Opinión | MIRADAS
Sobre la letra, la maqueta y otros asuntos ‘menores’
Todo lo que atente contra lo principal, que es que el lector lea cómodamente, en pleno siglo XXI ya no me sirve
Basada en la novela de...

Dos páginas de un libro de papel. / Europa Press
Es comentado por todo el sector editorial que, pasada la fase más dura de la pandemia de coronavirus, las ventas de libros de papel han crecido bastante más de lo esperado. Y parece que el crecimiento se consolida, no en los porcentajes más altos pero sí de forma más o menos sostenida. Sabemos también que el crecimiento del libro electrónico sigue su curva ascendente pero lentamente. Y que el audiolibro aún no ha despegado con fuerza. Tenemos, pues, un panorama bastante bueno para la vida del libro de siempre, tan denostado por los killers de todo lo digital.
Partiendo de este punto, hay que vigilar. Debemos mejorar todo que se es susceptible de ser mejorado en el libro de papel. Y por eso el sector editorial haría muy bien en no descuidar aquellos aspectos que muchos ni llegan a ver, dormidos en los laureles de "hacer lo de siempre". Eso, si ya es un peligro en general, lo es aún más compitiendo con los e-books, que pueden tener el tipo de letra más grande o pequeño, a gusto del lector. En este contexto, no podemos dejar los libros de papel tal como están, tarde o temprano lo pagaríamos con un coste mucho más alto que el que tendríamos que asumir en función de los cambios que voy a comentar.
No voy a dar nombres de editoriales, cada una sabe que hace y cómo cuida su catálogo. Pero del tema no se escapan las pequeñas, ni las medianas, ni los grandes grupos. Es un problema que no se ha querido abordar y que concierne al mundo de la edición en español.
Comienzo con los libros de bolsillo. Todos o la mayor parte de ellos tienen un formato insostenible, son demasiado pequeños. Punto. Deberíamos aprender del ejemplo de los países anglosajones, cuyas ediciones de bolsillo tienen un tamaño mayor. Aquí partimos de unos libros que están implantados en el mercado desde hace casi un siglo, pero van a la baja y no reaccionan, cuyo formato es de 18 centímetros de alto por 12 de ancho. Con estas medidas es muy difícil que la letra sea, en un libro de 300 páginas, la adecuada. Que pueda tener un interlineado que ayude a respirar a la página, que pueda ser cómodamente leído por lo que generalmente llamamos "de 9 a 99 años".
Recordemos, porque me parece pertinente, que no somos un país lector. Somos un país comprador que luego lee más o menos. Es decir, no somos Francia. Y si encima nosotros mismos se lo ponemos más difícil al lector, o los perderemos o se irá –los muy lectores– al e-book.
En cambio, en los países anglosajones, lo que llamamos bolsillo lo tienen más que solucionado: las ediciones son de un tamaño mayor. Punto. Parten de un tamaño bastante universalizado, que es 20,5 centímetros de alto por 13,5 de ancho. Los números hablan por sí mismos. Con este formato se puede maquetar y utilizar un tipo de letra y de interlineado mucho más cómodos para leer, para manejarlo, sostenerlo y disfrutar de la historia, que es lo principal.
Y no cuelan las excusas de que eso conllevaría un alto coste, que los catálogos ya están hechos, que las estanterías… zarandajas. Todo lo que atente contra lo principal –que, debo recordar, es que el lector lea cómodamente– en pleno siglo XXI ya no me sirve. Yo mismo quiero leer los libros en este formato y con una letra y un interlineado cómodo.
William Faulkner decía que "el pasado no existe, es más, nunca fue pasado". Pues señoras y señores editores, miren al futuro, miren a los lectores, pregunten, actúen. Impongan el sentido común a los libros, no solo de bolsillo, ya que en otros formatos hay verdaderas desgracias de edición. El libro de papel debe reforzar sus puntos estratégicos. Y no hay ninguno más potente que la comodidad en la lectura.
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