Opinión | FE DE ERRORES

El saco sin fondo del +plus

La autodeterminación de la identidad de género abre la caja de Pandora a una proliferación de opciones

Todo de 'Nada'

Toco, el joven japonés que ha invertido varios millones de yenes en parecerse a un ‘collie’.

Toco, el joven japonés que ha invertido varios millones de yenes en parecerse a un ‘collie’. / Franck Robichon

Ha sido noticia, y ha traído cola, una resolución tomada en el 41º congreso del Partido Socialista Obrero Español que se celebró en Sevilla a finales de año. No estuve allí, pero ha trascendido ampliamente que se acordó no la supresión, sino la no inclusión en el acrónimo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) de la sigla Q, correspondiente a queer, y del plus (+), que dejaba abierta la puerta a la inclusión de otras identidades u orientaciones.

La controversia, sin embargo, continuó concluido el congreso, pues a la satisfacción de feministas agrupadas en el colectivo FEMES, que consideraban una victoria el destierro del lenguaje cuir (queer), se opuso con energía el propio secretario socialista de Políticas LGTBI y de otras destacadas figuras de los partidos coaligados en el Gobierno. La confrontación sentó sus reales en la propia prensa, incluso a propósito de otro de los acuerdos controvertidos, el de que las personas de sexo masculino no pudiesen participar en competiciones deportivas masculinas. El apoyo de algún influyente periódico a las críticas contra las resoluciones adoptadas motivó incluso que otras agrupaciones feministas se sumasen a FEMES y rechazasen que se tomase partido «a favor del pensamiento queer como si más allá de esa teoría solo existiera un desierto intelectual en el que nada progresista pudiera fructificar».

La teoría cuir mencionada se basa en la autodeterminación del género por completo al margen del sexo. Pero llega, incluso, a la negación no solo de este último como categoría física, anatómica y fisiológica, sino también del propio género como construcción cultural que anula el sexo, de lo que contamos con un cumplido corpus teórico deconstruido a partir del libro queer publicado en 1999 por Judith Butler en la estela de Michel Foucault.

Este principio de la autodeterminación de la identidad de género abre la caja de Pandora a una proliferación de opciones que tendrían acogida y amparo en el plus (+) finalmente no incorporado por el congreso de Sevilla. En la página web española de la Asociación Trans Cuirgénero Estatal (ATCUES) se ofrecía ya en 2016 un Glosario extenso de géneros no binarios con 251 ítems. Entre ellos, amén de ambigénero, antigénero, género fluido, intergénero, metagénero, multigénero, poligénero o trigénero, se registran el felinogénero, los géneros apático, borroso, carente, desordenado o dormido, más el género flora, el libragénero, ludogénero, margénero, mutogénero, nanogénero, niebla-género o tecnogénero. Es de destacar la opción del nombregénero, que incluiría todas las ilimitadas posibilidades de convertir en género el mero nombre de cada una de las personas por su propia decisión. 

Como un Sísifo exhausto

No hay que ignorar, tampoco, que dentro de wikia.org se encuentra la página LGBTA Wiki con su propia lista propuesta por los miembros de dicho grupo, formada ya a base de más de cuatro mil entradas. Los propios responsables de ella reconocen la imposibilidad de elaborar algún día el repertorio total, exhaustivo, de los géneros, y se identifican en su tarea con un Sísifo exhausto.

En octubre de 2013, el expresidente estadounidense Bill Clinton, disertando en el Omega Institute’s Center for Sustainable Living, afirmaba también que los seres humanos somos genéticamente iguales en un 99,5%, pero que despilfarramos el 99,5% de nuestro tiempo en airear y subrayar ese 0,5% que nos diferencia. El sueño de la identidad mal entendida produce la monstruosa proposición de que el 1% de la humanidad se distribuya entre el más del 99% de los géneros que se nos dice que existen hasta el momento.

Pero en el mar sin fondo de aquel plus (+) preocupante está abierto a otra manifestación del mismo fenómeno que, como gran parte de los atropellos posmodernos a la razón, desconciertan nuestro sentido común, ha ido cobrando entidad a través de las redes sociales y está aprovechando todas las oportunidades, que son muchas, ofrecidas a este fin por la sociedad digital.

Pienso en el movimiento designado en inglés por la palabra otherkin, que algunos traducen al castellano como otrotipos, pues incluye a personas que se identifican con entidades no humanas. En última instancia, se asimila en parte este movimiento con comunidades en línea de élficos que en la transición de los dos milenios seguían inspirándose en el proselitismo de Robert Kirk. Este sacerdote escocés buscaba en pleno siglo XVII el contacto con criaturas sobrenaturales como elfos, hadas, faunos, espectros o fantasmas, y el manuscrito que recogía sus ideas y experiencias fue publicado por iniciativa de sir Walter Scott. Posmodernamente, esta subcultura que se incluye entre las más extrañas que existen y que sigue manifestando en alguna de sus ramas cierta inclinación religiosa, tiene su medio de presencia pública fundamentalmente en internet. De hecho, y a título de precedente, se registra una lista de correo organizada por un estudiante de la Universidad de Kentucky en 1990 con el título de Elfinkind Digest.

Entre los otherkin, los más naturales, por así decirlo, son los que se identifican plenamente con la condición animal, denominados en inglés therians. Se ha hecho famoso también por las redes sociales, YouTube y TikTok el japonés Toco, que quiere ser un perro, y para realizar su autodeterminación líquida de semejante identidad invirtió varios millones de yenes en dotarse de una fisonomía artificial de perro pastor collie totalmente convincente y adaptada a su configuración anatómica humana. Tanto es así que los vídeos que lo muestran revolcándose por el suelo, ladrando, persiguiendo gatos o interaccionando graciosamente con personas se han vuelto sumamente virales. En las entrevistas que ha concedido a la televisión alemana RTL o a medios japoneses como Mynavi justifica su autodeterminación canina recordando cómo en su libro de graduación al final de la escuela primaria había ya escrito que quería ser un perro, y defiende ardorosamente su convicción de otherkin ante los críticos y haters que lo atacan.

Pero también tal autodeterminación puede encuadrarse en otros marcos más insólitos, como la mitología y la ficción (fictionkin), en la cultura popular e, incluso, identificarse con plantas, máquinas, conceptos o fenómenos atmosféricos –una nube, la lluvia, un rayo…– como ocurre con los weatherkins.