CRÍTICA

'Animales difíciles', de Rosa Montero: nueve años, un mes y doce días

La autora cierra la saga de Bruna Husky con esta novela, una reflexión sobre la vejez, el tiempo y los límites del ser humano frente a su propia desaparición

Rosa Montero: "Cuando yo me desperté a la vida, la escritura estaba ahí"

La escritora Rosa Montero.

La escritora Rosa Montero. / Europa Press / Marta Fernández

Marta Marne

Aunque a menudo pasan desapercibidas, las citas que abren una novela suelen encerrar las claves de lo que nos aguarda en sus páginas. En Animales difíciles, de Rosa Montero (Madrid, 1951), la última entrega de la serie protagonizada por la detective Bruna Husky, encontramos dos citas que no podrían ser más significativas. La primera, el icónico comienzo de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens: "Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos…". La segunda, una advertencia del filósofo y experto en inteligencia artificial Nick Bostrom: "Crear algo más inteligente que tú es un error evolutivo básico". Por fortuna, en el caso de los libros, que sean más inteligentes que nosotros no supone una amenaza, sino un regalo.

Bruna Husky ya no es la tecno de combate que conocimos en Lágrimas en la lluvia. Su memoria ha sido trasplantada a una red de cálculo y su transformación es radical. Si durante años fue una imponente figura de casi dos metros, ahora apenas alcanza los ciento sesenta centímetros, y sus capacidades físicas se han reducido notablemente. Esta evolución es una poderosa metáfora de la vejez: el paulatino borrado de nuestra presencia física hasta rozar la invisibilidad. La inevitable cuenta atrás de su existencia –"Nueve años, un mes y doce días" al inicio del libro– se siente como una condena a muerte, un recordatorio implacable del tiempo que se agota.

Evolución emocional

El argumento, aunque sólido, queda en un segundo plano frente a la evolución emocional de Bruna. Contratada para investigar un atentado en Eternal, una empresa tecnológica, las pistas la llevan a un periodista que estaba investigando a uno de los implicados en el ataque. Sin embargo, mientras los involucrados comienzan a desaparecer o morir, Bruna y su equipo se ven atrapados en una red letal, diseñada por una mente criminal tan brillante como perversa. El Madrid de 2111 sirve como telón de fondo, un escenario que combina decadencia y futurismo.

Aunque ambientada en el siglo XXII, 'Animales difíciles' resuena con las preocupaciones del presente, como todas las grandes novelas de ciencia ficción

Los fragmentos en forma de diario, donde Bruna duda entre borrar, tachar o conservar lo escrito, son de lo mejor de la novela. Ese ejercicio casi físico refleja sus vacilaciones internas y nos permite adentrarnos en su mente, sus temores y sus inquietudes frente a un final que, aunque distante, la atormenta de manera constante.

Aunque ambientada en el siglo XXII, Animales difíciles resuena con las preocupaciones del presente, como todas las grandes novelas de ciencia ficción. La obra reflexiona sobre los peligros de la inteligencia artificial (IA), el concepto de inmortalidad mental y los excesos tecnológicos que podrían amenazar nuestra humanidad. La advertencia inicial de Bostrom –crear algo más inteligente que uno mismo como error evolutivo– resurge con fuerza cuando se plantea cómo la IA estuvo a punto de destruir el mundo en el siglo XXI.

Es cierto que la novela recurre a algunos clichés del género policiaco y de ciencia ficción, pero Rosa Montero logra darles un uso eficaz, integrándolos en una narrativa ágil y absorbente. Animales difíciles no solo cierra con solidez una serie que ha cautivado a los lectores durante catorce años, sino que también reafirma la capacidad de la ciencia ficción para ser profundamente humana. Larga vida a Bruna Husky.

'Animales difíciles'

Rosa Montero

Seix Barral

368 páginas

20,90 euros