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Dejar las redes es el comienzo de una derrota

Es cierto que el negocio es de quien es y todo apunta a que se trata de un peligro, pero la cultura precisa de aguante, la causa merece librepensadores

Elon Musk, propietario de la red social X.

Elon Musk, propietario de la red social X. / AP

Sigo en la red social Twitter, no me hago a llamarla X. Es lo que tiene ser de una generación que asocia lo de X al cine para adultos, aunque este empezara en 1969 –el que escribe era un niño– con la película de Andy Warhol Blue movie. Es lo que dicen los académicos y yo les creo. Una película casi sin guión. A Warhol le aburrían. Paradojas de lo creativo.

Pues bien, sigo en X y mi comunidad de seguidores y seguidos se basa en cultura y política. Dice la plataforma que comencé en marzo de 2011 y, tras 14 años en ella, no tengo sorpresas. Me apego a los que me interesan y los haters (odiadores) y los trolls (anónimos del insulto) desaparecen en mi cuenta por arte de omisión. Pobrecillos.

Es cierto que desde que el propietario es Elon Musk hay que estar más ojo avizor. Te la cuela si no estás atento. De hecho, sus mensajes llegan a mi cuenta sin yo seguirlo y en muchas ocasiones cambia la preferencia del Siguiendo por el Para ti.

Son las dos pestañas que hay en la cabecera de la plataforma. La expresión Para ti es imaginaria porque, en realidad, debería llamarse Para nosotros, o sea, lo que Musk quiere que leas, más desde un punto de vista comercial que ideológico. Las dos molestias son superables.

Sin embargo, me preocupa la marcha de escritores, y sobre todo escritoras, que han decidido abandonar la plataforma, algunas referentes de mí día a día.

Si dejamos X sin literatura, sin recomendaciones de escritores, o entrevistas a autores, de críticas argumentadas sobre la vida en general, de textos, en definitiva, construidos con el sano propósito de hacer pensar, dejamos el espacio abierto para los que trazan el mundo con dogmas cerrados y verdades diseñadas.

Retirarse es una derrota. Es cierto que el negocio es de quien es y todo apunta a que se trata de un peligro. Pero la cultura precisa de aguante. La causa merece librepensadores.