PERFIL

Wendy Guerra, huérfana de utopía

'La costurera de Chanel', su nuevo libro, es un tributo a la memoria y a los padres perdidos antes de tiempo

La escritora Wendy Guerra.

La escritora Wendy Guerra. / Jordi Cotrina

"Lo mejor que tengo es de mi madre: mi trabajo diario es parecerme a ella y mi obra es una gran oda a ella". La madre que fue la poeta cubana Albis Torres, hija a su vez y víctima de la gran utopía igualitaria o la Revolución castrista. Hija también Wendy (La Habana, 1970) del dramaturgo Raúl Guerra, que sucumbió al exilio y al alcohol y su desmemoria, y murió mendigando en una calle cualquiera. Despojada también de memoria su madre, ahogada en la contradicción entre la promesa y el presente entonces; recuperarla se ha convertido en la obsesión de la hija. "El asentamiento de la memoria, sí, es para mí una obsesión –me cuenta–. Si no entendemos el pasado, no entendemos nada".

Nació en las mieles del castrismo, cuando no imaginable era el derrumbe del bloque soviético y su isla en el paraíso. Pero pronto el espejismo iba a dejar de relumbrar. Alcanzó la primera juventud de la niña Wendy, que con 16 años era aplaudida y condecorada como poeta/escritora prodigio en la universidad estatal cubana y, cómo no, fue ingresada en la Escuela de Cine de San Antonio de Baños, la perla de la utopía, donde García Márquez le enseñó cómo contar un cuento y le conminó a dejar el cine y volcarse en la escritura.

El cuento se viene abajo y su madre fallece en 2004. "A mi madre le fue negado el poder de decisión sobre su propia hija, los nervios le fallaron y los frecuentes electroshocks borraron poco a poco los archivos de su mente hasta perder la memoria a los 48 años –puede leerse en un reciente artículo de su firma–. ¿Mi madre murió de Alzheimer a los 54? Posiblemente exista una demencia que derive de la ideología, de la resistencia a pensar que todo ha sido en vano, un apagón casi voluntario, un escape por la escalera de incendios que se traduce en olvido".

La única manera de salir del aislamiento es encontrarse con la vocación y la propia virtud

Ese mismo año Wendy da el paso al futuro: escribe una novela de autoficción basada en sus diarios de infancia y adolescencia, Todos se van, y es apadrinada por Eduardo Mendoza, premiada en España y luego en Francia y EEUU, y llevada al cine. El siguiente escalón continúa en la senda del diario y halla en Anaïs Nin el referente ideal: becada en diferentes universidades europeas y americanas, sigue el rastro del gran mito erótico de la literatura y reconstruye el momento en que regresa a Cuba en busca de sus orígenes: Posar desnuda en La Habana.

Exilio y reconciliación

No hace mucho, 2017, la escritora, merecedora ya de la distinción de Oficial de las Artes y las Letras de Francia, admitía que "no sé por cuánto tiempo más voy a aguantar aquí". Aquí es Cuba, y Cuba para Wendy Guerra es "como el patio de mi infancia, mi esencia, el lugar donde me enamoré… Pero los muchachos también se van de casa, y ya yo estoy madura, puedo salir de casa. No creo que uno tenga que tirar la puerta al salir de Cuba".

Poco más resistió y en 2021 se establecía definitivamente en Miami. "El arte es un pasadizo secreto para no estar aislado, por eso me marché al exilio tras cumplir los 50 años, para reencontrarme con los intelectuales y artistas del mundo –me cuenta hoy–. La única manera de salir del aislamiento es encontrarse con la vocación y la propia virtud. Este libro es un intento de reconciliación".

Se está refiriendo a su última publicación, La costurera de Chanel (Lumen), que de nuevo es un tributo a la memoria y a los padres perdidos antes de tiempo, como también le sucedió a la inventora de la moda. "Vestirme elegante es para mí una pequeña venganza contra aquellos momentos en los que no teníamos nada y mi madre era una maga que me cosía vestidos utilizando los forros de prendas antiguas de los abuelos, para que pudiera ir decente. Portar un vestido o una tela concreta conlleva una declaración ideológica y una connotación cultural" –dice–, enfundada en su cuidadísimo aspecto y sus palabras.

'La costurera de Chanel'

Wendy Guerra

Lumen

376 páginas

20,90 euros