CRÍTICA

'Victoire. La madre de mi madre': Maryse Condé da vida y alma a su abuela cocinera

En este libro, la escritora nos regala la vida llena de emoción de su antepasada materna, que desde sus pobres raíces se convirtió en una cocinera de postín

Maryse Condé: un evangelio para el siglo XXI

La escritora gudalupeña Maryse Condé, autora de 'Victoire. La madre de mi madre'..

La escritora gudalupeña Maryse Condé, autora de 'Victoire. La madre de mi madre'.. / EPE

Javier García Recio

Hace casi un año, el 2 de abril de 2024 moría Maryse Condé a la edad de 90 años, la escritora que desde su Guadalupe natal había dejado un legado literario que aún sigue creciendo en reconocimiento, un reconocimiento tardío que va ampliandose a medida que el alcance de su extensa obra va conquistando nuevos territorios.

Este cada vez mayor conocimiento de su obra permite señalar como Maryse Condé ha sido la gran escritora de la literatura francófona y criolla. Autora de una amplísima obra, pese a que no comenzó a publicar hasta pasados los cuarenta años, con novelas, ensayos, obras de teatro y artículos periodísticos, ha retratado sin clemencia los estragos del colonialismo en los países africanos y caribeños, la dureza de las condiciones de vida de las personas de raza negra y la indiferencia de Occidente por estas devastaciones.

Nos detenemos ahora en su última novela publicada en castellano que, como en ocasiones anteriores, viene de la mano de la editorial Impedimenta , gracias a la cual se ha abierto paso en España la obra de Condé. 

Victoire. La madre de mi madre, que vio la luz inicialmente en 2006, es el fascinante retrato de su abuela materna, que alcanzó en todo el Caribe fama de gran cocinera. Ella murió antes de que Maryse Condé naciera. Solo tiene una imagen de ella, una fotografía posando junto a un piano aún joven, con un rostro que llamaba la atención y resaltaba; era imposible dejar de mirarla.

"La madre de mi madre", como la llama Condé, era la única blanca en una familia de negros caribeños. Condé la describe de una blancura australiana y con unos ojos pálidos, "como los de Rimbaud", tan achinados que apenas se reducían a dos hendiduras. Claramente desentonaba en un mundo donde todos eran de tez negra sin matices. Se llamaba Victoire Élodie Quidal. Nunca supo leer ni escribir, apenas supo hablar en francés, pero tenía un don, su destreza culinaria, que gracias a su tenacidad le permitió convertirse en una cocinera muy estimada y, lo más importante, lograr introducir a su hija en la naciente burguesía negra de la isla de Guadalupe. 

Ficción y realidad

De manera seductora, con un estilo en el que se superponen y mezclan la ficción y la realidad, dados los pocos datos precisos que Condé logra averiguar de su abuela, la existencia de Victoire cobra vida y alma en la pluma amorosa de su nieta escritora. Todo un lujo. 

La abuela Victoire Élodie Quidal, analfabeta y sacudida por la vida y la pobreza de su entorno, supo encontrar en la cocina una maravillosa manera de expresar lo que es incapaz de expresar con palabras. Trabajando toda su vida en la cocina de la familia blanca de los Walberg, supo gracias a su ingenio e intuición culinaria inventar nuevos platos y renovar otros con un virtuosismo que se extendió rápidamente por la buena sociedad guadalupeña que la reclamaba para sus fiestas y convites. Este conocimiento culinario, intuitivo y racial, le permitió a Victoire no solo afrontar con resistencia la desgracia, sino trazar un futuro distinto para su hija.Y siempre guiada de manera instintiva por su convicciónde que ninguna labor es humilde si con ella logramos avanzar.

Maryse Condé nos regala páginas de emoción en esta simbólica aventura que fue la vida de su abuela materna, gracias a un talento innato para contar historias

Además, mientras traza la vida de la distinguida cocinera , el recuerdo de su vocación, le permite a Maryse Condé recorre también la vida de sus antepasados, llena de dolores y obstáculos, y nos deja vislumbrar su destino, a través de su amor por la cocina y el arte culinario. Esboza así a grandes rasgos, a veces duros y agudos pero nunca cínicos, el retrato de su propia madre, Jeanne, incapaz de compartir sus sentimientos a pesar de sus brillantes estudios y de una impecable carrera docente como maestra.

La historia tiene como escenario finales del siglo XIX y principios del XX donde las huellas de la esclavitud, pese a su abolición reciente, siguen estando omnipresentes y rigiendo las relaciones entre blancos y negros que intentan con gran esfuerzo asimilarse a la pequeña burguesía blanca que establece el orden en la isla.

La historia busca también de manera solapada solucionar la inquietud de la escritora, gran amante también de la cocina sobre si se debe priorizar la pasión por la literatura a la culinaria, o al revés. En esa tesitura Condé nos viene a decir que compartir mesa significa compartir ideas.

"Cocinar -dijo Condé en una estrevista- es también inventar, adaptarnos a lo que encontramos, innovar. El deseo de creatividad que mueve al escritor y el del cocinero son exactamente los mismos. Uno usa palabras, el otro usa ingredientes, sabores y especias para crear belleza, placer, retener a las personas, darles placer. Hacer un tagine con mezclas inesperadas y un libro con un tema impactante, metáforas, imágenes, es lo mismo". 

Maryse Condé nos regala páginas de emoción en esta simbólica aventura que fue la vida de su abuela materna, gracias a un talento innato para contar historias que quizá por su lejana procedencia antillana del archipiélago de Guadalupe han retrasado el descubrimiento de su auténtico valor. Pero una vez descubierto el tesoro, las joyas literarias van revelándonos su enorme importancia. Toca seguir leyendo, seguir descubriendo el mundo fascinante que Maryse Condé nos ha legado en sus relatos. 

'Victoire. La madre de mi madre'

Maryse Condé

Traducción de Martha Asunción Alonso

Editorial Impedimenta

257 páginas

22,75 euros