CRÍTICA

'Homero y su Ilíada', de Robin Lane Fox: la epopeya irrepetible

Con admiración y conocimiento profundo, el autor británico compone en este ensayo un magnífico acompañamiento para la lectura del clásico

Robin Lane Fox, autor del libro 'Homero y su Ilíada'.

Robin Lane Fox, autor del libro 'Homero y su Ilíada'. / EPE

Andrés Montes

La guerra está inscrita en la historia de la humanidad como una zona oscura, omnipresente, cercana incluso para los que nunca la han vivido por la proliferación de relatos de quienes sí la sufrieron, porque para sus protagonistas es un acontecimiento que nunca se borra. Sabemos que siempre fue así porque desde la memoria primigenia que es la narración oral queda constancia de la grandeza y la miseria que afloran en ese vértigo de violencia. Y como piedra angular de cualquiera de esas historias siempre estará la «Ilíada» de Homero.

El clasicista Robin Lane Fox, fellow emérito del New College de Oxford, ya es un viejo conocido de los lectores españoles por «El mundo clásico (La epopeya de Grecia y Roma)» (Crítica, 2007) o «Héroes y viajeros (Los griegos y sus mitos)» (Crítica, 2009), donde combina erudición con una envidiable soltura narrativa. Autor de una biografía de Alejandro Magno, asesoró a Oliver Stone en su película sobre el conquistador macedónico e incluso interpretó un pequeño papel, lo que da cierta medida de su habilidad para conciliar la vertiente académica con una buena disposición mundana. Interesado por los textos medulares, es también autor de una inencontrable «Versión no autorizada, la verdad y ficción en la Biblia».

Ahora vuelve a su terreno habitual y en «Homero y su Ilíada» despliega un conocimiento profundo, detallado, de esta obra seminal de la cultura de Occidente, a la vez que una admiración que le llevó incluso a correr desnudo, al modo de Alejandro, ante lo que durante mucho tiempo se supuso que eran los restos de una Troya cuyos rescoldos todavía humean en el poema homérico. Estamos ante «la mayor epopeya del mundo… el mejor poema de todos los tiempos a pesar de la existencia de la ‘Odisea’», elogia Lane Fox. Son en total 15.693 hexámetros, una obra con al menos dos mil seiscientos años que «hoy en día sería imposible componer… sobrepasa nuestras capacidades».

La grandeza de la «Ilíada» es proporcional a las incógnitas que genera sobre su gestación y su autor, perpetuas discusiones, cuando no elucubraciones, en el ámbito de los clasicistas, que Lane Fox no rehúye. Por resumir, sostiene que la unidad de la obra y la trama apuntan a un Homero como autor principal, un Homero avezado en la composición oral pero analfabeto, quien habría dictado una de las versiones de su epopeya en la zona griega de Asia Menor entre 750 y 740 a. C., que sería la base de lo que llega a nosotros.

Posteridad

En la nebulosa de conjeturas sobre las razones que habrían llevado a Homero a trasladar su epopeya a un soporte que lo preserva para la posteridad, Lane Fox se deleita con una de naturaleza menestral: dejar un legado que su familia pudiera explotar tras su muerte, con lo que estaría prefigurando el núcleo de lo que después serían los homéridas, aquellos que se reivindicaban como deudores de su arte y sus continuadores. Estaríamos así ante uno de los primeros encuentros del relato oral con la escritura, que permite la continuidad de la historia más allá de su autor, pero a la vez cercena todos los recursos con los que el narrador mantiene a su audiencia en vilo.

Robin Lane Fox aprecia en Homero virtudes de un cuentista único, que, a su juicio, llegan a prefigurar formas de narración fílmicas («Las palabras de Homero valen más y corren más que ninguna imagen»), como la capacidad de enlazar escenas distantes, su habilidad para introducir la acción con pocos versos o el ritmo que imprime a la narración. Eso elementos remiten a un narrador principal y no una colección de fragmentos unidos por los «y entonces…».

Se trata de un único autor que guía el curso de la acción, aunque haya incorporaciones posteriores, como el catálogo de las cóncavas naves. Y un narrador con la habilidad de comprimir en cincuenta días el relato de distintos episodios de una guerra que ya se prolonga diez años, «en la que se han librado incontables batallas y han participado cientos de héroes». Homero tenía además un conocimiento directo del escenario sobre el que se despliega su historia y ese es un factor clave, a juicio de Lane Fox, en el desarrollo de la obra. Hubo una Ilión/Troya antes del poema.

De forma metódica, el clasicista desmenuza el cómo, cuándo y dónde de la «Ilíada» hasta componer un magnífico acompañamiento para la lectura de la epopeya. Robin Lane Fox analiza con detalle, en las dos últimas partes del libro, tanto los recursos del relator, como la naturaleza de los personajes, el doble plano de los dioses y los humanos, pero se queda en el umbral de aspectos que desde la perspectiva del lector actual desbordan la lógica del poema, pero nos dicen mucho sobre su tiempo y circunstancia.

El papel del héroe

Crítico con toda relectura que desborde la visión de Homero, alude al salto entre el mundo que refleja la «Ilíada» y el de sus oyentes sin adentrarse en las grietas que abre esa distancia. «El recuerdo de esos viejos terrores de un crepúsculo, el de los últimos compases de la Edad del Bronce, el rumor de las ciudades destruidas y las torres abolidas, y el reflejo de un día permanentemente rojo sobre un mar color de vino, todo ello es lo que late en los versos de la Ilíada», expone Óscar Martínez García en el prólogo de su traducción (Alianza Editorial, 2010).

Frente a ese pasado encarnado en «hombres que no son como los de ahora», en expresión homérica, «tenían que estar ya en el aire, en la última fase de la evolución de la ‘Ilíada’, cuestiones relacionadas con la naturaleza del poder y la autoridad, de los derechos y deberes individuales», apunta Caroline Alexander en el muy recomendable «La guerra que mató a Aquiles» (Acantilado, 2015). En opinión de esta autora, «resuena una tormenta política que se avecina», estaría abriéndose un tiempo de «cambio social extraordinario que incluyó la creación de ciudades-Estado».

Desde el primer verso, la epopeya tiene como epicentro la cólera de Aquiles, con su rastro de «desgarradoras consecuencias para las batallas, los amores, el sufrimiento y las pérdidas de los héroes que combaten ante la activa presencia de los dioses», resume Robin Lane Fox. El papel prevalente de héroe tapa algunos resquicios sobre su figura que merecerían despegarse de la visión canónica del autor de «Homero y su Ilíada». Los titubeos de los que se enfrentan a su inexorable destino, sufridores de la presión social que exige estar a la altura de su papel para evitar la vergüenza, encierran aspectos que los conectan con el lector actual más de lo que lo hacen conceptos como honor o gloria, que hoy resuenan sobremanera en el discurso de aquellos para los que la historia se escribe con testosterona.

Hay una inevitable relectura de los héroes que, como toda reinterpretación de los clásicos hecha desde su conocimiento profundo, tiene la virtud de mostrar los vínculos con ese pasado en apariencia distante. Así lo hace la ya mencionada Caroline Alexander, quien en su libro –encomiado entre la dilatada bibliografía que maneja Robin Lane Fox– defiende que la «Ilíada» utilizó «héroes y acontecimientos de la épica convencional para desafiar la visión heroica de la guerra». Eso que se pueda echar en falta no resta, sin embargo, interés ni relevancia a la muy rigurosa obra del clasicista británico.

'Homero y su Ilíada'

Robin Lane Fox

Traducción de David Paradela López

Crítica

520 páginas

23,65 euros