CRÍTICA
‘María Dolores Pradera. Déjame que te cuente’: fina estampa
Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo firman una documentada y oportuna biografía de la cantante y actriz en su centenario
Fernando Menéndez
Será porque supone dejar el ego de lado o porque su escritura requiere un esfuerzo y un trabajo que trasciende el ingenio y el talento, no es el mercado editorial español muy prolífico en biografías. Aunque se adviertan de un tiempo a esta parte brotes verdes, se está muy lejos de la realidad de países como Francia o el Reino Unido, en los que sí se da el caso de escritores consagrados a la escritura de vidas ajenas (casi siempre célebres). Tal vez la condición plural del biógrafo –autor, investigador, historiador…– haga más difícil su extensión. Sea como sea, la versatilidad y la humildad de los biógrafos son dos condiciones por las que siempre habría que empezar.
Sobrados de ambas condiciones y con unas cuantas virtudes más andan Santiago Aguilar (Madrid, 1959) y Felipe Cabrerizo (San Sebastián, 1973), documentalista y cineasta el primero, historiador y periodista el segundo, que han firmado conjuntamente (no es la primera vez) María Dolores Pradera. Déjame que te cuente, la biografía de una personalidad que, como glosa la portada, fue «carismática, valiente y libre». Como si de la demostración de una tesis se tratara, el volumen publicado por Roca Editorial confirma, punto por punto, la rotunda afirmación de la portada sobre la artista (Madrid, 1924-1998). Con anterioridad, Aguilar y Cabrerizo se acercaron a figuras como Edgar Neville, Enrique Jardiel Poncela y Conchita Montes.
Con motivo del centenario del nacimiento de la intérprete de, entre otras muchas, canciones como La flor de la canela, su biografía nos permite calibrar y tomar dimensión de un referente de la canción que tal vez eclipsó sus numerosas y brillantes aportaciones al cine y al teatro. De hecho su presentación como cantante en directo no tiene lugar hasta el 29 de febrero de 1952, cuando ya llevaba más de una década trabajando (sobreviviendo) como actriz de cine y de doblaje.
Cantante desde niña
Fue de dobladora como pudo mostrar sus dotes como cantante. Doblar las películas era clave para la censura del régimen: un filtro de control que a veces se contemplaba como mal menor: en La fiesta sigue, un filme generoso en coplas y canciones, ocupaba protagonismo Ana Mariscal, una actriz no dotada especialmente para el cante; y ahí es donde juega un papel fundamental la Pradera: interpretando esas canciones imposibles para la actriz principal.
Aguilar y Cabrerizo entienden desde la primera página que, de alguna manera, escribir una biografía también es escribir la biografía de una época
Pero la biografiada, como nos recuerdan sus exégetas, ya se sentía cantante desde niña: «La música era habitual en casa […]. Le gusta cantar y sus hermanos deciden sacar partido a su afición, cobrando una perra chica a los amigos del barrio a cambio de un repertorio conformado por las melodías de moda. ‘¡Qué venga a cantar Doloritas!’, decían».
Si el cine se anticipó a la música fue porque surgió como una posibilidad de llevarse un sueldo (casi siempre escaso y remiso) para una chica con aptitudes de artista. Su encuentro y la vida junto a Fernando Fernán Gómez fueron importantes en su deambular por un cine de posguerra precario y chato. Son años de iniciación y supervivencia: Pradera llegó a enfermar a causa del hambre.
Aguilar y Cabrerizo entienden desde la primera página que, de alguna manera, escribir una biografía también es escribir la biografía de una época. Seguir el hilo vital de la cantante y actriz supone seguir el hilo vital de un país. Da la impresión de que siempre supo llevar todo con elegancia y discreción: las penurias de todo tipo y la abundancia (no hay que olvidar que su eclosión como cantante coincide con el comienzo de una carrera brillante como actriz de teatro).
Supo enseguida que la vida no espera: a los 10 años estuvo dos o tres días junto a un hermano bajo unos escombros después de un bombardeo en la Guerra Civil. Algo que no contó hasta 2007, ya con más de 80 años. Mujer de fina estampa. Como se dijo de ella en el diario Pueblo: «Justa de expresión, sobria de gesto y de voz y de matizada sensibilidad».
'María Dolores Pradera. Déjame que te cuente'
Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo
Roca Editorial
334 páginas
21,90 euros
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