CRÍTICA
'Mysterium magnum', de Jakob Böhme: soliloquio en la sombra
La editorial Atalanta ha recuperado este gran clásico del pensamiento universal

Jakob Böhme, autor del 'Mysterium Magnum', obra recuperada por Atalanta. / EPE
Lorenzo Luengo
En el año 1600, cuando se ganaba la vida como zapatero –tarea nada menor, que se remontaba al profeta Enoc y que simbolizaba la unión del cielo y de la tierra–, Jakob Böhme (Alt Seidenberg, 1575-Görlitz, 1624) sintió que «el espíritu sideral de su alma fue introducido», mientras contemplaba una vasija de estaño, «en el más interior fundamento de la misteriosa naturaleza». No era la primera vez que sufría un arrebato semejante (de niño ya había sido objeto de esos roces extremos), pero había algo diferente en este nuevo golpe que hizo que abandonase por un momento el cuero y la lezna y saliese «al campo que hay en Görlitz frente a la puerta del Neisse, allí mismo donde tuviera antaño junto al puente su casa».
Un sencillo paseo junto al río le sirvió para darse cuenta de que aquella luz serena que ahora le envolvía inexplicablemente (le seguiría envolviendo durante una semana) le había investido de una comprensión total del mundo. Conviene reparar, por cierto, en esos dos significativos enclaves que enmarcaron su huida: el puente, símbolo liminar de la unión entre dos mundos, y la «primera casa», en la que René Adolphe Schwaller de Lubicz habría podido apreciar un rastro del templo original, el lugar donde despierta el alma cuando apenas se es un niño.
Böhme intentó explicar su visión en Aurora (1612), pero fue aún más allá y, sin dejarse amedrentar por la persecución de un clérigo fanático que durante años le privó de la escritura, se dedicó al empeño de tratar de descifrar el mensaje contenido en la vasija, y en especial ese misterio que definió como «Dios-Voluntad», un «hueco anhelante de sí mismo» que, a la manera del universo hindú –que es también el nuestro: la yema que se derramó del «huevo cósmico» de Georges Lemaître–, dio lugar a la trama posible de las cosas a partir de un sobresalto, un terrible fogonazo que está en el principio de todo.
Un fulgurante dictado
Para ese Dios-Voluntad, la pasión anhelante suponía también una tortura, razón de que lo creado siempre hubiera de habitar entre los trechos de luz y sombra de «la palabra eternamente hablante». Böhme, sin duda, se vio asaltado constantemente por esa palabra: su Mysterium magnum –como en general toda su obra– fue escrito sin siquiera retirar la pluma del papel, y si los conceptos, por su maravillosa elevación, resultan convecinos de las estrellas, pensemos ahora cómo esa tarea pudo llevarla a cabo un hombre sencillo y sin apenas instrucción, y a qué origen cabría atribuir lo que no pudo sino ser un fulgurante dictado.
Este es un libro a la vez oscuro y luminoso que no deja de ser, también, un gran misterio
Böhme –su buen amigo Abraham von Franckenberg estaba seguro de ello– «había penetrado en el corazón mismo de las cosas». Descendió por una fractura en la razón que más tarde sería recuperada bajo la forma de «una imagen de la muerte», y, profundamente herido «hasta alcanzar un cierto estado», mapeó en su Mysterium magnum los restos de un viejo terremoto psíquico. Solapó «la visión exterior» a cuanto veía mientras miraba «en lo más hondo de las almas», y fijó así aquello que, casi tres siglos más tarde, Stéphane Mallarmé, en su propio «descenso hacia la nada», vio surgir de los engaños de la representación y llenar el prisma de la visión interior: aquello que para Platón iluminaba el hiperuranio y para un físico especulativo como Leonard Susskind (véase su teoría del principio holográfico) encarnaba el límite del universo.
Era la belleza, que solo tenía «una expresión perfecta: la poesía», y que no es otra cosa que la forma manifiesta de «esa palabra eternamente hablante» a la que Böhme atendía, pero cuya voz convierte a quien la escucha en un solitario aventurero de la «aérea nada», extraño en su propio mundo. Único iluminado en el oscilar de las sombras, Böhme sufría, como Antonin Artaud, «porque el espíritu no está en la vida y porque la vida no está en el espíritu», sempiternamente estremecido en la taciturna intermitencia (los trechos de monótona y gris cotidianidad) del «espíritu-órgano».
Curioso, por lo demás, que esta experiencia sea la consecución de ese estado superior del individuo que Platón había descrito como «el arte de volver el órgano del alma en la dirección correcta». Böhme lo hizo, y el resultado fue este libro a la vez oscuro y luminoso que no deja de ser, también, un gran misterio.

'Mysterium magnum '
Jakob Böhme
Traducción de Francisco M. Albarracín
Atalanta
968 páginas
59 euros
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