cocina preparando sus guisos quería mostrar cómo esas mujeres se las ingeniaban teniendo muy poco para sostener a toda una familia. Vemos a Ana reutilizando las mondas de la naranja al inicio de la película, cuando el tío Antonio todavía no ha vuelto a casa, porque está en la cárcel. Para esa escena tuve muy presente el cuadro Los comedores de patatas de Van Gogh.
P. B. : Esta escena me impactó mucho y pensé qué habías resuelto muy bien y con una sola imagen lo que cuenta Chirbes en la novela: que Ana y su marido tenían muy poco porque literalmente se quitaban la comida de la boca para llevársela a la cárcel a Antonio, que cuando vuelve come con avidez los guisos de Ana. Esta avidez por la falta de comida está reflejada en el conejo descuartizado de El año que nevó en Valencia.
Que usted ha pintado en un cuadro de grandes dimensiones.
P. B. : Porque en pintura la escala es importante y dice mucho de lo que se está pintando. En Valencia nadie tenía conejos para comer, porque en la ciudad se pasó mucha más hambre que en el pueblo.
C. R. : Inicialmente quería que la película girara más en torno al hambre, porque es algo que está muy presente en la novela, e, investigando, encontré un libro precioso donde se recopilaban las recetas del hambre, como la de la tortilla de patatas sin huevo ni patatas. Y si hablamos de miseria, ahí está la mesa que, cuenta Chirbes, le construyó su padre con una caja de naranjas, porque es lo único que tiene para hacerle a su hijo lo que fue su primer escritorio.
En la película los sonidos y la luz son algo más que ambientación.
C. R. : Y son elementos importantes también en los textos de Chirbes. En los diarios, Chirbes habla del ladrido de los perros que viene de fuera, de esa oscuridad que envuelve la casa de noche y le provoca miedo siendo él un niño. Me sorprende cómo a través de estos detalles y de esta descripción del ambiente consigue captar los aspectos más humanos de los personajes. La oscuridad se vuelve metáfora de la humanidad de los personajes en la que todos nos podemos reconocer.
P.B. : Los perros están muy presentes en toda la obra de Chirbes. Por ejemplo, en Mimón están esos perros rabiosos que se muerden en medio de esa tierra agreste que te expulsa y que, sin embargo, Chirbes se empeña en habitar a través de la escritura.
Él decía que todos decían que era pesimista, pero que, en realidad, no lo era porque escribía libros.
P. B. : Creo que Chirbes se sentía expulsado o, por lo menos, vive con este conflicto de clase del que hablábamos. Me hace pensar en los hombres de mi familia: mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre son carpinteros como lo son muchos de los personajes de sus libros. Ellos no estudiaron Bellas Artes; yo, sin embargo, sí pude estudiar.
En La buena letra, Ana le dice a Antonio que sueña con que su hija sea pianista, pero luego añade que es una tontería.
C. R. : Aquí se refleja ese determinismo de clase tan presente en Chirbes, que quizás no fuera un pesimista, pero en su escritura hay una gran tristeza. Es la de quien ha conseguido una serie de cosas a las que él aspiraba, pero que sabe que mucha otra gente no. Para él, esto era contradictorio. De hecho, la buena letra apela a esa sospecha constante hacia las mentiras y los disfraces en torno al éxito social e, incluso, en torno al propio mundo de la cultura.
P. B. : Chirbes aspira a vivir de la cultura, pero esta no le devuelve aquello que él pensaba. Por esto, separa la escritura como vocación de la literatura como sistema, dentro del cual no se siente cómodo. Su escritura, llena de dolor, es una revelación y un aviso de dónde estamos y de quiénes somos. Chirbes nos recuerda que los esfuerzos y el trabajo por salir adelante no aseguran nada, no aseguran llegar. Y le duelen quienes no han llegado y que, sin embargo, teniendo menos que otros son mucho más compasivos y generosos que los demás.
Decía antes que Chirbes tenía mirada de pintor. En sus diarios, son muchas las reflexiones sobre pintura.
P. B. : Citando a Rubens, por ejemplo, dice que hay que cuidarse de poner blanco en las zonas de sombra y habla de las tonalidades de grises. Esto es lo que siempre digo en mis talleres de retrato y autorretrato: si pones blanco en las zonas de sombra, estropeas la transparencia y la profundidad en los medios tonos. El blanco se puede introducir con cuidado en las zonas de luz.
C. R. : En mi caso, cuando penetra la luz en la escena es para destacar un lugar privilegiado: Antonio y su mujer están en luz, mientras que Ana y su marido están en la sombra. Trabajamos mucho con la luz natural, buscando muchas penumbras, y trabajamos con el director de arte para que las texturas de las paredes fueran muy pictóricas, intentando que en las paredes siempre se proyectaran las sombras de los personajes.
Chirbes era también un gran cinéfilo. Le encantaba Rossellini. Ana, en al menos dos momentos, corre a la desesperada, evocándonos a esa Anna Magnani de Roma, ciudad abierta.
C. R. : Viaje a Italia, Alemania, año cero… Rossellini es un director que me ha marcado mucho y, de hecho, cuando pensamos la ambientación de la película todos los referentes que aparecieron pertenecían al cine italiano, teniendo como referencia el neorrealismo. También me influyó mucho La vida manda de David Lean, película que vi mientras preparaba esta. Tiempo después, descubrí que Chirbes había escrito sobre ella en sus diarios.
Da la impresión de que no han querido detenerse solo en una obra, sino captar el imaginario de Chirbes.
C. R. : De ahí ese mar en el que se reflejan los personajes y en el que se funde el presente con el pasado y el futuro.
P. B. : Esa síntesis tan propia de la escritura de Chirbes la he trasladado a mi pintura. Solo he necesitado una imagen desdoblada, es decir, dos cuadros para mostrar una mujer que se quita el duelo poniéndose una camisa de lunares. Yo habría podido seguir pintando, porque no estaba ilustrando, sino poniendo pintura a un libro y a todo Chirbes.

El año que nevó en Valencia
Rafael Chirbes y Paula Bonet
Anagrama
112 páginas. 26,90 euros
A la venta el 26 de marzo

La buena letra
Celia Rico y Rafael Chirbes
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