Opinión | BOTÓN DE NÁCAR

Regalar libros y el equilibrio cósmico

Esta costumbre es un homenaje a Félix Romeo, que nos dio una lección de generosidad, de no aferrarse a las cosas

El escritor, crítico y agitador cultural Félix Romeo.

El escritor, crítico y agitador cultural Félix Romeo. / Rubén Ruiz

Yendo a buscar no sé qué en el cuarto de la caldera de la casa de mis padres –una de esas casas que se disfrutan mucho y dan mucho trabajo, agotan sobre todo los accidentes inesperados, un desagüe atascado, la rotura de algo, porque la reparación allí se demora, todo es un poco más complicado, está en el campo y es todo medio autónomo, o sea, fuera de las arterias principales y urbanizadas– di con un libro mío perdido hace años: Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick, en la edición con la cubierta rosa de Navona.

Luego sacaron otra en marrón, que compré porque es de mis libros favoritos y no soportaba no tenerlo, así que busqué una excusa (un artículo, quiero decir) que justificara la compra de un ejemplar de un libro que sabía que tenía aunque no supiera dónde. No quería el ejemplar marrón porque era posterior y entonces parecía que lo hubiera comprado en una segunda ola. Mi ejemplar rosa decía que lo había leído antes, como si eso importara. Compré el marrón con la confianza de que recuperaría el primero, y cuando eso sucediera, regalaría el marrón en cuanto se prestara una oportunidad, un poco a la ligera.

Lo de regalar libros sin pensarlo demasiado es un homenaje secreto a Félix Romeo, escritor, crítico, agitador cultural, huracán y regalador de libros, que nació el 12 de enero de 1968, en Zaragoza. La lección de Félix es la generosidad, pero también el no aferrarse a las cosas, favorecer la circulación, no acumular, no atrapar: ya lo has disfrutado, ahora les toca a los demás. Es la conversación. Y también aligerar la biblioteca propia que crece mientras el espacio en las casas disminuye. 

Abro un paréntesis aquí: de un libro de ensayos agotado de Dubravka Ugresić (Gracias por no leer, La Fábrica) he comprado varios ejemplares para regalar y creo que ya he prometido más de los que tengo. Siempre que me encuentro con un ejemplar de El gran Meaulnes, lo compro (el más reciente en el anticuario de la calle Mayor de Zaragoza, 24 de diciembre de 2024), y no siempre para regalar.

La magia de la Navidad me trajo de vuelta mi ejemplar rosa de Noches insomnes y ahora debo cumplir mi promesa, aunque no tengo el ejemplar marrón a mano y eso complica que se dé la ocasión de regalarlo. En estas mismas vacaciones, perdí –es un decir, solo lo he prestado– una novela de William Saroyan que a su vez robé este verano de la casa de mis abuelos del pueblo: Tú estás loco, papá, escrita desde el punto de vista del hijo de 10 años.

Al principio pensé que yo era padre, ahora dudo si no seré yo el niño de 10 años. Es una edición de kiosco, con traducción de Manuel de la Escalera y el anuncio en la portada de que es una edición íntegra («novela completa») produce el efecto contrario al buscado. En la novela, el padre y el hijo viajan de Malibú a San Francisco y el padre le da consejos de escritura al hijo. Ojalá la recupere Acantilado, como ha hecho con otras obras de Saroyan.

Supongo que esa reposición de un libro por otro forma parte del sistema cósmico para mantener el equilibrio universal o lo que sea.