CRÍTICA
'Once tipos de soledad', de Richard Yates: manual del buen perdedor
Los relatos de este libro no solo contribuyen a consolidar el imaginario del autor estadounidense, también a reforzar los vínculos autobiográficos con su obra

El escritor estadounidense Richard Yates, autor del libro de relatos 'Once tipos de soledad'. / EPE
Sergi Sánchez
Es muy tentador tomarse al Walter Henderson de Un buen perdedor como el epitome del caballero Yates. El título del cuento lo dice todo: el hombre de traje gris que espera a que lo despidan casi como un mal menor, con la misma elegancia con que perdía en las peleas cuando era niño o se resignaba a quedarse fuera del equipo de fútbol.
Quien haya leído Vía revolucionaria sabrá de qué estamos hablando: fracasar es un arte en el que hay que empecinarse, como si fuera una cuestión de dignidad o lucidez, en un contexto social –el de la posguerra y la creación y expansión de los suburbios, el de la felicidad de plástico de la era Eisenhower, el de la masculinidad tocada y hundida por los martinis y la barbacoa dominical– que condena a cien años de soledad a todos los que sueñan con tener compañía. Claro, por eso esta colección se titula Once tipos de soledad, aunque en esencia todas son la misma: la que se queda sin palabras al borde de la cama, fingiendo que todo irá bien.
En Lo mejor, uno de los relatos más hermosos del libro, cuya prosa podría alimentar el realismo austero, minimal, de la literatura de Carver y la poética de la frustración de Cheever, dos jóvenes que están a punto de casarse fingen vivir un entusiasmo que solo enmascara la conciencia secreta de que son dos desconocidos el uno para el otro; que, en fin, siendo los "buenos perdedores" de la literatura de Richard Yates ( Yonkers, Nueva York, 1926- Birmingham, Alabama,1992), solo les queda añorar un futuro que nunca van a tener.
Reivindicación
La modélica estructura de este relato, que confronta con ejemplar transparencia el deseo de ambos personajes con la fantasía que proyectan en los demás, convirtiendo al lector en privilegiado conocedor de lo que sienten en su más profundo interior, valdría para forjar la reputación de Yates como orfebre del cuento corto, faceta relativamente oscurecida por la fama de Vía revolucionaria.
A pesar de todo el desencanto, la decepción, el callado hastío que desprenden sus historias, también en ellas había lugar para la ironía
La publicación de Once tipos de soledad es una buena oportunidad para volver a reivindicar a Yates como el gran escritor que fue. Para entender, en fin, que estos relatos no solo contribuyeron a consolidar su imaginario -que, más que repetitivo, también se reencarnó fuera de las oficinas, e incluso de los suburbios: son fantásticos sus cuentos sobre maestros propensos al autoengaño (El doctor Jack-o-Lantern) o a la generosidad amarga, mal entendida (Divertirse con desconocidos)– sino también a reforzar los vínculos autobiográficos con su obra –en especial la que apela a su estancia en un sanatorio para tuberculosos, experiencia dolorosamente formativa que aparece en Ningún dolor y Fuera el viejo–. Para entender, por ejemplo, que, a pesar de todo el desencanto, la decepción, el callado hastío que desprenden sus historias, también en ellas había lugar para la ironía.
Cómo no, si no, enfrentarse a Constructores, el magnífico relato que cierra el volumen, una especie de expiación del negro literario que se cree mucho mejor que la voz a la que sustituye; relato que es, a la vez, un ensayo sobre la estructura que debe tener un cuento ("¿Entiende por qué escribir un cuento también es construir algo? ¿Cómo construir una casa? […] ¿Dónde están las ventanas? […] ¿De dónde viene la luz?") y el reflejo deformado de la propia experiencia de Yates como redactor a sueldo, nada más y nada menos que como autor en la sombra de los discursos de Kennedy.

'Once tipos de soledad'
Richard Yates
Traducción de Esther Cross
Fiordo
264 páginas
20,80 euros
- Jorge Fernández Díaz, último premio Nadal: 'Madre solo hay una, pero cada padre es un enigma y me tocaba resolverlo
- La Embajada de los Tebeos: un nuevo refugio para el cómic en Madrid
- Albert Serra: 'No sé si tiene que existir un Premio Nacional de Tauromaquia, pero había una tradición detrás y tampoco me parecía tan dañino
- La Capa, el restaurante de Carabanchel que acerca los vinos de los estrellas Michelin a la calle
- El niño que burló a la policía militar y se coló en la base de Estados Unidos en Rota (muchas veces): 'Era como un decorado
- Motos pilla el rebufo de Broncano: 'El Hormiguero' recupera las audiencias ante la 'La Revuelta
- Timothy Snyder, historiador: 'Elon Musk es hoy el más real y peligroso fascista del mundo
- La Revuelta' pone fin a la racha de 'El Hormiguero': los Goya ganan el discurso al fútbol