CRÍTICA
'Tan adorables', de Oriana Fallaci: una periodista adorable y explosiva
Las crónicas sobre Hollywood que la italiana escribió para 'L’Europeo' se incluyen ahora en un libro que desvela secretos de la meca del cine y de sus estrellas

La periodista italiana Oriana Fallaci, autora de 'Tan adorables'. / EFE
Luis M. Alonso
El mejor antídoto contra los artificios del Hollywood de la segunda mitad del siglo XX está en las extraordinarias crónicas que la periodista Oriana Fallaci escribió entre 1954 y 1959 para L’Europeo que ahora se incluyen en Tan adorables, y que acaba de publicar Alianza traducidas al español. Esas crónicas tan fantásticamente bien perfiladas –nadie escribía como Fallaci– nos devuelven la humanidad, la simpatía, los vicios y las virtudes de las grandes estrellas de la época, desde Audrey Hepburn a James Dean, de Ava Gardner a Brigitte Bardot, o Sofia Loren, Walter Chiari o Greogory Peck, Ingrid Bergman y Errol Flynn.
El gancho popular de todos ellos era precisamente ser inalcanzables y distantes. Lo contrario de lo que ocurre hoy, cuando la presencia en la vida y la obsesión social han difuminado la raya que separaba a las celebridades de sus adoradores. El caso más significativo puede que sea el de Marilyn Monroe, a la que la reportera italiana se empeñó en entrevistar, incluso después de que el director de cine Jean Negulesco intentará convencerla de que se trataba de una misión imposible. Negulesco le dijo que Estados Unidos era un país democrático de seres cercanos donde todos podían verse con todos cara a cara, excepto con Marilyn e Eisenhower, en aquel momento presidente de la nación. Obstinada como pocas y nada dispuesta a rendirse, Fallaci buscó un enfoque único de la estrella a través de su marido, el dramaturgo Arthur Miller.
Era menuda, de belleza elegante y pizpireta, fotogénica, y tenía una personalidad explosiva. No soportaba que los editores le tocasen sus artículos, ni tampoco aguantaba a los mediocres. Vivió una vida verdaderamente romántica, con amores tormentosos y heridas de guerra. Nació en Florencia, donde su padre era ebanista y militó en la resistencia antifascista durante la Segunda Guerra Mundial. De niña se convirtió en mensajera de esa resistencia, portando granadas de mano camufladas dentro de lechugas. Carece de sentido asombrarse por su carácter a prueba de bombas teniendo en cuenta dónde y de qué manera se forjó. Incisiva hasta el extremo, sus afiladas piezas siguen siendo un buen ejemplo de cómo largarle verdades a los poderosos sin arredrarse.
Misteriosa fuerza magnética
En una entrevista con Jomeini, se refirió al chador como un "estúpido trapo" y se lo quitó, provocando que el ayatolá abandonase la sala, para volver al día siguiente, muestra del poder periodístico de la reportera. A Ariel Sharon lo puso entre la espada y la pared al preguntarle sobre el significado de la palabra "terrorista", acusándolo de serlo. Logró que Henry Kissinger se comparara con un vaquero por medio de una metáfora que disgustó a Nixon. Su temible reputación, en vez de tener efectos disuasorios, hizo que muy pocos líderes mundiales la rechazaran. Frente a ella se veían arrastrados por una misteriosa fuerza magnética y a decir cosas que en otras circunstancias jamás habrían dicho.
En las páginas de este libro se encuentra el mejor periodismo
Pero este libro versa sobre el cine, que, en el caso de Fallaci, fue un ensayo brillante para las grandes entrevistas con la Historia que vendrían acto seguido. El coraje que ya en este siglo le llevó a escribir La rabia y el orgullo y La fuerza y la razón, sus dos diatribas contra el mundo islámico y sus repercusiones negativas, jamás fue valorado por los equidistantes y envidiosos: por una izquierda ensimismada en plegarse ante todo aquello que dice combatir desde unos valores supuestamente progresistas. ¿Pero quién era nadie para darle lecciones de progresismo a una persona forjada en el antifascismo que había defendido desde el primer momento la presencia real de la mujer en la vida pública?
El 9 de enero de 1956, Oriana Fallaci, tras sus primeras incursiones en Nueva York, llegó a Hollywood para entender sus mecanismos ocultos y contar sin filtros sus secretos. En los años siguientes volvió a la meca del cine, visitó las casas de los actores, entró en los estudios y asistió a los saraos más exclusivos, desvelando las conductas hipócritas, ambiciones y arrepentimientos de las estrellas en apasionadas entrevistas y perfiles. Se encontró con Ana Magnani y describió a la actriz romana como "cien mujeres a la vez", cada una de las cuales cambia de color igual que si se tratara de las figuras de un caleidoscopio. Irreductible al etiquetado, como ella misma. O la Loren, a la que para contentarla lleva desde Italia una maleta llena de espaguetis.
Tan adorables retrata con ironía evidente y crudeza absoluta esas pulsiones del cine y sus estrellas. Más tarde las resumiría en un ensayo sobre los siete pecados capitales, donde cuenta que en Hollywood dominan los más enérgicos y agresivos, aquellos que se dejan arrastrar por una fortísima avidez de ganar para mantener el conglomerado en pie. En las páginas de este libro se encuentra el mejor periodismo.

'Tan adorables'
Oriana Fallaci
Traducción de Carlos Gumpert
Alianza Editorial
336 páginas
23 euros
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